Salgo de casa muy temprano. Mama y papa salieron muy temprano por una junta de trabajo en la oficina de mama. Reviso que no estén abajo o se hayan podido dejar algo importante que los traiga devuelta.
Disfruto mucho estas mañana en casa. Está sola en casa, disfrutar en casa, ver en la TV grande de la sala cosas que cuando están mis padres sería muy difícil de ver. La ventaja de tener un buen rendimiento académico, es que puedo faltar a clase hasta 2 veces a la semana y los profesores no me pondrán problema. Hoy es uno de esos días.
El sol está saliendo lentamente, aún no ha salido por completo y el día se ve cálido y se siente muy agradable. El sonido de un pájaro amarillo en golpeando la ventana me parece relajante, al igual que cuanto comienza a cantar. No soy la única persona que está despierta a esta hora, usualmente el señor Norman pasea a su perro cada mañana, pero eso no es impedimento para hacer lo que me despertó en primer lugar.
Pongo el cerrojo en la puerta en la puerta principal y bajo al sótano, donde está el piano. No me gusta que me escuchen cuando me pongo a tocar, siento que me hacen poner nerviosa. Mis padres creen que no uso el piano que me regalaron hace 3 años, pero lo cierto es que lo uso sin que se den cuenta.
El primer momento en el que toco las teclas del piano se siente increíble. Deslizo mis dedos suavemente por cada tecla, paso con cuidado desde la primera "La" hasta el último "Do".
Me dejo llevar por la sensación y comienzo a tocar. Toco el inicio de Para Elisa, Leí las partituras por casualidad, me parecieron muy interesantes y llamativos, así que estoy practicando un poco y es una sinfonía hermosa. Desvío mi mirada de las teclas y la fijo en el pentagrama dejándome llevar lentamente por las teclas y el sonido.
Desde pequeña comencé a tocar cualquier instrumento que me encontraba, sin importar de quien fuera lo tomaba y lo molestaba hasta que saliera un sonido que fuera de mi agrado. Cuando nos enfermamos en casa por un virus, nos tuvieron a todos en cuarentena por dos semanas, no tenía mucho que hacer, ya que no podía salir de la casa y no era muy fan de jugar con mi hermano.
Teníamos una vecina que tocaba el piano. Cuando no estaba enferma con el virus odiaba escucharla tocar desde temprano, Cuando mi padre me castigo por no querer la comida que había en casa me fui a llorar a mi habitación y pase toda la mañana escuchando a la vecina de al lado tocar el piano, en ese momento no sabía que era lo que escuchaba ni lo que ella tocaba, pero era entretenido escuchar,
Cuando por fin pudimos salir de la cuarentena y todos los estudios médicos, mi padre solo quería que fuéramos al hospital para verificar que los enfermeros no se habían equivocado con su diagnóstico. Yo por mi parte quería ir a escuchar más de cerca a la vecina, eso hice como por 2 meses seguidos. La vecina me intentaba enseñar, pero yo era muy obstinada cuando no me salían bien lo que quería tocar. Luego de llorar mucho termine aprendiendo lo básico, La señora Mónica me regalo el piano. Resulta que era profesora música en una escuela diferente, estaba enferma y antes de partir me regalo su preciado piano.
Para mí tocar el piano, la guitarra o cantar es una forma de liberarme del estrés, me siento relajada y que puede ser un poco más yo misma.
—Qué lindo tocas.
Me asusto y veo que asomada en la ventana que da luz al sótano está Sally.
Abro la puerta y la dejo pasar.
—Hola, —Balbuceo mientras ella pasa a la sala.
—Tocas muy hermoso el piano. —Muestra una sonrisa tierna.
No deja de mirarme y eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy.
—Gra-gracias. No sabía que había alguien escuchando, no me gusta que lo hagan.
—Perdón, iba a tocar la puerta, pero escuché el sonido del piano y no podía interrumpir esa melodía hermosa y tampoco a quien la estaba tocando.
Siento como mis mejillas se ruborizan al instante. ¿Me dijo que estaba hermosa?.
—¿Te cambias?
—¿Qué?
—Que si te cambias y vamos juntas al instituto.
Miro hacia abajo y veo que no llevo nada por encima, solo un brasier y un short muy corto, el cual uso cuando estoy sola.
—Oh mierda!—Me tapo enseguida. —Perdón, me siento avergonzada.
Sally me da la espalda y se tapa los ojos.
—Si no quieres que verme hubieras dicho antes. Igual no tienes nada de malo. —Dice entre risas. —Si quieres puedes ir a cambiarte, no te estoy mirando.
Salgo corriendo y me tropiezo en el intento, no puedo creer que Sally me haya visto casi desnuda. No puedo verla luego de esto. Me pongo unos jeans negro, una blusa de My little pony, lo único que tengo limpio, se supone que el día de hoy iba a lavar mi ropa, me pongo los tenis y bajo tratando de no ponerme más roja y empeorar la situación.
—Bonita blusa, deberías prestármela.
Sonrió aún con el shock y tomo la mochila que está en una silla del comedor. No pensé que el día de hoy iba a ir a clase.
—Llegaste de sorpresa. —Hablo mientras pongo seguro a la puerta al salir. —¿No me escribiste o si?
—No, no te escribí. Pensé que podías está aún dormida o algo así. Era mejor venir un por más tarde y sorprenderte.
—No esperas que yo fuera la que te sorprendiera sin ropa.
—No es ninguna sorpresa, solo estaba en ropa interior en casa, todas lo hacemos. No hay nada de que avergonzarse.
—Vamos. No quiero llegar tarde al día que había pensado en no ir.
—¿Desde ya rompiendo las reglas? Pensé que ibas a romper alguna cuando nos conocimos, pero no pensé que lo fueras a hacer tan rápido.