-… Uccidilo, devi ucciderlo, stare con esso, è tuo, ucciderlo lentamente ...- decía la serpiente con su voz deformada por el susurro del viento que accedía por las ventanas abiertas de su habitación mientras la fiebre lo hacía tiritar convulso, las mantas no alcanzaban a atenuar el tremendo frío que le calaba las doloridas articulaciones, contraproducentemente, una capa de sudor empapaba la camisa de lino que cubría su cuerpo.
Entre el espeso sueño podía oírla claramente, lo repetía y lo repetía como una oración a los dioses paganos, mientras le recorría un brazo inerte como una corriente de hielo sobre su piel hirviendo, la voz femenina surcada de excitación, poseída por la obsesión, necesitada, le suplicaba y en su mente era como una vibración conmocionada y él lo interpretaba como un antojo primario, como el hambre que requería ser saciada para no morir.
“Sì, lo farò per te”, quería decirle pero las palabras en italiano no salían de su boca porque no estaba consiente, no podía tranquilizarla, estaba enfermo y la serpiente lo disfrutaba ¿O era ella la que le provocaba aquel estupor y las vívidas pesadillas? incluso podía sentir el perfume de ella anegándole las fosas nasales, como sándalo y lilas, entonces lo ansiaba, quería matarla.
Su propia alma… necesitaba acabar con la serpiente.
No… no, con ella no… a Corrine, debía matar a Corrine Craven de Vespiam.
Si… así todo acabaría, debía darle a la serpiente lo que quería, su alma lo deseaba, entonces podría dormir y ella estaría feliz.
Pero primero debía ir a Londres, debía idear un motivo, una manera.