Capítulo 1:
Duele respirar
Danna
La puerta se cierra de golpe por si sola. Mi corazón late en mi garganta como caballo desbocado.
Mis recuerdos me llevan de regreso a casa de Elena, un déjà vu de ese instante en que Danny poseyó mi cuerpo y termine ocupando su lugar siendo un fantasma, esta vez es un poco diferente no es precisamente el mismo lugar ni tampoco se trata de mi hermana.
Todo ha cambiado de manera inesperada, ya no se trata de mi familia, ni de las decisiones de mi madre que han ocasionado tantas desgracias, ahora es alguien más y es peor.
Esther es mucho peor, ella es un demonio. El rostro que mostró en el cuerpo de esa oficial de policía aquella noche es el mismo que ahora me persigue. Ya no existe la belleza, la juventud con la que murió ahora solo es el demonio en que se ha convertido.
Lucho por alcanzarla la manilla de la puerta y salir, pero ella no me lo permite, pataleo y no hay nada que golpear.
Aferra sus manos a mis pies hincando sus fantasmales dedos
en mi piel, como garras hambrientas por saborear mi sangre.
Sus manos suben por mis piernas inmovilizándome ante el miedo latente en mi garganta. Tiemblo en respuesta, mi mente en blanco.
¿Qué debo hacer ahora? ¿Cómo voy a salir de aquí? ¡Oh, Dios! ¿Qué será de Cristal?
Esther me hace girar, mi espalda es golpeada contra el suelo y la cabeza rebota como una pelota ante el impacto. La veo cernirse sobre mí, como un animal a cuatro patas.
Me dedico a respirar por la boca, pero ni siquiera de esa manera puedo conseguir un poco de calma, sus pútridos ojos son la muerte. Estoy sola, completamente sola.
Ella ríe con un sentimiento lastimero, no es una burla sino
más bien un lamento de sí misma. De alguna manera la hice fracasar, aunque solo sea de momento, su deseo de vivir la vida que perdió está lejos de ocurrir en el cuerpo de su sobrina. Aunque eso represente la muerte de Cristal definitivamente.
No muy lejos se encuentra el cuerpo de Cristal perdiendo demasiada sangre por más que Miguel hace de todo por detener el derrame, no hay mucho que se pueda hacer cuando ella no está luchando por vivir. Cristal se está dejando reclamar por la muerte, y no puedo hacer nada para hacerla cambiar de parecer. Ni siquiera sé si conseguiré salvarme a mí misma.
Evitar que tomara el cuerpo de Cristal ha dejado el mío como única opción de escape para ella.
—¿Tienes idea de cuánto tiempo espere por este momento? Y lo has arruinado —dice Esther histérica. Desliza sus manos por mi pecho hasta alcanzar mi cuello. No lo presiona solo coloca sus manos allí.
—No puedo siquiera imaginarlo —respondo con voz forzada, cada palabra rasgando mi garganta seca. Todo mi ser tiembla ante su presencia.
—Casi toda tu familia ha muerto, si yo no puedo regresar al mundo de los vivos tu no permanecerás en él —. No sé si alegrarme porque no tiene en sus planes poseerme o gritar de horror porque eso significa mi muerte—. Así como tu hermana esta maldita, tú también lo serás.
Hace presión en mi cuello cortando todo medio para que el
oxígeno circule por mi cuerpo, me retuerzo en busca de aire, de que sus manos me liberen pero lo único que consigo es golpear a lo invisible sin causarle ningún daño. Ella es una entidad maligna que mi carne no puede alcanzar.
Duele, no respirar duele y la negrura cubre mis ojos. Me niego a morir pero mi cuerpo deja de responder con la misma intensidad, mis movimientos se vuelven lentos, me pesan los brazos y sin percatarme siento el impacto de ambos caer contra el suelo.
Solo unos agonizantes segundos y el aire regresa a mis pulmones como un torrente de agua que en el primer instante me ahoga. Mi mente grita "respira despacio" pero mi cuerpo reacciona por instinto e intenta llevar todo el oxígeno que puede a mis pulmones.
Mi cuerpo reacciona con lentitud, la respiración sigue siendo agitada pero más controlada, mi visión esta nublada, un poco más de aire fluyendo en mi interior y mi vista se aclara, solo un poco. Llevo los brazos hacia atrás y me
impulso para sentarme. No tengo de donde sostenerme y lo que ocurre ante mis ojos no ayuda con mi desbocado corazón, que cada vez está más cerca de huir por mi garganta.
¡Condenado cobarde!
Danny está allí enfrentando a Esther, dos monstruos de pesadillas descargándose una contra la otra. Mi hermana gemela tiene una mirada sanguinaria en el rostro, mientras intenta contener a quien es poseedora de sus cadenas.
Estoy tan feliz de verla, y sorprendida, muy sorprendida.
—Vete Danna —grita Danny.
Ha conseguido llevar hasta más allá de la mitad de la casa a Esther.
Miguel ya ha dejado de intentar contener la sangre de cuerpo de su sobrina. Y ahora se levanta con todo el peso su ira sobre mí.
—¿Qué esperas? Sal de aquí, ya no puedes salvarla —grita de nuevo mi hermana.
Retrocedo arrastrándome por el suelo, las lágrimas pican en mis ojos y no soy capaz de contenerlas. Me levanto aun desequilibrada, alcanzo la puerta y la abro. Una última mirada hacia atrás, para mirar a Cristal. No quiero dejar su cuerpo en este lugar maldito. Pero Danny tiene razón. Ya no puedo salvarla. He hecho todo lo que he podido.
Salgo a gatas y cierro la puerta de una patada.
El padre de Cristal está de pie en el camino, y sonríe al verme. A mi también me alegra verlo. Voy a enloquecer, ahora estoy feliz de ver a los muertos.
Me levanto y corro por la carretera de tierra, mientras la casa cruje detrás de nosotros. Lo que sea que se esté desatando allí, mantiene encerrado también a Miguel.
El sendero se ve lejano, una proyección de mi mente o una realidad sostenida por las almas malditas. Sea como sea, tengo la sensación de que nunca llegaremos a salir de aquí.
Una mirada sobre mi hombro y ahora lo que se ve inalcanzable es la cabaña.