Epílogo
Epílogo

Danny
El destino es caprichoso, siempre encuentra un camino de regreso, tanto mi madre como Anabel están muy cerca de colisionar con su pasado. Toda una vida huyendo de sus errores y al final Esther regreso. Su liberación hacia el plano terrenal no es algo que se pueda detener, ya no. Lo que si…
—¿Crees que lo sepa? —la voz de mi madre tiembla.
Nunca tuvo tanto miedo como ahora, ni siquiera mi descontrol de tiempo atrás la hizo estremecer como el retorno de Esther.
El secreto mejor guardado. Ambas siguieron su vida con normalidad, con la plena certeza de una verdad oculta en aquella antigua casa. Ni siquiera aquellos que llaman hijos de la muerte supieron lo que realmente pasó. La muerte de Esther fue atribuida a Amelia, un alma maldita que en primer lugar causo la muerte… pero no la de Esther.
No. No. De este lado, no existen secretos. Mis ataduras con Amelia me llevo a conocer muy bien a esa antigua amiga de mi madre, cada uno de los chicos que se suicidó
después de aquel juego en una casa abandonada, cada uno de ellos involucrados para una finalidad, encarnar. Pero Amelia nunca se percató de que Esther tenía un aura mucho más negra que la suya propia.
Cada una tenía sus propios planes, en la misma dirección, y una fue más astuta que la otra. Esther tenía más que una promesa por alcanzar, encarnar no era su única aspiración, por el contrario, su venganza fue su empuje para recolectar las almas suficientes para tener más oscuridad, lo suficiente para encarnar en contra de la naturaleza. La magia existe y en ocasiones causa daños irreparables. Para ella no hay
retorno, su pureza se agotó hace mucho tiempo.
—No lo creo. Ella solo quiere regresar como se lo prometimos —responde Anabel observando la fotografía de su hijo, desliza los dedos por el rostro sonriente de Robert.
Han sido años jugando con la vida de los demás, haciendo promesas que no pudieron cumplir, aportando su grano de arena a los planes de Esther, destrozando la vida de inocentes… Ahora sabe lo que se siente perder. No quiso liberarme porque eso representaba enfrentar a su amiga muerta y a ese secreto que junto a mi madre se han encargado de silenciar, olvidar… Fue una pésima elección Anabel, la peor de todas. Evitarme y creer que nunca podría alcanzarla, un error. Es una pena que él haya tenido que morir, realmente me agradaba pero las circunstancias no estuvieron a su favor.
—No sé Anabel, tengo mis dudas —replica mi madre acobardada. Tan fácil que hubiera sido pedir ayuda madre. Te hubieras ahorrado tanto, y quizás mi vida hubiera sido otra… —Miguel pudo haberlo descubierto.
—¿Por qué lo piensas?
Deslizo mis dedos por la espalda de Anabel, con una suavidad aberrante que la hace girar en mi dirección. Sus ojos cubiertos por un velo de melancolía. Es una mujer a sus cincuenta y tantos, pero la piel que la recubre ha recibido todo el daño que ha causado, cada una de sus brujerías se le devuelve poco a poco. Inspecciona la pared buscándome, pero solo podrá mirarme cuando yo lo decida.
—Oculto las verdaderas razones de la muerte de su cuñado, ningún hijo de la muerte sabe cómo murió Nicolás. ¿Eso no te causa temor?
Anabel deja la foto de su hijo a un lado sobre la desgastada colcha. Ambas se han refugiado en un cuarto incomodo como dos fugitivas. Solo que irónicamente huyen de la muerte.
—Si ese fuera el caso. Ella vendrá por nosotras Elizabeth.
Nada lejos de la realidad. Anabel sigue buscándome, sabe que estoy aquí.
—Va a matarnos —mi madre tiembla—. ¿Qué tanto buscas en esa pared?
Me inclino hasta quedar a escasos centímetros del rostro de Anabel. Ella es incapaz de moverse, sus se encuentran con los míos aunque no puede verme, aun.
—Alguien más está aquí —sus labios se mueven con débil pero perceptible temblor.
—¿Quién puede ser? —inquiere mi madre. Ella también mira en mi dirección, toma un poco de aire con los labios entre abiertos—. Danny ¿eres tu hija?
Permito que me vean.
—Bu —susurran mis labios.
Anabel se impulsa de espaldas hasta golpear la colcha con la mano en el corazón.
Latidos frenéticos que podrían causarle la muerte.
—Danny ¿por qué lo haces? —mi madre toma las manos de Anabel y la ayuda a sentarse de nuevo. La mujer está muy pálida y su corazón débil. Un susto más y estará lista.
—Esther quiere regresar, pero eso ya lo saben.
—Mataste a mi hijo —reclama Anabel. El esfuerzo de alzar la voz lanza hincadas de dolor en su pecho como si fueran aguijones.
—Sí, lo hice. Ahora vine por ti. Tú, comenzaste todo, tuviste la idea de jugar en una casa abandona y cuando no pudiste con el alma que despertó no hiciste nada para evitar que otro murieran… Todo lo contrario, para salvarte decidiste que alguien más tenía que morir y obviamente no serias tú, tampoco mi madre, entonces, mataron a Esther. Una cadena de malas decisiones.
—Danny tú debes ayudarnos hija —suplica mi madre.
—Y ustedes dos debieron liberarme. Ninguna de nosotras obtuvo lo que deseaba, solo Esther alcanzara esa promesa que le hicieron y para eso, Anabel tiene que morir.
Ahora lo entiendo.
Tú eres luz y yo oscuridad. Solo tú hermana me puedes liberar.
Resiste Danna.

Fin.

Fin.
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Nos leemos en el tercer y último libro de la trilogía Alma liberada
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Editado: 25.01.2021