Capítulo 10:
Trato con la muerte
Un corazón débil,
es fácil de poseer...
Danna
Miguel lleva un par de minutos observando recortes de periódicos viejos. No se ha dado cuenta de que estoy aquí.
Todos los recortes que se encuentran esparcidos por el mesón de baldosas negras, relatan la muerte de tresadolescentes en circunstancias que la policía nunca pudo esclarecer.
Intento obtener un poco más de información, pero él recoge todo con frustración. Devolviendo cada recorte a una caja sobre el mesón.
Una fotografía cae al piso, a mis pies. Hay seis adolescentes sonrientes. Mis ojos se detienen en un rostro en específico, unos ojos azules cristalinos me observan a través del papel. No se trata de Estela, por el contrario esa persona tiene el cabello castaño, pero se parece mucho a ella. Antes de que pueda mirar los otros rostros de la fotografía, Miguel la levanta y la devuelve a la caja.
—No deberías mirar fotografías ajenas —dice dándome la espalda. Ya se ha dado cuenta de que estoy aquí.
—No ha sido mi intensión —me disculpo. Aunque si tuve toda la intensión de echar un ojo sobre esas fotografías, lástima que no fue mucho lo que pude ver. —Sin embargo, ¿son de cuando eran jóvenes?
Mi pregunta se queda sin respuesta.
Miguel se levanta, toma la caja y pasa a través de mí. No está de humor para hablar. Fue en cuestión de segundos y aun así la sensación me perturbo. Me quedo titilando como si fuera una bombilla con muy poca energía.
Porque tendría que hacer eso cuando hay tanto espacio para pasar.
—Debes regresar pronto a tu cuerpo Danna —Estela pasa a mi lado. Se sirve una taza de café y toma asiento justo frente a mí.
Una sombra negra cubre sus ojos, según su aspecto no ha dormido nada bien, o nada. El cabello negro lo lleva recogido en una desastrosa dona.
—He tenido una charla con Danny, y fue de todo menos convencional —el azul de sus ojos se despierta de su ensoñación con picardía.
—Cuéntame —me cruzo de brazos. Ella no se encuentra bien. Algo en esta casa no está bien. Permanezco en silencio, así que ella continúa: —bien, tenías razón. Fue una pésima idea intentar trasladar a Cristal en auto. Casi chocamos a unas pocas cuadras de aquí y nos tocó devolvernos. Lo que pasa con Cristal no es algo… digamos que normal. No he dormido toda la noche dándole vueltas al asunto. Ahora cuéntame cómo estuvo, necesito otra cosa en que pensar.
Hay suplica en su voz. También, me está ocultando algo.
Puedo jurar que tiene que ver con las fotos, y Cristal. Ocupo el asiento que Miguel ha dejado libre. Dejo que mis brazos se extiendan sobre la mesa.
—Le hice dos visitas a mi hermana, en la primera encontré con Danny, gloriosa en mi cuerpo destripando un pequeño gatito.
Estela estuvo a punto de escupir el sorbo de café que acaba de ingerir.
—Tu gemela comienza a desestabilizarse, ya no se siente cómoda en tu cuerpo…
—Ya lo sé —la interrumpo—, destripar al gato la hace armonizar en sí misma. Algo así como practicar yoga.
Pensándolo bien es como si fuera su forma de pedir ayuda en silencio.
— ¿Qué dijo exactamente? —su mirada cierne sobre la taza que va a sus labios.
—Dijo, que necesito hacer algo sobre nuestra situación rápido, o podría cambiar de opinión sobre los niños. Ella no parece querer lastimarlos.
—El tiempo que ha estado viviendo tu vida, le ha devuelto la conciencia. Comienza a llenarse de remordimiento, de dudas sobre lo que hace y ha hecho—. Sus dedos se deslizan por el borde de la taza—. Es más débil. Entrar y afianzarse en tu cuerpo ha aflorado muchos cambios en ella. Danny no tiene cinco años.
Su silla rueda sobre las baldosas dejando un sonido estridente. Estela no se encuentra bien, arrastra sus pies hasta el fregadero y deja la taza.
Sus manos se mueven en busca de la esponja, pero en el momento en que la toma la deja caer. Se aferran al borde del fregadero deseando derrumbarse, y al mismo tiempo intentando sostenerse en una sola pieza.
—Puedes contarme lo que ocurre.
—No, ya tienes suficiente con tus problemas como para recargarte con los míos —suelta el fregadero. Sus pies se mueven lentos por la cocina, mientras se acaricia la sien.
—Estela ¿tienes alguna idea de lo que posee a Cristal?
—Es una mujer…
— ¿No se deja ver? —no se mucho de brujería pero si yo estoy cubierta por un manto negro según ella, entonces Cristal esta sepultada en un hueco para que ella no pueda ver nada.
—No, Danna. No tengo idea de lo que acecha a mi hija. Mi hermano está muy extraño. Ella visito la casa de Anabel y no sé qué encontró allí. Además, y como si no fuera suficiente, se supone que tendré un demonio tocando mi puerta muy pronto. Esto es un maldito desastre.
Toma un respiro. Lo ha soltado todo, con una mano en la cadera mira al techo.
— ¿Te siente mejor?
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Editado: 25.01.2021