El secreto de mis labios
son tus besos de frutilla.
Por tu risa blanca marfil
son tus mis versos presente.
un 14 de febrero a
la Basílica de Luján llegué
a pedir luz para mi alma
y fe para agradecer.
En aquel instante las
gárgolas horrorizadas
se echaron a volar.
En la atmósfera se percibía
la energía del mortal sin igual.
Un hombre sin rostro levitaba
sobre las aguas calmas
del río Luján, mi esencia
en la inmensidad del universo
como un ángel destellante,
atrajo la serenidad del
místico en cuestión.
Con la agilidad de un rayo,
perenne pozo frente a mí,
tomó mis manos levantó
mi cabeza y mi beso mi frente.
Por aquellas manos que
dejan huellas de misterio.
Por aquel beso
de canela miel
mi cuerpo se iluminó.
Campana contra campana
repiquetean en el
viejo campanario al son
de mi niño corazón.
Yo sentí por ves primera
mariposas voraces devorando
curiosas mi estómago,
mis entrañas quedaron
poseidas por el miedo
¡de su olvido!.
Aquellos débiles
lepidopteros hambrientos
de un rapto secuestraron
mi emoción en coraje
para saltar a su cuello con
estremecedor abrazo.
Se dejó llevar por las caricias
de mis manos, el roce
de mis labios apasionados y...
Al instante percibí en su cuerpo
la plenitud del goce.
Sus átomos ardían
consumiendose en
su propia fogata.
Estremeciendose nuestros
cuerpos subconscientes,
descubrimos el deseo
del uno por el otro...
Nos encontró el amor.
Aprecie la finitud
entre lo amoral y
pecaminoso de mis
bajos instintos.
De la magia inexplicable
del misterio de amar.
En éxtasis nuestros cuerpos
se fundian en el fuego del placer.
Descubrí la primavera, el arco iris
y la vida después de la muerte
de cada frenético orgasmo.
Como eyaculación precoz
fue el anhelo de
la felicidad perfecta,
en su búsqueda irracional
de un rostro, para calmar
su vanidad lo llevó a ofrendar
su corazón por un de mejillas
y yo en mi ego,
ofrende nuestro amor,
por un poco de lumbre
para mi alma.
Entre tempo y tiempo
despertamos.
El luce un perfecto rostro
en un cuerpo sin corazón.
Yo soy dueña de mi luz
más no de su gran amor.
Errantes en el universo
somos dos extraños peregrinos,
mendigando en cada galaxia
un pizquin de sobras de amor.