Alma Perdida

CAPÍTULO VI

Violeta se encontraba en la biblioteca de la escuela, cuando la alarma de su celular comenzó a sonar, su siguiente clase estaba por iniciar. Al salir del lugar, alguien comenzó a llamarla.

      -Vi!!-. Daniel se acercaba rápidamente hasta ella. –Acabo de hablar con Yaneth, me dijo que no tendrán su última clase, y yo ya he salido, así que hoy llegaremos temprano a casa… que tal noche de películas?-. La verdad era que él estaba preocupado por las constantes pesadillas que tenía su hermana; quizás si pasaba más tiempo con ella descubriría cual era el problema.

      -De verdad!-. Contesto emocionada. –Qué bueno, no tenía ánimos de entrar a la última-. Cuando termino de decir esto, sintió como alguien colocaba un brazo sobre su hombro, al mirar vio como Leo le cerraba un ojo.

      -En ese caso, porque no vamos mejor al billar de enfrente-. Dijo Leo mientras tomaba la mochila de Violeta para ayudarla. –Vi? es un lindo apodo, aunque creo que te va mejor tu nombre completo.

      El rostro de Daniel se ensombreció por completo en cuanto vio como ese sujeto tocaba a su hermana;

      Violeta observo como el comentario y la actitud de Leo molestaron a Daniel; no sabía que decir para relajar el ambiente, por lo que tal vez el billar no era tan mala idea.

      -Soy una grosera, perdón… Leo, este es mi hermano, Daniel.                                       

      -No estoy seguro pero, ya nos conocíamos cierto?...-.. Pregunto Daniel mientras tomaba por el brazo a Violeta, para después abrazarla. De alguna forma solo podía pensar en cómo alejar a su hermana de él. Lo que ahora sentía era una rabia contenida de años, cosa que era inexplicable.

      -Mmm… no lo creo, estoy seguro que no me olvidaría de alguien que tuviera una hermana como ella. – Respondió Leo con cinismo.

     -Al billar de enfrente eh??-. Pregunto Daniel sin disimular ni un poco su enfado.

      -Acabas de decir que no tienen la siguiente clase-. Leo adopto una actitud desafiante, pero luego sonrío tranquilamente. –Y por una vez que yo me salte la mía, no creo haya problema.

      -Vamos Daniel!-. Violeta le miro a través de sus grandes pestañas, sabía que su hermano jamás rechazaba algo que le pidiera de esa manera. –Es una buena idea, digámosle a los demás, si?!.

      Daniel se quedó pensativo unos instantes antes de dar su respuesta.

      -Supongo que es una mejor idea que la noche de películas…- Al final,  aunque de mala gana, sonrío y  acepto.

      No paso mucho tiempo cuando todos llegaron al lugar, pidieron algunas cosas para cenar y empezaron el juego. Leo pronto se ganó a la mayoría, su desinhibido carácter junto con su buena apariencia eran la combinación perfecta para hacer amigos; a excepción de Daniel, quien le miraba con recelo, y parecía vigilarlo constantemente.

      -Rayos!-. Grito Esteban. –Has ganado de nuevo.

      -Claro, soy bueno en esto, nadie me puede ganar-. Replico Leo orgulloso de si.- Bueno en realidad…si existe alguien mucho mejor que yo.

      -Bromeas, quien?!-. Pregunto Yaneth bastante intrigada

      -Mi hermano-. Leo se encogió de hombros y después se acomodó para su siguiente jugada.

      -Crees que quiera venir?-. Marta miro de manera traviesa a Violeta, era una de las pocas personas que sabían que el Profesor David era el hermano al que Leo se refería; y la única enterada del extraño encuentro que tuvieron en la biblioteca.

      -Es cuestión de hablarle-. Leo saco su celular del bolsillo, y mientras marcaba, se fue a sentar a un lado de Violeta. –Estoy en el billar frente a la escuela, deberías venir…si, ella está justo a mi lado… excelente…-. Leo le dio una sonrisa burlona a Violeta. –Nos vemos entonces. Prepárense viene para acá.

      Había pasado cerca de media hora desde la llamada, cuando llego David al lugar. Tenía puesta una chamarra de piel color café obscuro, playera gris (que ajustaba lo suficiente para mostrar su cuerpo espectacular), jeans rotos y botas estilo jeep del mismo color de la chamarra; se veía mucho más joven que cuando usaba traje, quizás ahora aparentaba su verdadera edad. La mayoría se sorprendió al verlo, les resultaba extraño ya que se trataba de su maestro, lo que provoco que se pusieran un poco tensos; pero en cuanto él se dio cuenta, realizo algunos cuantos movimientos en las mesas de billar, que le valieron lo suficiente como para romper el hielo.

      Al cabo de un rato, Violeta se alejó un poco y se dirigió a la barra.




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