—¡Vengan todos! ¡Tenemos nuevas reservas!
El grito alegre de Kyle resonó por la mañana, no supo cuánto había dormido, ni si esa era en efecto la mañana al día siguiente de su despertar.
La falta del sentido del tiempo era algo muy difícil de superar.
Levantándose de esa cómoda cama, Sean estiró su cuerpo aún adormecidos, luego una vez que todos sus sentidos estaban funcionando se ocupó en buscar a Aria.
No estaba dentro de la celda. Pero encontró uno de los almohadones tirado en el suelo.
«Es una gata muy terca»
Su inconfundible aroma persistia, una mezcla de hielo y musgo, frío, todo en ella era frío.
El felino ronroneó en su mente, a gusto de envolverse en ese exótico aroma.
La luz de la lámpara estaba apagada, lo único que iluminaba la celda era la salida que se dirigía al interior del cubo. Así que, se apresuró a ir afuera, saltó los escalones de dos en dos y cuando pisó el suelo recubierto de pasto húmedo, se encontró con que todos los demás estaban reunidos en torno a algo.
—¿Qué sucede? —le preguntó a Evan al verlo aparecer desde otra salida subterránea.
El joven no le prestó atención, su mirada la dirigió hacia la mujer de cabello negro y ojos azules como el hielo.
—¿Qué sucede? —volvió a preguntar con más fuerza.
—¿Qué? Oh, lo siento Sean no te oí —nervioso, cambió el objetivo al punto donde los demás estaban reunidos—. Nos han dejado nuevas provisiones.
—¿Cuándo?
—Supongo que anoche, mientras todos dormían.
—Dijiste que no había forma de entrar ni salir de aquí.
Evan lo miró, sus intensos ojos azules reflejaron poder, una fuerza apenas perceptible y que sólo fue algo fugaz.
—Si, lo hice —respondió con tranquilidad—. La única parte fuera de nuestro alcance es el techo, creo que de ahí nos bajan los suministros. Ven, debe de haber algo para ustedes.
Sean siguió a Evan hacia la reunión, se detuvo al lado de sus amigos, volteó a ver a Aria pero ella seguía en su lugar, alejada de todo.
—Roger, esto es tuyo —oyó decir a Kyle—. Esto es de Alana, esto es de Xandiri, Xander ven por lo tuyo.
Comenzaron a dispersarse, cargando cajas grandes y pesadas yendo directo hacia sus salidas.
Vio a Kyle parado habilmente sobre una enorme caja de madera abierta, que era casi de su altura. El lobo saltó adentro, su voz sonó ahogada cuando exclamó:
— ¡Sean y Aria! ¡Esto es suyo!
Una caja se elevó hasta balancearse en el borde, él dio un par de golpes para indicarle a Kyle que la soltara. El peso no logró desestabilizarlo, pero tuvo que obligarse a flexionar su columna para resistir.
— ¿Qué hay aquí? ¿Ladrillos?
Evan río, cargaba una caja más pequeña.
—Comida, ropa y botellas de agua. Si eres de comer en abundancia, estarás en una eterna dieta, esto debe durar una semana a cada pareja o individuo.
El joven se alejó hacia su celda, Sean buscó la figura de Aria, ella estaba alejada hablando con Willow, al verlo acercarse le hizo un gesto para que se fuera. La rubia asintió y con prisa se acercó a Evan para ayudarlo.
— ¿Qué es eso?
—Suministros.
Reprimió las ganas de decirle que bajara con él a la celda, cuando se trataba de ella tenía que medir sus palabras, aunque por dentro guardaba mil cosas que ansiaba decirle.
Con cuidado bajó los escalones y en el interior, depositó el pesado objeto en el suelo, con sus garras arrancó las maderas de la tapa. Bolsas de alimentos de gran conserva se encontraban ubicados en un extremo, botellas de agua en el otro, diversas prendas estaban dobladas con presición en el espacio que quedaba.
Tomó un vestido de anchos tirantes, escote ondulado, corsé y falda libre, negro como el carbón y suave como la seda.
—Apuesto que te quedará bien.
La glacial voz de Aria lo sobresalto, apoyada sobre el marco de la salida. Sus bellos ojos miraban al vestido con repulsión.
—Es precioso —dijo—. Pero no es de mi talla, creo que a tí te sentará mejor.
Un sonido de molestia se escapó de sus finos labios.
A Sean le encantaba pincharla con su actitud para ver sus reacciones, pero por desgracia, Aria reaccionaba a él justo con lo que no quería ver en ella.
Furia, rechazo e indiferencia.
—Haré trizas ese vestido antes de que toque mi piel.
« ¿Me harás lo mismo a mí?» pensó, agradecido por el control que tenía sobre su lengua, y por el instinto de auto preservación que lo mantenía alejado de su temperamento.
—Como quieras, hay más ropa para ambos, también tenemos agua y bolsas de comida.
Arroz, algunas legumbres y muchas variedades de fideos.
Pero nada de carne. Gimió en su interior, ni al felino ni al hombre le agradaba la idea de no volver a comer carne.
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Editado: 23.02.2019