— ¿QUIERES DECIR QUE hay más clanes de los nuestros?
—Quince más el mío.
A Sean le importaba muy poco cuántos cambiantes leopardos de las nieves existían, lo único que le importaba en el momento que caminaba junto a William era idear la forma de usarlo como saco de boxeo.
No se fiaba ni un poco de su "Trato" mucho menos de las palabras que salían por su boca.
El gruñido del puma era una constante en su mente, alerta, amenazador y molesto, el felino se mantenía listo para atacar en cualquier momento.
Su único obstáculo... Aria. Y el plan que esperaba por iniciarse.
Realmente no comprendía muy bien el porqué de su decisión, de pronto la mujer y su comportamiento le pareció extrañas.
¿Dónde quedó la mujer que era recelosa hasta con su propia sombra?
¿Por qué había aceptado que William se uniera al equipo?
—Todo este tiempo creí que éramos los últimos —la voz de Aria le obligó a prestar atención a sus palabras.
—Existen más, muchos, ocultos para el resto del mundo.
Sean suspiró.
— ¿Y tú cómo sabes eso? —inquirió en tono frío.
—Kreiger controla a todos los clanes de leopardos de las nieves, primero les da apoyo económico, luego oculta toda la información del clan y finalmente los manipula para ser su líder.
— ¿Kreiger es un alfa? —Aria preguntó.
Había demasiado interés en su voz, y eso le molestaba.
—No, Kreiger es un manipulador que está en contra de la sociedad de clanes.
— ¿Cómo terminaste siendo su lacayo y matón personal? —Sean preguntó mirándolo fijo.
Frunciendo el ceño con evidente molestia, William mostró sus dientes.
—Llegó a mi clan cuando mi alfa estaba enfermo, en ese tiempo éramos veinticinco y atravesábamos una severa crisis, yo era el lugarteniente que tomaría el mando pero Kreiger me convenció de esperar porque era demasiado joven. Abasteció al clan con dinero y canceló nuestras deudas, luego me tomó como su sirviente y ejecutor, cambió la información del clan en la ACC y me mantuvo lejos durante quince años.
— ¿Por qué seguiste con él? —Aria se detuvo al llegar a la camioneta—. Podrías haberlo denunciado.
—Me amenazó con destruir mi clan, por eso he esperado y ahora gracias a ustedes me lo he sacado de encima, y por fin puedo planear algo para aniquilarlo.
Aria miró a William a los ojos, ese brillo de hielo, tan familiar, mantuvo a Sean al borde de un ataque de imprudencia.
—Un sólo paso en falso y no vivirás para contarlo —dijo amenazante—. Sube en la parte de atrás.
—Oye, un momento —protestó—. Es mi camioneta.
Aria volteó a verlo, casi al instante el hielo de su mirada se desvaneció reemplazado por un brillo que no era capaz de explicar ni comprender, pero que lo mantenía estático en su lugar.
Sencillamente Aria podía detener a una bestia salvaje con una simple mirada.
—Es prestada —ella dijo con tono burlón—. Ahora deja de quejarte y conduce.
No le dio tiempo de respuesta, se subió y cerró la puerta. Algo abrumado rodeó el vehículo, la molestia regresó cuando escuchó la risa sofocada del traidor en la parte trasera de la camioneta.
—Cierra la maldita boca o haré que te tragues tu lengua.
Se metió en el interior cerrando con un golpe, arrancó sin considerar la marcha y aceleró esquivando un par de peatones.
—Sean, conduce como una persona normal o nos matarás.
—Bien podría hacerlo para variar —respondió con sarcasmo—. Así nadie se toma la molestia de volver a hacerlo por mí.
— ¡Deja de actuar como un niño!
— ¡¿Cómo quieres que reaccione?! —gritó.
El aire se volvió insoportable, escuchó un sonido que se asemejaba a un gruñido, pero no supo si fue su puma o ella.
—No esperes que acepte con una sonrisa de oreja a oreja la ayuda de ese infeliz ¡No confío en él!
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Editado: 23.02.2019