— ¿POR QUÉ tardan tanto?
El tono impaciente de Alena estaba colmando la poca paciencia de Aria, otro día había pasado. Pero iba a ser diferente de los anteriores, porque ese era el día de revisión de diagnóstico.
Dos médicos y un par de enfermeros habían entrado a la habitación hacía un poco más de media hora. La espera era una tortura para las personas que estaban en un extremo del pasillo, algunas conocidas y otras extrañas, todas se aglomeraban cerca de Emily y Luke, reconfortándose, dándose aliento, diciendo que todo iba a estar bien.
Aria se mantenía distante a unos metros, pero seguía atenta a lo que ellos hacían, su único soporte era la mujer que estaba de pie junto a ella.
Kaylee.
Aunque ella sostenía su mano, sus ojos grises estaban fijos en su pareja sentada en una de las bancas de plástico.
Un pensamiento llegó a su mente justo cuando los doctores salieron.
— ¿Cómo está? —Emily se acercó al hombre de mayor edad— ¿Ha mejorado?
Desesperación y angustia era lo que guiaba sus acciones pues se había aferrado al uniforme del médico.
—Cálmese señorita —tiró de sus manos con gentileza y la hizo retroceder.
— ¡Es mi hermano! —Exclamó su voz se enfureció y al siguiente instante decayó—. Mi hermanito...
— ¿Cuál es su estado? —Luke preguntó levantándose para abrazar a Emily—. Dígalo de una vez.
—Me gustaría decirles lo que quieren oír. —Suspiró y revisó algo en su anotador digital—. Pero no puedo. Lamentablemente el paciente no demuestra signos de actividad neuronal a pesar de que hemos reducido la hinchazón en la parte de su cerebro que fue afectada por la compresión de la rueda y el casco, me temo que el diagnóstico es muerte cerebral.
— ¡No! ¡No! —Emily gritó agarrándose su cabello— ¡Es un error! Debe serlo ¡Revísenlo de nuevo!
Aria vio como una a una, las personas bajaban la mirada y se refugiaban en un consuelo ajeno.
Incluso la ácida y sarcástica Alena había dejado caer un par de lágrimas.
Su corazón latía demasiado fuerte a medida que intentaba darle un sentido a las palabras del médico, Kaylee había aumentado la fuerza de su agarre y ella ni siquiera se había dado cuenta.
—Las probabilidades de que despierte son de un diez por ciento. —El médico bajó la mirada un instante como buscando fuerzas para seguir destrozando las esperanzas de todos—. Pero la decisión es suya ahora, esperaremos el tiempo que sea necesario, pero si desean desconectarlo sólo deben buscarnos.
Nadie respondió.
Aria no escuchó la despedida del hombre, ni del acompañante, ni la de los enfermeros que salieron después. El pulso en su cabeza no le dejaba pensar con claridad, y el vacío en su estómago llamaba a las náuseas.
—Kaylee —llamó en un susurro ronco—. Sácame de aquí, necesito aire.
Kaylee puso su brazo alrededor de sus hombros y le instó a apoyar su peso sobre ella, la giró y en ese movimiento un estallido en su cabeza le hizo ver puntos rojos.
—Kaylee ¿Necesitas ayuda?
La voz de Luke se escuchó como un eco.
—No, yo puedo, debo sacarla de aquí.
Aria se estaba sofocando en un calor agobiante y para cuando lograron estar fuera del hospital evadiendo cualquier profesional preocupado, Kaylee la dejó descansar en el asiento de una camioneta.
El olor de un puma se filtraba en su olfato y eso aumentaba el dolor en su pecho.
—No te ves bien Aria, déjame llamar a un médico.
Forzó su mirada a encontrarse con sus ojos llenos de miedo.
—No... Necesito agua...
Apoyó su cabeza en el asiento, el aire frío no era suficiente para sofocar el calor en su interior. Subió todo su cuerpo a la camioneta.
—Avisaré a Riley —la escuchó murmurar.
Kaylee se subió del otro lado, tocó su frente mientras le daba agua en una botella.
—Estás en llamas —pasó su cuerpo por encima del suyo para cerrar la puerta y bajar la ventanilla—. Tengo un analgésico, eso deberá ayudar.
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Editado: 23.02.2019