Capítulo 7 Lago de secretos.
Recuerdo que Sam me ayudó a subir al auto, recuerdo que condujo más rápido de lo que debía y como las luces de la calle se veían borrosas a través de las lagrimas que empañaban mis ojos y bajaban por mi rostro. No lograba mantener la calma pese a sus intentos, mis manos aún temblaban y mi cerebro me decía que tenía que recomponerme antes de poner un pie en ese hospital, no debían verme destruida, debía ser fuerte para sostener a mi pequeña familia, pero ¿cómo podía ser fuerte cuando sentía que toda mi vida se derrumbaba?
Al llegar todo a mi alrededor aún daba vueltas, sólo podía mirar hacía adelante e intentar encontrar a mi familia lo más rápido posible, pero no logré emitir una palabra más allá de mis sollozos desde la noticia, el simple hecho de pensar en mi padre en ese estado, en el dolor que sentía mi madre, en el pobre corazoncito de Maggie que debía sufrir esto siendo tan pequeña me hacía un nudo enorme en mi garganta el cual solo podían atravesar los sollozos y las palabras entrecortadas, y él se mantuvo firme a mi lado en todo momento.
Del otro lado de la sala de espera había un desenfadado cuadro pintado en acuarelas, un bello paisaje con una pequeña casa junto al lago y las montañas deseaba transportarme a un lugar así y que la situación que estaba viviendo solo sea una simple pesadilla de la que pronto pudiera despertarme.
—Em, acabo de hablar con la enfermera, debemos ir a la sala intensiva en el primer piso— escuché a Sam sacarme de mis pensamientos con una dulce voz, cuidaba sus palabras para no mencionar a mi padre, no diría que mi padre se encontraba en cuidados intensivos por que sabía que las lagrimas llegarían antes de que terminase su oración, simplemente lo seguí.
El ascensor tardó un siglo en llegar al piso, o al menos así lo sentí, y al salir las vi.
Mi madre sostenía a Maggie dormida en sus brazos y en sus rostros se podía ver que habían estado llorando tanto como yo, pero ella no podía romperse, se encontraban junto a dos hombres que no pude reconocer en un primer momento.
—Cariño—sollozó mi madre apesadumbrada, sus palabras se cortaron en ese instante, lentamente recostó a Maggie en el sillón y se acercó a mí.
—¿Qué ha pasado mamá? — la abracé. — No lo entiendo, ¿Cómo sucedió?, ¿Dónde está papá?
—Tu padre volvía de un viaje de negocios en Boston, Maggie insistió en prepararle una cena especial y lo esperamos Em, por horas, nunca regresó. Luego recibí una llamada y supe que algo estaba mal, encontraron volcado su auto en la carretera—contó mi mamá como pudo mirándonos a Sam y a mí.
—No lo entiendo, ¿chocó con alguien más? —sentí una mano de Sam en mi hombro.
—Eso es lo extraño, no había nadie, ningún testigo del accidente… no lo sé Emma solo espero que despierte, los médicos no saben…—se detuvo mirando a mi hermanita y me dedicó una mirada llena de pena.
—Quiero verlo—exclamé.
—Cariño, los médicos lo dejaron en coma inducido.
Una parte de mí lo sabía, la otra aún esperaba que mi padre se levantase de la cama al día siguiente y me diga que todo estaba bien. Caminé hasta la puerta de la habitación y me avasalló el ruido de las maquinas que mantenían con vida a mi padre, allí estaba y lo que mas deseaba era que siga conmigo, no me concentraba lo suficiente en las heridas, por mucho que soportase esas situaciones todos sabíamos que había una razón por la cual los médicos no pueden tratar a sus familiares, el corazón pesa más que la mente.
—Papá… prometiste que te cuidarías—sollocé, una pequeña manito sostuvo la mía. Me encontré con los grandes ojos de Maggie llenos de esperanza, la inocencia que muchos habíamos perdido ella la tenía toda reflejada en su dulce mirada, como si intentara decirnos que todo estaría bien.
Sostuve a mi hermana en brazos sentada a un lado de la cama de mi padre por un rato, observé que Sam cruzaba miradas con uno de los hombres que pronto reconocí como el reverendo Byrne amigo de mi padre, le dirigí una mirada curiosa y me siguió hacia afuera de la habitación.
—¿Lo conoces?
—No, solo que su cara me pareció conocida— contestó. —¿quieres un café? — agregó.
—Aún no, tal vez luego, tengo una sensación horrible en el pecho—admití.
—¿Tu eres el novio de Emma? —curioseó Maggie sin rodeos. Lo observé sonriendo levemente esperando su respuesta.
—Sí— contestó mirándome a los ojos para luego dirigir su mirada a Maggie— y tú debes ser la linda Maggie— agregó.
—Muy bien Em, me gusta— dijo ella como si no recordara que solo tenía nueve años, me hizo sonreír.
—¿Y tú quieres algo de la cafetería? — preguntó Sam hacía ella.
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Editado: 14.07.2019