Pude ver el coche de Alex estacionar y me alegré de no tener que pasar el resto del día sola, cada semana se turnaban con Lola para traerme los apuntes de las clases, en su intento de que no pierda el semestre.
—¡Emma! — gritó Alex caminando hacia mí y regalándome un abrazo al llegar—. ¿Cómo estás?, ¿Cómo sigue tu padre?
—Fue algo terrible, casi lo pierdo— lloré.
—Estoy seguro de que va a mejorar pronto— dijo sin romper el abrazo.
—No lo sé, ya no sé qué pensar Al.
—¿Dónde está Dagger?, ¿Por qué no está contigo ahora?
—Ha desaparecido, mi padre estaba en paro y el decidió que era un buen momento para desaparecer, no quiero verlo.
—¡Lo sabía, es un maldito imbécil!
—Estoy enamorada de ese maldito imbécil
—El amor es una mierda.
—Sé que lo de Lola y Ashton está funcionando, no puedo estar del todo contenta por ella.
—No sé por qué lo dices.
—Vamos Al, sé lo que sientes por ella, lo sé desde aquel día que no aceptaste ir al cine con nosotras, y Lola me ha contado que el grupo ya no está unido como antes... y ustedes tampoco.
—Emma no es así—intentó explicar.
—Lo sé, te conozco demasiado, lo que no entiendo es porque aún no se lo has dicho— lo interrumpí.
—No quise arruinar nuestra amistad.
—¿Y no está arruinada ya? No pierdes nada por intentarlo.
—Ella es feliz con Ashton.
—Sería más feliz contigo.
—Lo dudo.
—Eres un idiota— sonreí.
—Supongo que el amor nos convierte en completos idiotas.
—Creo que eso ya está comprobado.
Alex sabía ser una luz, una mano que te saca de la oscuridad, y eso fue para mí siempre. Estuvo a mi lado toda esa tarde, y todas las veces que fue necesario para que siga al día con mis estudios. Lola también lo estaba, solo que ya no venían juntos.
Los médicos no supieron explicar la mejoría de mi padre, dos días mas tarde despertó, mientras mi madre lo tomaba de la mano y Maggie dormía a su lado, la felicidad que sentimos fue inmensa, y en ese momento en el que mi padre abría sus ojos y el corazón de mi madre volvía a latir decidí que ninguna verdad era tan importante como para destruir esa familia, talvez no nos uniría jamás la sangre, pero nos unía algo mucho mas fuerte, el amor, decidí no decirles que sabía la verdad y le pedí al reverendo que nunca lo mencione.
De Sam no tenía noticias, Lola me había mencionado que por una semana no se presentó en las clases, tampoco en el hospital, algunas noches cuando mi enojo con el desaparecía tuve la necesidad de llamarlo, y unas pocas veces lo hice, sin respuesta.
Luego de una semana y sin que la ciencia pueda explicarlo dejaron que mi padre vuelva a casa con nosotras, durante mi estadía en el campus deseaba volver a cruzar esa puerta y que el aroma del hogar me invada, no lo había soñado de esa manera, pero al menos estábamos juntos.
—Me ha dicho tu madre que tu novio estuvo mucho tiempo en el hospital—comentó mi padre esa noche.
—Sí, Sam— dije por lo bajo.
—Me gustaría conocerlo y agradecerle por estar a tu lado.
—Ya no nos vemos, no es mi novio.
—¿Te hizo algo?
—Siento que me ocultaba muchas cosas, pero eso no es importante ahora, necesitas descansar.
—A veces ocultamos cosas a las personas que deseamos proteger.
—No lo sé, necesito ir a descansar— dije subiendo las escaleras hacia mi cuarto antes de que las lagrimas se hagan presentes en mis ojos.
A un lado de la puerta de su habitación Maggie me observaba con sus grandes ojos que dejaban ver pena en ellos, y cuando esa clase de mirada venía de ella mi corazón se partía en dos.
—¿Papá ya no tendrá que volver al hospital? —preguntó con tristeza.
—Solo para ver que se pone mejor, pero se quedará con nosotras.
—Tuve mucho miedo de que se tenga que ir al cielo—admitió en voz baja.
—Eso no sucederá pequeña— dije y la acompañé a su habitación.
Cuando por fin estuvo en su cama habló otra vez.
—¿Sammy ya no es tu novio?
—Supongo que no.
—De verdad me caía muy bien— dijo lamentándose.
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Editado: 14.07.2019