Almas antiguas

Capitulo 11: En el infierno

¿En quién pensarás cuando la última gota de vida se escurra de tu cuerpo? Cuando los segundos en este mundo sean más valiosos para ti que todo lo que has conseguido en él ¿Quién estará en tu mente?

 

—Eso sí que ha sido todo un espectáculo—pensó Alex en voz alta sacando mi vista del pesado libro frente a mí.

 

—Desearía no ser la protagonista—dije quitándole mi lapicera de su mano, odiaba que juegue con ella.

 

—Pronto todos van a olvidarlo.

 

—¿Eso crees? —lo miré molesta

 

—No van a hablar de ti todo el año.

 

—No las escuchaste en la clase, ¡ni siquiera se molestaron en esperar a que me fuera para comenzar a hablar de mí!

 

—Más de una hubiese querido clavarle el diente a Dagger—dijo en un tono de voz inapropiado para la biblioteca.

 

—¿Eres tonto?

 

—Lola y yo nos besamos—confesó luego de unos minutos.

 

—¡¿Por qué no me dijiste antes?! —exclamé.

 

—Ya tenías suficiente con lo de la fiesta.

 

—Eres un idiota, ¿Cuándo pasó eso?

 

—Cuando todos se iban nos quedamos recogiendo sus regalos y le pedí que abra el mío—dijo tímidamente.

 

—¿Y? ¡Quiero detalles!

 

—Ella dijo que era perfecto y la besé—comentó levantando sus hombros.

 

—¿Qué los hombres no son capaces de contar estas cosas como corresponde? —reí y lo empujé jugando.

 

—Pregúntale a ella, y luego me cuentas—giñó un ojo.

 

—¡Claro que no! No vamos a jugar a eso.

 

—La peor amiga del mundo.

 

—Tonto, estoy feliz por ustedes.

 

—No quiero arruinar el momento, pero... Eric vendrá pronto.

 

—No importa Al, debo irme de todas formas.

 

—Lo estas esquivando—sentenció.

 

—No puedo lidiar con tantas cosas juntas, lo siento—dije tomando mis cosas para irme.

 

—Avísame cuando llegues, es tarde.

 

—¿Qué eres, mi padre? —reí y lo saludé.

 

Me coloqué los auriculares y la capucha de mi campera al empezar a caminar por el campus, estaba desierto porque una tormenta se aproximaba, el viento hacía que los arboles se agiten constantemente y de vez en cuando me empujaba haciendo acelerar mi paso.

 

Cuando me faltaba poco para llegar un mensaje llegó a mi celular y quité la música deseando que se trate de Sam.

 

Alex: Eric no está enojado contigo, el tipo te adora.

 

Decidí que al llegar le contestaría, tampoco tenía razones para estar enojado, pero no estaba feliz por como habían resultado las cosas esa noche. Comencé a caminar más rápido al sentir que alguien estaba detrás de mí y de vez en cuando miraba alrededor para encontrarme con la calle vacía. Una oleada de miedo se apoderó de mi mientras avanzaba.

 

Justo detrás de mí un golpe seco me hizo voltear en un grito, para encontrar la mirada furiosa de un hombre, la luz era escasa y no me dejaba percibir su rostro por completo, pero sí lo suficiente para sentir terror, me encontraba paralizada.

 

—Así que es cierto—gruñó y voz era peor de lo que habría imaginado.

 

—¿Disculpé? —pregunté dando un paso hacia atrás.

 

Jaló la capucha de mi campera junto con algunos mechones de mi cabello quitándomela.

 

—Eres la primera que ha escapado en siglos—manifestó mirándome con furia.

 

—No sé...—aclaré mi garganta—No sé de que me habla—di varios pasos hacia atrás.

 

Me empujó salvajemente con ambas manos haciendo que mi cabeza choque contra un viejo árbol y rodeó mi garganta con su mano.

 

—¿Cómo lo has hecho? —gruñó.

 

—¡Me está lastimando! —grité—¡No sé de qué habla!

 

Tomó mi brazo derecho y lo apretó bruscamente mientras miraba la palma de mi mano.

 

—Increíble—vociferó.

 

—¡Suélteme! —grité intentando forcejear.

 

—¡¿Cómo has escapado?!

 

—¡¿De dónde?!, ¡No lo conozco, déjeme ir!

 

—¡Del infierno maldita! —golpeó con su puño mi rostro y sentí el sabor de la sangre en mi boca.

 

—¡Suéltame! —grité golpeando con el codo su cara y él apenas lo notó.




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