Almas antiguas

Capítulo 20. Tráeme a la vida. Parte 2

Una nube negra nubló por completo mi visión hasta envolverme en ella, cada una de mis extremidades era amarrada, apretada o golpeada, deseaba llorar, pero el dolor no se comparaba al de la culpa por mi gran mentira.

La nube me arrastró y me chocó con una infinidad de cosas sin que pudiera verlas durante minutos hasta que me arrojó desde las alturas al cemento de un viejo galpón. Levanté mi mirada mientras intentaba reconocer el lugar. Todo mi cuerpo había sido golpeado de cientos de formas distintas. Mi ropa estaba rasgada, intenté ponerme de pie. Mi sangre estaba derrama en el suelo. Identifiqué rápidamente de donde provenía. Mi rodilla estaba rota, un trozo del pantalón había sido arrancado en aquel lugar como un algún animal salvaje me hubiera arrancado el pedazo.

Me puse de pie, mi cabeza daba vueltas y mis mejillas ardían. La caída había causado un corte en mi mentón. Nada de eso podía importar. Comencé a buscar a mi alrededor.

—Me disculpo por la falta de hospitalidad de mis muchachos, en serio debemos trabajar en eso chicos, no pueden tratar así a mis huéspedes—habló mi viejo conocido, el diablo mismo estaba ante mí luciendo un impoluto traje negro.

—¿Dónde está mi hermana? —gruñí.

—¿Dónde están tus modales? —ironizó. —Primero ven aquí, siéntate, te presentaré a la familia.

—¡Quiero a mi hermana, vine aquí por ella! —demandé.

—No sé qué tan delicados pueden ser mis muchachos al traer a la niñita—bromeó y algunos de ellos comenzaron a reír.

—Quiero que se vaya a casa, quiero llevarla a casa con mis padres, sólo eso les pido, luego pueden hacer conmigo lo que quieran.

—Es una mártir, no puedo creerlo, que decepción Belial. Realmente creí que harías algo mejor— habló a un hombre detrás de él, eran casi de la misma altura, como la de Sam y poseían su belleza, los ojos del hombre eran oscuros y su rostro me causaba temor, más que el del mismísimo diablo.

—Sólo eso pido, entiendo que su única solución es matarme.

—No mataría a alguien de mi familia, ya te lo he dicho—contestó cínico, como si aquello sonaría como una completa locura.

—¿Qué dices? —tomé mi cabeza que aún daba vueltas con mis manos. El dolor era insoportable. El diablo se acercó a mí. Di varios pasos hacia atrás.

—Tranquila—dijo y no logré retroceder por más que lo intenté, de alguna forma me controlaba. Puso su mano en mi mentón y sanó aquella herida—Veo lo que ve mi hermano en ti.

—Suéltame—pedí. Él sonrió.

—Únete a la mesa, cena con nosotros—me invitó.

—Sólo quiero a mi hermana—sollocé.

—¿No creerás de verdad que soy capaz de traer a esa niñita aquí con estas bestias, o no? —ironizó.

Mi corazón se heló, me había engañado. Al menos ella no estaba aquí, pero me había entregado en vano.

—Los humanos son tan fáciles de engañar, tan predecibles, tan inútiles, ¿Qué ve mi padre en ellos?

—Eres un maldito.

—Oh no. No te ofendas, tu no eres uno de ellos.

—Claro que lo soy—exclamé.

—Eres mi familia, eres hija de Belial.

—¿Qué? —me estremecí. Me estaban engañando nuevamente.

—¡Aléjate de ella! —una voz inundó el inmenso galpón y resonó en mi cabeza durante unos segundos.

Un imponente arcángel iluminó todo a su alrededor descendiendo hasta el centro del lugar y se paró junto a mí. Cargaba dos inmensas espadas y tenía un gran parecido a Gael.

—Oh por favor—bufó Lucifer.

—Ya es suficiente Lucifer, la chica viene con nosotros—exigió.

—¿Tienes que poner esa voz? —carcajeó— Ridículo.

—Emma, toma mi mano, debes cumplir tu propósito.

—Dirás asesinato—exclamó el ángel caído al que el diablo llamó Belial.

—Todos debemos cumplir nuestro propósito—dictaminó el arcángel.

—Por favor, Miguel, ¿siguen con esa idea de encerrarme?

—Así lo quiere nuestro padre—rugió.

—Eso no lo sabes, no le interesa, desapareció luego del pecado de Samael, creo que deberían empezar por encerrarlo a él—dijo el diablo.

Cerré mis puños con fuerza.

—Ellos te asesinarán, tu puedes salvar el resto del mundo—habló Miguel hacia mí. Era un propósito noble. Pero no podía dejar de pensar en Sam. Realmente lo amaba, deseaba pelear por una vida junto a él.

Aunque luego de las cosas horribles que le había dicho no estaba segura de que él sienta lo mismo. Tal vez ya lo había arruinado todo y no había ningún motivo por el cuál no ayudar a los ángeles a encerrar al diablo.




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