Jueves 7:16am
Tara
Después de pasar la noche tirada en el suelo frío de mi sala, decidí que nada de esto iba a afectarme, es cosa del pasado.
Ya estoy en el buró, vestida con un pantalón negro y una franela del mismo color, el cabello suelto y solo algo de maquillaje, y no se nota que estuve llorando la mitad de la noche.
Estoy en mi oficina revisando los archivos de nuevo. La forense ya identificó los cuerpos de las mujeres detrás de la casa de los Morales, aunque sigue en el proceso de autopsia para determinar la causa de muerte de cada una de ellas.
Hoppes entra a mi oficina algo apresurado, pero va impecable. Lleva el cabello negro revuelto, su piel blanca brilla por la fina capa de sudor que tiene por llegar agitado, y como no, va vestido de negro, como yo, con el arma y la placa colgando del cinturón. He de admitir que tiene una gran figura.
—Lamento llegar tarde— dice y cuando me pongo de pie lo veo abrir levemente los ojos.
—Descuida, aún es temprano— digo con calma, pero él sigue viéndome. — ¿Pasa algo? — pregunto alzando una ceja.
—Eh-eh… no—responde y camina al escritorio. —Solo que hoy te ves hermosa— añade en voz baja.
—Ah. Gracias— respondo algo sorprendida.
— ¿Qué haremos primero? — pregunta y mi teléfono suena. Levanto un dedo en su dirección para indicarle que espere un momento.
—Aquí Louis— respondo.
—Agente, tenemos otro cuerpo— me informa el oficial Expósito.
— ¿Qué? ¿Dónde? — pregunto. Hoppes me mira y frunce el ceño.
—Calle 24 de Comelblack Road— responde el oficial.
—Vamos para allá— digo y cuelgo. Miro a Hoppes. —Tenemos otra víctima—.
Salimos a la dirección que nos dio Expósito. Esto es raro, no esperaba que hubiera un cuerpo tan rápido, la única víctima del caso hasta ahora ha sido Rebeca Taylor.
—Tara, te oigo pensar desde aquí— dice Hoppes.
—Hoppes, los secuestradores no son asesinos— él me mira con una ceja alzada. —Sabes a lo que me refiero, si las están vendiendo significa que son proveedores, no homicidas directamente— le aclaro.
Detesto usar esos términos para referirme a esas mujeres, no son productos que pueden vender a su beneficio, son seres humanos.
—Me inquieta que hasta ahora sus blancos sean mujeres, no ha cambiado el patrón—responde y me mira. — ¿Crees que se trate de un misógino? — pregunta y vuelve a mirar la carretera.
—Escucha, aunque odie decirlo de este modo, esto es un mercado en el que se vende lo que el comprador busca más. La ciudad está llena de todo tipo de psicópatas, asesinos, torturadores, proxenetas. ¿Quién es su blanco principal? Las mujeres, ¿qué es lo que estos traficantes buscarán para complacer a sus compradores? Mujeres — le respondo.
—Si encontramos a estos traficantes y secuestradores podremos acceder a los nombres de sus compradores, y así poner fin a este mercado— dice él con la vista fija en la carretera.
—Estoy de acuerdo — suspiro y luego me viene otra pregunta. — Hoppes, ¿crees que ellos hayan matado a esta mujer? Porque de haberlo hecho ellos, dejaría nuestra teoría por el suelo—.
— Eso lo veremos en el método que usaron para matarla— responde. —No quiero pensar que ya han vendido a esas chicas— añade en voz baja.
— Voy a encontrar a esas chicas aunque me cueste la vida— le aseguro.
Llegamos a la escena y lo primero que sale de mi boca es:
—Maldita sea—.
Hoppes me mira y sonríe.
—La prensa nunca se rinde— dice y esquivamos a los reporteros y camarógrafos.
—Al líder de este “mercado” le gusta recibir atención. Abandonar los cuerpos en lugares públicos lo demuestra— digo mirando alrededor. —Es clásico de un comportamiento narcisista—.
—Quiere que todo el mundo vea lo que hace— añade él. — ¿Qué demonios es eso? — pregunta él y se detiene, su mirada está fija en los reporteros y la gente que se amontona afuera de la escena.
— No puede ser— suspiro.
En medio de toda esa multitud de gente, hay más de dos carteles grandes que dicen: “EL CAZADOR DE PHOENIX VUELVE A ATACAR”
—Acaban de darle un nombre— susurro y en ese momento un reportero se para frente a nosotros.
—Agentes, ¿qué pueden decirnos del cazador de Phoenix? — pone un micrófono frente a mí, Hoppes me mira y yo pongo los ojos en blanco. Me dirijo al reportero.
—Solo puedo decir que estaba buscando atención, y ustedes se la acaban de dar— respondo con enojo. —Darle un nombre no va a detenerlo— añado, me doy la vuelta y salgo de su vista.
—Eso no me gusta para nada— me dice Hoppes en cuanto me alcanza. —Alimentar el ego de ese criminal solo hará que vuelva a cazar, o matar— pasa la mano por su cara con frustración.
—Primero lo encontraremos, luego nos encargaremos de la prensa— replico y trato de calmarme.
Localizamos a los oficiales y nos acercamos a ellos. Al parecer ya metieron a la víctima en la bolsa del forense.
—Bien, ¿qué tenemos? — pregunto.
—Jenny Cortés, 25 años de edad— responde el oficial Ortiz.
— ¿Causa de muerte? — pregunta Hoppes.
— No fue difícil de determinar, disparo limpio en la cabeza— responde Expósito haciendo una mueca.
Los dejo ahí especulando y voy a ver a la víctima. Retiro la bolsa negra y me encuentro con una chica caucásica de cabello rubio. Tiene heridas en todo el cuerpo, que pueden haber sido hechas con algún objeto pesado, sus brazos están llenos de cortadas profundas, al igual que sus piernas, sus muñecas tienen marcas de ligaduras, igual que sus tobillos, y por supuesto, puedo ver el orificio por donde entro la bala a su cabeza.
—Hoppes, estas marcas de soga en sus muñecas y pies son muy intensas, esta mujer estuvo encerrada un largo tiempo— le digo a Hoppes en cuanto se acerca.
— ¿Cuánto tiempo crees que estuvo secuestrada? — pregunta arrugando la frente.