Entró al dormitorio que compartía con sus padres y al cerrar la puerta dio un enorme suspiro. En ese momento se sentía como la peor idiota del universo. Sus padres aún dormían, y aprovechó eso para retirar la nota que les había dejado. Ya no tenía sentido si quiera que sus padres se enteraran de que había intentado huir, y que lo hubiera logrado si no fuera por su estúpida cabeza débil frente a un hermoso chico.
Miró su reloj, quedaban menos de 2 horas para que dieran las 9am, y al menos tenía que hacer algún esfuerzo por arreglarse y dar una buena primera impresión frente a sus compañeros.
—¿Key?—Escuchó la voz de su madre mientras caminaba hacia el baño para tomar una ducha -.
Oh, Keyla, me alegra mucho ver que estás animada y lista para intentarlo. -Sus padres sabían lo que ella pensaba sobre esa academia, y durante el último mes no había hecho otra cosa diferente a discutir con ellos sobre el tema.
Sonrió falsamente al mirarla. —Sí... Estoy lista para recibir todas las ofensas de ese montón de hijos de papi.—Rodó los ojos.
—Si estás con esa actitud será lo primero que pase.
—Podré soportarlo—.Dijo por última vez y entró al baño cerrando la puerta con fuerza tras ella.
Intentaba hacer que sus padres se dieran cuenta de lo mucho que odiaba estar ahí, y que no le hacían ningún bien obligándola a asistir a esa escuela.
Mientras se duchaba no podía dejar de pensar en el chico de la carretera, y de lo mucho que había logrado en él con tan sólo unas palabras huecas y sin interés. Ese chico era probablemente el chico más guapo que había visto en su vida, y su actitud arrogante lo arruinaba todo, arruinaba su hermoso rostro y su glorioso cuerpo.
Su mente estaba apoderada de esos misteriosos ojos verdes, y por cada segundo que pasaba se daba cuenta lo mucho que deseaba conocerlos, quería entenderlos, descifrar el por qué a su actitud cerrada a las personas, o al menos a ella en especial.
Terminó de ducharse y se colocó el uniforme que su madre le había dejado preparado desde la noche anterior. Odiaba tener que utilizar ese horrible uniforme. Llevaban una blusa rojo tinto acompañado de pantalones de vestir ajustados y zapatos negros. Era ropa demasiado elegante con la que tenían que vestir hasta las 6pm por obligación.
Se miró al espejo de arriba hacia abajo y después por toda la parte trasera. Tenía que aceptar que el rojo de la blusa resaltaba el azul de sus ojos y provocaba que su piel luciera más blanca.
No le desagradaba por completo como lucía vistiendo eso, incluso pensó que se veía más linda a lo común. Se acomodó el cabello, se roció un poco de loción y salió lista para enfrentar las estupideces que probablemente sus padres dirían al verla vistiendo ese uniforme.
—¡Oh, por Dios!—Escuchó apenas puso un pie fuera del baño. Su madre fingía emoción extrema.
—¡Hija, te ves hermosisima!—La miraba con mucho orgullo por todos lados, como si no pudiera creer que por fin Keyla pertenecía a esa comunidad.
Su padre de igual manera la miró. —No cabe duda de que ya eres toda una chica Leeds.
Keyla no sentía mucha emoción al escuchar esas palabras, incluso se molestaba porque sabía que sus padres eran conscientes de lo mucho que ella odiaba estar ahí, y era como si no quisieran su felicidad, como si la estuvieran castigando por algo, obligándola a estudiar en esa escuela.
—Voy un poco tarde—.Mencionó, se había tardado bastante en la ducha y apenas tenía unos minutos para llegar hasta el comedor. —Tengo que irme, y ustedes también.
—Esta mañana sólo conocerán al director Simon, a los profesores los conocerán mañana a partir de que comiencen las clases normales—.Aclaró su madre.
—Qué bien.—Dijo sarcástica y fue hacia donde se encontraba su mochila para colgársela en la espalda y tratar de salir del dormitorio sin despedirse de sus padres.
—Hija, que tengas un buen día—Mencionó su padre haciéndola frenar—No sabes lo feliz que nos haces porque intentes esto, te aseguro que te gustará este lugar, y te servirá mucho para tu futuro.
—No lo hago por ustedes, lo hago porque ya no tuve otra opción.—Salió del dormitorio antes de que sus padres pudieran decir algo más. Sentía que ese jueguito de la hija enojada se le estaba saliendo de las manos, pero de alguna manera u otra tenía que lograr salirse de ahí.
La academia no era lo mismo que había sido las últimas semanas que Keyla llevaba viviendo ahí, pues sus padres siendo profesores estaban obligados a tomar cursos de capacitación antes de comenzar el año escolar. Ahora la academia estaba llena de ruido y alumnos caminando por todos los pasillos. Él había tenido mucho tiempo para explorar el lugar, y sabía perfectamente dónde se encontraba el comedor.
Caminó cruzando con decenas de miradas que lo apuntaban como "la chica nueva". Intentó ignorar eso y continuó caminando fingiendo tranquilidad. Llegó hasta el comedor principal y se sentó en el primer lugar disponible que encontró. En esa academia la gente se movía por manadas, y era complicado socializar con ellos porque no acostumbraban a recibir muchos estudiantes nuevos.
Keyla se tomó el tiempo de apreciar a la clase de gente con la que tendría que tratar todo el año.
Las chicas llevaban el uniforme perfectamente planchado, sin una sola arruga o mancha. El cabello perfecto, sus bolsos parecían bolsos de miles de dólares, y su apariencia física era hermosa en la mayoría. Por otro lado los chicos también lucían demasiado bien, y esto le llamó más la atención a Keyla, uniforme perfecto, bolsos perfectos, rostros perfectos. Todo en esa academia aparentaba ser perfecto, y eso era el gran problema de todo, que ella no lo era.
Su apariencia física la ayudaba a disimular levemente, sin embargo su mochila y sus zapatos no eran como la de todos en ese lugar, estaban gastados y viejos. Keyla era probablemente la única alumna becada en esa escuela, y los demás no tardaban en darse cuenta.