Desperté en una especie de hospital, sin saber muy bien dónde estaba, sedienta y con ganas de ver a mi hermano. Me baje de la camilla en la que me encontraba, necesitaba respuestas. Podía haber incluso llevado días allí dentro. Busque en los distintos cuartos, completamente vacíos, hasta dar con el que contenía a mi hermano dentro, su pierna estaba vendada y colgada de un aparato. Parecía ser todo culpa de aquel viento, todavía no tenía explicación para eso, y en estos momentos preferiría no tenerla, sin eso no estaría aquí.
Lo desperté gentilmente, su cara era redonda y tierna al estar dormido, se levantó y se frotó los ojos. Preguntó dónde estaba y yo contesté no saber nada acerca de eso, pero que debíamos huir, él señaló su pierna mirándome y yo le prometí conseguir una silla de ruedas o algunas muletas para salir de allí.
Corrí por todo el hospital, mirando en cada habitación, cuando en una de estas, me sorprendió ver a Levi siendo cuidado por una de las chicas guía, Mei era su nombre. Me tragué el grito, la mitad de su cuerpo estaba morado como si hubiera sido congelado y Mei le suministraba una droga por medio de una jeringa. Salió de allí corriendo, sin mirar adelante ni atrás, siempre al piso. Sin darme cuenta, seguramente por mi torpeza me golpeé con Miki, la otra coordinadora que procedió a detenerme y a preguntarme qué hacía allí, intenté responder pero sentí como una jeringa penetraba mi piel. Ella me estaba inyectando algún tipo de droga que me empezó a adormecer de a poco, intente gritar pero mi garganta estaba desgastada por lo que había pasado hace un tiempo.
Desperté, mi hermano a mi lado con la mirada perdida, yo me encontraba atada a la cama. Pronto, Miki y Mei entraron por la puerta, nuevamente trate de gritar, pero no pude hacerlo sin lastimarme.
—Fran—dijeron ellas al unísono—Tu pierna no podrá sanar, debemos hacer una operación y si no funciona, deberemos amputar.
Fran se echó a llorar, quisiera haber podido levantarme y consolarlo, pero estaba restringida a mi cama. Mi hermano soltaba lágrimas descontroladamente, acompañadas de un chillido. Pronto, sentí como una ventisca me azotaba con fuerza, tenía muchísimo miedo en ese momento. El aire comenzó a salir directamente de Fran, pero su pierna parecía no tener el mismo efecto debajo de la rodilla, por ende está comenzaba a desprenderse, rociandome de sangre y esparciendo el líquido por toda la habitación por culpa de viento, Fran se desprendió de su pierna entre gritos de dolor y llanto. No pude soportarlo y al ver cómo el hueso de Fran se rompía y sus músculos se desgarraban, empecé a gritar yo también. Mei puso un solución en una jeringa y se la colocó brutalmente a mi hermano, durmiendo lo al instante. La pierna estaba completamente desprendida, pero la unían unos pequeños nervios. Miki tomó un bisturí y cortó para que la pierna de mi hermano por fin cayera. De repente, de su mano salió una pequeña chispa y luego una llama, con esta comenzó a calcinar la pierna de mi hermano para detener la hemorragia. Fran genia de dolor en medio del sueño. Mei se paró enfrente mío y me dijo.
—Cosas así o mejores podrás hacer cuando manejes tu alma.
Recuerdo vivamente ese horrible escenario, pero por suerte, es el recuerdo más alegre que viene a mi todas las noches cuando intento dormir.