Estaba atónita, no podía creer lo que estaba viendo, pero todo volvió a la realidad cuando oí unos pasos, esos pasos hicieron pasar mi vida en mi mente. Mi hermano, mi madre, mi padre. Recordé a todo el mundo, pero lo único que podía pensar verdaderamente era en esconderme. No tenía a dónde ir, tan solo unos pequeños arbustos en los que meterme, para mí suerte estaba muy oscuro y nadie podía verme.
Casi muero del susto al ver a dos hombres con túnicas rojas como la sangre caminar hacia el cadáver crucificado, hubiera sido mejor que el miedo me matara allí a vivir el resto de mis días con él.
—Debemos quemarlo—dijo en silencio uno de los hombres, parecía tener mal olor, todavía recuerdo ese olor a formol y azufre, horriblemente pestilente.
—Genios haciendo sacrificios a dioses ocultos—Dijo el que lo acompañaba—Parece irónico.
—No moleste al dios sin rostro—Dijo el que desprendía mal olor con una voz gutural—Sin él, ninguno de los mocosos estos tendrían un mínimo de alma. Recita el juramento conmigo.
—Rezamos al dios sin rostro—dijieron al unisono con una voz infernal—unico salvador, dueño del alma. Hacemos por otros lo que no podemos hacer por nosotros, guíanos en la guerra y la muerte.
Recuerdo con demasiada claridad esa escena, ese juramento, recuerdo las sombras siniestras que no manifestaban en la luz de la antorcha.
Me sentía tocada, casi violada por algo que no podía percibir en el plano terrenal. Sentía como alguna especie de fantasma tocaba mi espalda y se ría de mí. Recuerdo el llanto posterior a eso, quería correr hacia donde estaba mi hermano. Pero no podía dejar de ver cómo los dos hombres quemaban el cadáver crucificado y rezaban en latín. Las llamas mostraban cosas horribles y profanas, el fuego susurraba "falso dios, él único verdadero oculta su cara".
No podía creer nada de lo que allí pasaba. Una vez que los hombres abandonar el cadáver y se fueron, salí de mi escondite, sin antes derramar un par de lágrimas por el cadáver quemado de Levi.
Corrí, en dirección opuesta a ambos hombres, quería estar con mi hermano, entre en la barraca y vi la cama de Levi nuevamente ocupada.
Rompí a llorar, hasta ahora recuerdo cómo gritaba, sentía que todo era un sueño, que debía de despertar. Ojalá hubiera sido un sueño, si así fuera, mis manos no estarían manchadas de sangre y mi muñeca llena de cicatrices.
No podía creer en nada, había visto sombras profanas, había sido tocada por fantasmas y aún así no podía creerlo.
Mis llantos despertaron a Jean, que se acercó junto a Iván para consolarme.
Quisieron una explicación y no pude darles ninguna, no podía hablar, me sentía muda. Pero al final, unas palabras salieron de mi boca.
—Él—Dije señalando a Levi que recién se había levantado para ver qué pasaba—Lo ví morir.