"El viento soplaba en la dirección indicada...Como un mudo cómplice del destino...En la playa, dos siluetas parecían alejarse...Pero en realidad... Era yo quien se alejaba de ellos...Si pudiera... volvería a nacer para encontrarlos nuevamente...Mi alma gemela y el amor de mi vida..."
Esto leyó Miila en voz alta frente al maestro que la escuchaba atentamente. El maestro la observaba sorprendido ya que la lectura fue tan profunda que provocó que la chica dejara caer algunas lágrimas sobre las hojas.
-Miila, ¿estás bien? - Le preguntó preocupado.
-Estoy bien. - Respondió ella limpiando sus ojos con la muñeca. -Lo siento mucho, no sé porque de repente comencé a llorar, que pena. - Prosiguió Miila, disculpándose.
-Fue una lectura muy hermosa, profunda y llena de sentimientos, no tienes nada de qué avergonzarte. - Le dijo el maestro dejándola ir. La clase se había terminado.
Miila, guardó sus cosas y cruzó la correa de su mochila por encima de su pecho.
-Miila, ¿Puedo decirte algo? - La detuvo el maestro cuando se acercó a la puerta. -Juraría que más que historias... Tus textos parecen más bien escritos de un diario-. Le dijo sin profundizar más.
Miila salió del salón con esa idea dando vueltas en su cabeza.
- ¿Un diario? - Se dijo a sí misma mientras caminaba por las escaleras. -Justo ayer me preguntó si creía en la reencarnación...- Siguió diciendo ahora poniéndose la mano en la cabeza. -Y ¿Por qué comencé a llorar de repente? - Suspiró profundamente. -Estoy pensando cosas, además, solo tengo 16 años, es imposible que lo que escribo sea un diario. -
Miila salió de la escuela y comenzó a caminar hacia su casa, usualmente se trasladaba en bicicleta, pero al llegar la primavera, prefería dejarla, pues caminando podía ver con más detalle los verdes escenarios de la pequeña ciudad. En medio de Everlight (La ciudad donde vivía Miila) atravesaba un río, al lado había un camino que seguía la forma de este, era el camino preferido de la chica, ya que era donde más florecían las plantas.
Intentando relajarse, se detuvo a ver un árbol de jacaranda que se había adornado de flores color lila. Su momento de tranquilidad fue interrumpido por un maullido desesperado que venía del árbol.
- ¿Qué es ese sonido? ¿Un gato? - Dijo poniendo atención a su alrededor para confirmar la procedencia de los ruidos.
Los maullidos continuaron llevándola hacia el árbol de jacaranda, visualizando al gato en lo más alto empezó a preocuparse, pues pensó que se había quedado atorado.
- ¡Descuida, gatito! ¡Voy a ayudarte! - Gritó Miila deslizándose por la pequeña pendiente que mantenía el límite del cauce del rio y dónde estaba el árbol.
Impulsada por la situación, la chica se quitó la mochila y escaló el árbol para rescatar al gato.
Y justo cuando estaba por llegar a él, el gato, como habiendo logrado su objetivo de hacerla subir, dio un salto y se bajó del árbol. Dejando a Miila atorada sin poder bajar.
Luego de pensar en la forma que él gato la había engañado y hacer una pequeña rabieta. Sacó su teléfono con la intención de llamar a su abuela, pero en un movimiento torpe de sus manos al buscar no perder el equilibrio sobre la rama donde estaba sujeta, dejó caer el teléfono, el cual se quebró al golpear el suelo y asustó al gato que aún estaba cerca, haciéndolo salir corriendo.
-Genial, Miila, lo que faltaba... ¿Ahora qué vas a hacer? -. Sé dijo a sí misma en forma de reclamo.
-No puedo gritar... Si pido ayuda de esa forma podría llegar un policía y descubriría que no pertenezco aquí-. Dijo mirando hacia abajo. -Además, podría lastimarme si me caigo de esta altura-. Siguió diciendo ahora dejándose caer boca abajo sobre la rama donde estaba atrapada. -No tengo más opción que esperar a que alguien venga y me ayude. Me quedaré aquí un rato-. Concluyó.
Pensar demasiado luego de su lectura y la situación que pasaba, el ambiente fresco de la cima del árbol le hizo quedarse dormida, de pronto, una melodía la despertó. Al ver hacia abajo, se dio cuenta de que había alguien tocando la guitarra a la sombra del árbol. Graciosamente, estaba el gato sentado al lado de esa persona como escuchando la canción que estaba componiendo.
La persona estaba tan concentrada buscando inspiración que no se dio cuenta de que justo a su lado estaba el teléfono de Miila hecho pedazos. Un desafino en las cuerdas le hizo perder la concentración, el gato maulló y huyó nuevamente, al seguirlo con la vista se percató del objeto que estaba justo a su lado entre el césped.
- ¿Qué es esto? ¿Un teléfono quebrado? - Dijo esa persona mirando alrededor, para luego descubrir la mochila de Miila. - ¿Un bolso!? ¿Se habrá metido alguien al río? - Continuó preguntándose mientras estaba por abrir la mochila.
-¡¡Oye!! ¡Deja eso, es mío! - Gritó Miila desde arriba del árbol. Causando desconcierto en la persona que estaba abajo.
- ¿Qué? ¿Quién es? - Le respondió volteando a ver alrededor.
-Estoy aquí arriba! - Le volvió a gritar con un tono molesto. -No toques mi mochila! - Le insistió.
La persona se asustó de verla tan alto y soltó de golpe la mochila.
Miila estaba gritándole y de lo enojada que estaba, no se fijó que se estaba moviendo demasiado.
– ¡Espera! ¡No te muevas así! - Le dijo colocándose justo debajo de ella como buscando una forma de bajarla.
Miila perdió el equilibrio y le cayó encima. Ambos quedaron aturdidos en el suelo con algunos rasguños, Miila cayó boca arriba, encima de las piernas de quien pareció su rescatista al amortiguar el golpe, aún así, estuvo a nada de perder el conocimiento por el impacto de la caída.
- ¡Oye, chica! ¿Estás bien? - Le dijo la persona incorporándose para verla más de cerca mientras le hablaba para ver si reaccionaba. -¡Oye, por favor, reacciona, mujer, me estás asustando!-
Miila abrió los ojos. Viendo la cara de su rescatista a poca distancia, quedando entretenida en la mirada que tenía encima de ella.