"Sólo hizo falta un contacto visual...su voz, su mirada, e incluso su esencia me era familiar...Era como si nos hubiésemos visto en otra vida...De pronto... llegó ese be..."
-Espera! ¿¡Qué cosas estas imaginando!?- Se gritó Miila a sí misma.
Ya era de noche y estaba en su habitación frente a un cuaderno en el cual escribía.
-No hubo nada de eso...- Dijo en forma de lamento recargando la cara sobre las hojas. -Lo primero que hice al verle a tan corta distancia fue golpearle la cara. Mi corazón iba tan aprisa, no había estado así de cerca de nadie-. Siguió hablando sola sin quitar la cara del cuaderno.
-Pensar que escucharía mi respiración tan agitada, me dio mucha pena...- Siguió lamentándose luego de suspirar.
Luego de caer del árbol, Miila golpeó a la persona que la salvó y salió huyendo.
- ¡Oye, chica! ¡Estaré aquí mañana! - Le dijo la persona justo cuando ella le dio la espalda. -Te pusiste muy nerviosa-. Le sonrió de forma traviesa mientras se colocaba la mano en el golpe. -¿Quieres verme de nuevo verdad? Aquí estaré a la misma hora-.
-Que tonterías dices... Si acabo de golpearte-. Le dijo Miila un poco sonrojada para luego irse.
-Por qué me dijo eso? ¿Estará jugando conmigo? O quizá yo...- Se quedó pensando en lo sucedido esa tarde, sin quitar la mejilla del cuaderno. -Debo dejar de pensar estas cosas! - Gritó poniéndose de pie y prepararse para dormir.
En otra parte de la ciudad, ese alguien parecía estar pensando demasiado esa noche.
-Es tan cansado...seguir con vida y tú no....No sé por cuánto tiempo más podré seguir fingiendo...Ya no quiero seguir así... Quiero acabar con todo lo que siento...-
Dijo saliendo del baño dirigiéndose a un ropero al lado de su cama.
-Dije que algún día me iba a parecer a ti-. Continuó hablando en su pensamiento mientras se miraba al espejo y despejaba su frente de cabello con la mano.
Al colocarse sus anteojos y mirarse con detenimiento, pareció perder el control de sí. Comenzando a lamentarse de forma desesperada como intentando evitar caer en la locura, pues en el momento de cerrar los ojos, se veía rodeado de siluetas que le veían con lástima mientras sostenía a un hombre al cual no se le veía el rostro, muerto en sus brazos.
- ¡Perdóname! ¡Todo fue culpa mía! ¡Ya no quiero ver estos recuerdos, quiero ser otra persona! - Comenzó a gritar revolviéndose el cabello.
-Sólo el sonido de mi guitarra puede disipar estas imágenes en mi cabeza-. Se dijo en sus pensamientos.
-Eras la única persona que creía en mí... Incluso para mi padre, soy insuficiente-. Siguió lamentándose.
Su departamento estaba en silencio y sólo la luz de la luna entraba por la ventana.
-Ya no puedo... Voy a acabar con esto-. Dijo acercándose nuevamente al cajón, de donde sacó un arma a la cual le colocó un silenciador. Poniéndose de rodillas frente a una fotografía, siguió hablando consigo mientras recargaba el cañón del arma contra su pecho, a la altura del corazón.
-No soy más que una carga para mi padre, ni todo su dinero me dará valor como persona. Todo fue culpa mía...-. Dijo para convencerse de jalar el gatillo.
De pronto, una explosión ahogada sonó en el departamento, un sonido tan imperceptible, que nadie alrededor pudo escuchar.
La mañana siguiente, era fin de semana, Miila se había levantado como siempre temprano para abrir la florería. Ese día era de las actividades de clubes en la escuela, por lo cual de igual forma debía esperar un poco a que la escuela se quedara vacía para ir con el maestro Kurai para tomar su clase diaria.
Un camión repartidor se detuvo frente a la tienda, de ahí descendió un jardinero, vestido con un overol y una cachucha.
-Eres toda una brujita, Miila- Exclamó alegre al ver a la muchacha acomodando unas rosas en forma de ramo.
-¿Una brujita? - Preguntó Miila en respuesta.
-¡Si! - Dijo llevando la mano a su espalda baja. -La medicina que me preparaste con flores y aceites... ¡Me siento de maravilla! -. Añadió en un tono alegre el hombre.
- ¡Me alegra mucho escuchar eso, señor Gary! - Contestó Miila en el mismo tono de buen ánimo.
El hombre se le quedó viendo a Miila con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Vienes a comprar flores? Si no es así no creo que tengas nada que hacer aquí, Gary. Deja de estar viendo a mi nieta-. Salió la dueña de la tienda. -Y tú, Miila, ya es hora de que te vayas. El maestro tiene poco tiempo para darte clases en fin de semana, así que es mejor que te vayas adelantando-. Continuó diciendo ahora volteando a ver a Miila.
-Que niña, además de linda resultaste ser muy estudiosa-. Dijo el señor nuevamente, provocando que la anciana le diera un leve golpe en la frente.
-Si-. Respondió la chica mientras se quitaba el delantal y tomaba su mochila de un anaquel. -Hoy es un día importante. Vamos a revisar todo el borrador de mi novela romántica-.
-Entonces ¿Ya la terminaste? -. Exclamó la señora.
-Si-. Dijo Miila sonrojándose un poco. -Ayer en la noche pude tomar inspiración y la acabé antes de dormir-.
La chica acomodó las cosas y se encaminó a la escuela, despidiéndose de la anciana y el jardinero que se quedaron en la tienda.
-He venido aquí por años... Y nunca había visto a la pequeña Miila tan contenta como hoy-. Señaló el señor a la anciana.
-Parece que ayer algo la inspiró lo suficiente como para terminar su novela de amor-. Respondió sonriendo la mujer.
-A pesar de todo, tu nieta es una niña muy fuerte-.
-Sí, lo es-. Le dijo la anciana. -Pero no creo que hayas venido sólo a decir cumplidos sobre Miila-. Lo vio con los ojos entrecerrados. - ¿O sí? -.
-De hecho... vine a comprar flores. - Respondió el señor Gary. -Tengo algunas semanas trabajando en el jardín de una mansión. Y sólo las flores que cuida Miila lograron florecer allí-. El señor hizo una pausa y se acercó a las rosas que Miila acababa de acomodar antes de irse. -La dueña de la casa me ha pedido sembrar más, pues está encantada con el resultado-.