La primera impresión de Leah no fue más que un fugaz golpe de brazo de una chica apresurada que subía las escaleras y que no volteó a disculparse. Debía estar muy apuraba, aunque a ella el tiempo le iba o venía de igual, ahora, , su atención cambió drásticamente al ver a un chico.
— Hey...
Leah se pega a la pared mientras si novio subía las escaleras ignorando su presencia por completo.
— ¡Blake!
— ¿Qué quieres? —Se giró harto de ella.
Él era esa excepción, con su manera insufrible de tratarla solo conseguía que a ella le gustara más. Su relación era extremadamente complicada de entender a fondo, pero en esencia, hacían de pareja perfecta frente a todos.
— ¿Es así como tratas a tu novia? —cuestionó, aunque le encantaban los chicos malos.
— ¿Por qué no te largas y me dejas en paz, Leah?
Ella se acercó a besarlo, Blake respondió de manera apasionada sujetándola por las caderas, acabando apegados a la pared y luchando por respirar, ella era una bomba en ese aspecto, con un beso volvía loco a los chicos y él caía por momentos como cualquier otro que probara sus labios.
Leah lo apartó cansada y rogando por aire.
—Así me gusta, Blake.
El joven la dio un empujón breve para alejarse de ella e irse.
Se preguntarán por qué Leah es su novia si él a simple vista no la soporta, pues bien, son de esos misterios de la vida que jamás se sabrán. Se gustan mutuamente pero amor... eso es otro tema.
Blake llegó a su salón y se paró frente a la puerta para observar al profesor Anderson darle; lo que parecía una reprendida, a aquella chica, la de química, no recordaba su nombre, pero aquellos ojos y palidez eran inconfundibles.
Blake giró la perilla como si nada, y carraspeó para hacer notar su tardía llegada.
— ¿Estas son horas de llegar, Blake Dankworth? —Fue lo primero que dijo el hombre larguirucho al verle. Blake bostezó—. Ah, y mal educado, me habían mencionado que su apellido era de cuidado, "cuidado", ja. Afuera, no quiero a ninguno de los dos dentro hasta la segunda hora.
Dylan salió en silencio con la cabeza agachada, jamás había sido sacada de clases por no traer sus libros de texto. Estaba segura que había guardado ese condenado libro, sin embargo, con todo lo que ha pasado esta mañana no valía la pena pensar más sobre ello. Se sentó a la pared al lado de la puerta del salón, frente a Blake.
—¿Puedo saber por qué te sacaron? —preguntó el chico, su voz ya no era ruda, más bien sería una formalidad que haya preguntado.
Ella sacó un libro y comenzó a leerlo.
—Como quieras.
Se puso de pie. De reojo ella vio que se estaba yendo. Él no podía, el profesor lo había mencionado, no debían moverse o se meterían en más problemas.
—¡Oye! ¡Oye! ¡No puedes irte! —Apresura a meter el libro en su mochila para seguirlo —¡Espera! ¡Me castigarán por tu culpa! ¡Blake!
Blake miró indiferente por encima de su hombro. Siguió su rumbo bajando las escaleras
— ¡Oye! ¡Le diré al profesor!
Él se detuvo en la escalera y regresó a verla.
—¿Cómo te llamas? —preguntó.
La chica dudo por un segundo, le dijo su nombre y apellido.
— Mira, Crawford...—Su apellido escuchado de los labios del tipejo le pareció tan horrible— ¿Acaso crees que me importa un carajo si le dices al maestro?
—Dijo que quería que ambos estemos allí afuera, tú y yo, ¿lo entiendes?Así que por favor, regresa.
—Te van a castigar de todas maneras, al menos ven y haz tu parte.
—Por favor, solo regresa.
Blake suspiró.
—Escucha, si te aseguro que no te castigarán ¿vendrías conmigo?
—Claro que no, no iría a ninguna parte con alguien tan grosero como tú.
—Buena suerte entonces.
Luego de eso Blake Dankworth retomó su rumbo.
Dylan acabada de olvidar sus palabras y lo siguió. Claro, iba rogándole y quejándose todo el camino, tanto que él se puso los auriculares y así no oír sus alaridos más.
Así, entre ese montón de reclamos, llegaron a la biblioteca. Ella también harta, le sacó un auricular en un tirón. El chico le agarró el brazo furioso, parecía que iba a golpearla.
Los ojos de él eran grises y penetrantes, se estaban mirando fijamente que Dylan sentía como su mirada se clavaba en su mente, no de una manera buena, le produjo pánico y quiso salir corriendo como un gato asustado. Pero se paralizó, ni siquiera podía respirar. Esa mirada la congeló, le atravesó el alma.
Fueron tan solo unos segundo que parecieron minutos antes de que por fin su helada mano la dejara libre.
— No pienso volver. —puntualizó—. Así que mejor ayúdame con algo y prometo dejarte en paz. De todas forma tampoco me gusta estar contigo.
Dylan tomó aire por la boca, luego bajó su rostro como si estuviese mareada.
—Te traje aquí por una razón, Crawford —continuó dirigiéndose hacia los estantes de libros, ella alza la vista con dificultad y lo ve cerca un anaquel de ficción, seguía tan mareada que solo lo siguió y se sentó en la primera silla que vio— Y esa razón es nuestro proyecto de química. ¿Lo recuerdas? ¿El proyecto? ¿O no te cabe en ese diminuto cerebro?
—Escucha, idiota —logró decir. Su garaganta se sentía tan seca— Para ya de ser tan grosero, yo no te he hecho nada. Explícame qué haremos de prisa, no me siento bien y quiero agua.
—¿No te sientes bien?
Blake regresó con un libro, lo dejó caer sobre la mesa y se sentó frente a ella. Repitió la pregunta y ella dijo que estaba mareada.