Almas- Primera Parte Finalizada (saga Animarum)

Capítulo 3

 

La piel del muchacho que trotaba bajo la lluvia se enfriaba cada vez más, sus ropas eran ligeras y estaban empapadas por compleo. Sin embargo al estar enfrascado en el alto volumen de sus auriculares, apenas y notaba que no era un aguacero típico; el viento lograba que los pocos árboles se sacudan con potencia, las calles parecían canales corrientosos que incluso llegaban a las  puertas de algunas casas bajas, el cielo parecía quebrarse e iluminarse con un gran brillo cada vez que un rayo tocaba la tierra; pero él, apenas lo notaba, nada podía sacarlo de sus pensamientos.

 

Cada vez que corría por el malecón y de esa manera; desesperado, como si huyera de algo imparable, le gustaba, sentía un agradable calor en su pecho, su corazón acelerarse y su respiración agitarse. Tenía que hacerlo, era la única manera en la que se sentía vivo y a la vez alejaba las pesadillas que le impedían estar durmiendo a estas horas de la madrugada.  Serían ya cerca de las dos, tiempo de continuar su cotidiano ritual dentro de un pequeño pero alejado bosque.  De repente todo pareció silenciarse a su alrededor, frenó y se quitó un auricular,   escuchó un grito muy cerca de él. Miró a todos lados pero no volvieron a chillar.

 

Avanzó una cuadra más donde están los departamentos cerca de los  muelles.   Por lo general eran deshabitados y las pocas personas que  viven allí trabajaban para una corporación de transporte marítimo , más o menos así, no quería perder más el tiempo con datos secundarios.

 

La ventana de un segundo piso  se abre. Una chica se asoma y apoya los codos al borde, luego se cubre la cara y llora.

 

Siguió observando por un rato hasta que la joven entró para abrazar a un chico. Luego cerraron la ventana y se apagó la luz de la habitación.

 

Dejó aquel lugar y siguió corriendo con más ganas de ir al bosque.

 

~****~

 

 

 

«El frío dictamina tu destino, el destino de todo. Las sombras te corrompen, te atrapan y te aniquilan de la manera más sutil»

 

Dylan se sobresaltó en su banca al despertar, su frente estaba mojada y sus manos temblaban. La clase seguía haciendo la lección de matemáticas así que solo pidió permiso y salió hacia el baño. Fingió caminar recta todo el trayecto hacia este pero la verdad es que estaba tan mareada que se chocaba contra las paredes del pasillo principal, y estas estaban muy alejadas las unas de las otras.

 

Logró cerrar la puerta del baño y se sentó en el piso con sus manos atrapando su cabeza, todo a su alrededor se movía, se distorsionaba y era brillante. Recordó que Aiden le recomendó  respirar por cualquier cosa que le esté pasando, y lo hizo, pero habrán pasado unos 20 minutos haciéndolo hasta que por fin pudo ponerse en pie y llegar al lavabo, mojó su rostro reiteradas veces y luego se miró al espejo: tenía grandes ojeras, se veían hinchados, sus labios estaban secos y partidos, y su cabello es un desastre. Lo peinó con sus manos y  se lo acomodó por detrás de las  orejas, sonrió, o fingió sonreír, eso le daba falsos ánimos.

 

Se sentía agotadísima, y todo por una mala noche sin dormir, unas pesadillas, un susto sin sentido: creyó oír unos pasos en su ático, se levantó asustada al escuchar una voz hablarle en sus sueños con una limpieza en el mensaje. La misma voz y el mismo mensaje que la despertó ahora.

 

Ya más calmada aprovechó para avanzar hasta su taquilla y tomar unos dulces de orozuz que Aarón compró esta mañana.

 

Empezó a desenrollar la cobertura de plástico del palito de orozuz y este sonaba en todo el pasillo con eco. Cuando subía las escaleras oyó unas pisadas detrás y regreso la mirada hacia el corredor. Sus ojos estaban fijos en el pasillo justo de dónde venía el sonido, las pisadas eran pesadas como si usaran tacones... pero no había nadie.

 

Por un momento parecieron alejarse hasta detenerse al final del corredor. Dylan solo estaba quieta con su caramelo entre los labios asomada desde el primer escalón.

 

Un casillero se abrió de un estruendoso tirón y una hoja de papel cayó en el piso. Luego empezó a moverse, con pequeños avances como si alguien soplara la hoja llegando muy cerca de ella. No la tomó, a penas sus ojos miraron lo que había. Distinguía una letra "K" y eso era todo.

 

Su corazón dio un brinco cuando la campana sonó, y las pisadas regresaron, ahora eran agitadas, rápidas, como si corrieran.

 

Dylan no aguantó más y también echó a correr fuera del edificio.

 

Salió tan deprisa que el sol le pegó en la cara y la hizo detenerse y perder la noción de todo. Aunque también le tranquilizó sentir calor, ella juraba que allá dentro estaban como a  menos diez.

 

Sus manos estaban en puños cerrados sin despegarse  de su pecho, temblorosas y con sudor frío.

 

Todo lo que pasaba hoy, era más raro que ayer, y así sucesivamente...

 

— ¿Crawford? —Dylan dio un salto al ser tomada desprevenida por su compañero. Despegó sus manos del corazón adoptándose una pose seria y tensa, que no le duró mucho.— Estás más pálida de lo normal.

 

No levantó la mirada, respiró y se enfiló hacia la salida del instituto.

 

Blake la seguía.

 

La muchacha se detuvo pero no viró hacia él.

 

—Por favor, vete.

 

Logró sonar firme aún cuando su garganta tenía un nudo muy grande que poco o nada podía pasar saliva.

 

Y se fue.

 

Realmente no importaba a dónde iba, no importaba si sus cuadernos, mochila o celular quedaban en un aula vacía. Solo quería estar sola, calmarse, y analizar que había pasado.

 

¡La cafeteria del cetro de la ciudad! Nadie iba a esta hora, y quedaba muy cerca... pero no llevaba dinero.




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