Almas- Primera Parte Finalizada (saga Animarum)

Capítulo 8

— ¡Concentración, Dylan!

Dylan entrecerró los ojos en su dirección.
«¡Más concentración!» « ¡Mira al fuego!» « ¡Sé el fuego, Dylan!»

¿Era algo que debía sentir, y saber cómo se sentía sin antes haberlo sentido? Era una locura.

¿Si es tan fácil porque no lo intenta usted? Pensó ya con los ánimos por el piso.

Marshall la sofocaba mucho, pero no lo suficiente como para apagar el fuego que consumía la madera frente a ella. La tarea de Dylan según Marshall era sencilla: consistía en controlar las llamas antes de que la madera se consuma por completo, sin embargo, por dos horas solo hizo que estas crecieran y se movieran. Era frustrante, solo lograba que sus ojos se pusieran amarillos... Y de uno muy bajo, casi imperceptible, poco y nada sería hepatitis en lugar de estar logrando el objetivo.

No siendo suficiente, sentía que su cabeza estallaría en cualquier momento, parecía que su estado de salud a nadie le importaba ya. Pero el profesor, siempre un paso adelante, le había asegurado que todo lo que soñaba, los trances y el malestar, eran causados por ese exceso e incontrolable de poder que no lograba sacar.

— ¡Más tensión! ¡Aprieta los puños! ¡Más fuerte!...—grita Marshall desde el altavoz, fuera del cubículo de Dylan. Ella apretaba sus manos a tal grado que dolía, pero la llama no obedecía— ¡Concéntrate! ¡Dylan no pones de tu parte! ¡Tus ojos siguen azules!

— ¡Cállese un maldito minuto! —grita en su dirección, aflojando las manos. Luego se disculpa.

—Bien, bien. No pasa nada.

Lo vuelve a intentar, se para frente a la chimenea que conservaba hermosas y altivas llamas chispeantes. Ella extiende la mano mientras mira el fuego y repite en su cabeza "arriba, arriba, arriba", sus ojos parecían saltárselo de los cuencos... pero nada pasaba, no sentía absolutamente nada. No podía sentir esa electricidad que recorría su brazo cuando pasaba.

Dylan desistió.

Las puertas en el domo de entrenamiento se abrieron y Marshall le indicó que podía salir.

— Quiero que te esfuerces el doble, —le habla el profesor mientras ella salía del edificio con cara de querer matar a medio mundo— Esa es la cara que se supone debiste tener, Dylan.

— Ya no importa.

—Claro que importa, —La detiene poniéndose frente a ella— tu poder es incalculable, y que no puedas controlar algo tan fácil como eso me preocupa.

—Entonces déselo a alguien que pueda controlarlo.

—Dylan. —Él levanta una ceja como un padre regañando— Se lo frustrada que estás pero usa esa energía para controlar el fuego, tienes que dirigirla hacia el fuego...

— ¡No puedo! ¡No siento nada! —interrumpe e intenta irse de nuevo.

Marshall pone una mano en su hombro.

—Mañana practicarás el doble.

Dylan se quita la mano.

—Hemos hecho esto media mañana, y la otra media para tener sueños raros donde solo veo letras y cosas que no entiendo y que luego no puedo recordar. Estoy cansada—declara—. Solo quiero irme.

El profesor asiente.

—No quiero presionarte, pero es por tu bien. Tus padres habrían querido...

—Usted no conocía a mis padres, lo único que ha dicho es que eran gente rara como nosotros...

Para ese entonces él comprendió que había cruzado la raya con ella. Y era cierto, no le decía nada vital sobre sus padres desde que llegó a más de que eran miembros comunes de los caelestis, sabían lo mismo  que Milo  les había dicho sobre el accidente... Y eso le frustró más.

Sentía que había más, solo que nadie se lo diría.

—Lo vamos a lograr, confío en ti.

— ¿En serio? —Cuestiona con una sonrisa maliciosa— Tanta confianza me tiene que por fin me dice sobre Luciana y Laurenzo, ¿cierto? ¿Y qué hay sobre los crucianturs?

—Qué son malos es todo lo que debes saber, y sobre... Será mejor guardes esa curiosidad por ahora.

—Sí, claro—mofa—. Cuando me cuenten entonces quizás ponga las ganas para prender esa chimenea.

Salió del área de educación dando zancadas, ni siquiera iba a dar una vuelta para ver la cara de perplejidad que le había dejado a Marshall luego de actuar como una grosera.

Y la verdad con razón, aquí todos parecían tener el control, no le decían nada y se sentía como un conejillo de indias al que pronto iban a meter en un microondas para ver qué sucede, y bueno, el resultado es el mismo.

Lo único que hacía era meditar y así no tendría pesadillas, lo único que sí hacía bien.

Una vez dentro de su rincón en Kinlight, y en vista de que los televisores y el internet aquí escaseaban, su ventana era el único entretenimiento. Eso, y recordar lo sucedido esta mañana en la meditación:

Jalfin finem mundo...nullavi tae non estat Morten. Escribe en un papel. Cuando llegase a casa lo a notaria en su celular para no olvidarlo y preguntárselo a Aiden.

—Ni siquiera tiene sentido... DA...KA... NE...... ¿Qué es todo esto?

Todos esos sueños, pesadillas, o visiones decían algo, pero ella no era buena jugando a ser Sherlock Holmes. Y menos si aquella frase estaba en otro idioma. Necesitaba ayuda, pero no podía confiar en nadie. ¿Y por qué? Porque la voz lo mencionó en uno de sus muchos sueños. «No confíes en el día ni la noche» Lo único que Pepe Grillo había dejado claro y entendible.

—Es un lindo día. —Dylan apartó la cabeza del ventanal demasiado rápido, golpeándose — ¡Lo siento!

— ¡No puedes entrar así! —Le recriminó a Kendall. Ella sonrió como disculpa— Lo siento. Me asustaste, lo lamento.

—De todas formas tienes razón. Quería saber si bajas a la cafetería, la comida parece de prision pero hay gelatina de limón de postre que es muy buena.

Dylan sonrió aceptando.

Kendall resultaba ser buena compañía, realmente la única que tenía acá cuando Aiden no estaba; es alegre, tranquila y bastante linda, desde la punta de sus pies, subiendo por su definido cuerpo, pasando por su rostro donde dos esmeraldas estaban cubiertas por unos lentes negros, hasta la raíz de sus acaramelados cabellos que brillaban con la luz. Parecía un ángel que




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