Alexia Keynes.
Escuche a mi padre ingresar a mi cuarto. Supe que no era algo bueno lo que sé venía, por lo general lo hace para gritarme y decirme de cosas que deberían darme lo mismo. Volteé a verlo, palidecí al ver el cinturón que cuelga de su mano. Subí mi vista a sus ojos.
Fríos, tan fríos como los recuerdo. Tan llenos de amargura y odio. ¿Cómo puede albergar tanto odio por su propia hija? Cuando era una niña pensaba que no habían personas malas en el mundo, luego crecí y me di cuenta que hay más malvados que buenos.
—Papá —chille. Un sollozo involuntario se me escapo, acaricié mi brazo, a dejado la marca de sus dedos en mi piel —Por favor no me golpees, no he hecho nada.
—Si me hicieras caso quizás todo sería más fácil niña, pero te niegas hacer lo que te digo, a veces creo que eres estúpida.
No me gusta cuando me dice eso, me hace sentir así. Siento el cuero del cinturón en mis piernas, trato la manera de que los golpes no caigan en mis brazos.
Aunque eso me duela como el infierno, pero qué más da. Ya me he acostumbrado a que esto suceda cada ves que Deborah me pone en mal. De mi boca sale un gemido por cada golpe que da a mi cuerpo. Siento la bilis en mi garganta y las lágrimas saladas bajar por mis mejillas.
Apoyé la cabeza en mis manos y trato de hacerme una bolita. Él demuestra indiferente a mi llanto y súplicas, quisiera que por un momento recordará que soy su hija. Me da un tirón a mi cabello y me hace verlo. Esos ojos que sólo muestran el odio, el asco que le doy a mi propio padre. ¿Qué clase de papá odia a su propia hija? Es tan malvado.
—Eres una carga para mi, Alexia por tú culpa tu madre está muerta —cerré los ojos el sentimiento de culpa se apodera de mi pecho. —¡Ya deja de llorar maldita sea!
—Lo siento.
—¿Lo sientes? ¿Qué es lo que sientes? Ser la asesina de tu madre. Porque sabes bien que fue por tú culpa que ella se murió.—siento ser tan estúpida de seguir bajo el mismo techo que tú.
Evado su mirada que me culpa a tener que vivir con eso. Ojalá fuera más valiente para decírselo en la cara.
—No fue mi culpa —fruncí los labios no sabiendo que responder a eso —Yo no quería que se muriera, yo no tenía esa decisión en mis manos. Y si la hubiera llegado a tener, créeme que ella estuviera aquí, ahora.
—¡Mientes! —eleva las manos al aire —Si tu no hubieras nacido ella no hubiera tenido que elegir, porque si hubiera sido mi decisión no serias tú la que estuviera aquí ahora.
Se pasa las manos por el cabello.
—Maldito el día en que acepte esto.—susurra tan bajo que a penas puedo escucharlo. —Nunca debí meterme a eso.
Siento una acidez en mi boca, me he esmerado mucho para que mi padre me quiera aunque sólo sea un poco. El sonido de la puerta me hace saber que me ha dejado sola. Como siempre lo hace, sólo me golpea, me reclama que mi madre esté muerta por mi culpa y se va con su esposa y su hija.
Y ella ni siquiera es su hija, pero a ella si la ama. La quiere más de lo que me quiere a mi, aunque papá nunca me a querido. Cuando yo tenía cuatro años, mi papá se volvió a casar, con una loba de la manada que había perdido a su esposo en un ataque de cazadores.
Ella ya tenía a sus dos hijos. Jordán y Deborah, ella es muy terrible conmigo, me hace la vida imposible. A cambio Jordán, es como un príncipe, pero nada más cuando se encuentra en casa él me defiende de mi amargado padre. Eso a su madre no le gusta, pero no se impone. Deseo tener mi primera transformación para poder irme de aquí muy lejos, donde pueda dejar que mi papá y su familia sean feliz.
Pero ningún lobo puede salir de la manada sin tener su primera transformación lobuna. Todos los lobos lo tiene a los dieciocho y me falta un año para eso.
—¿Otra vez llorando? No sabes la lástima que me das hermana —abracé más fuerte a la almohada y apreté los labios soportando a mi hermanastra. La detesto.—Debe ser muy feo que tu papi no te quiera ¿qué se siente ser tan miserable?
Se siente de lo peor, como caer a un profundo hoyo negro donde al final sólo hay serpientes esperando para comerte viva, para clavarte su veneno.
Su risa es tosca, burlona, le causa gracia saber lo que provoca.
—¿No me piensas responder? Sabes, te compadezco. Mi papi es muy infeliz por tu culpa, tu conciencia debe ser muy pesada —paso su mano por mi cabello blanco y vuelve hablar —Deberías irte muy lejos si quieres que él sea feliz, tu presencia lo atormenta más.
—Eso quisieras tú.
—Él mismo lo dijo hace unos minutos que tu presencia lo saca de su control. —no dudo que lo haya dicho, pero creo que ella miente. ¿Por qué no lo haría? Es una bruja malvada.
—El día en que él me lo diga, entonces lo haré. Pero viniendo de ti, puedo esperar cualquier cosa—respondí, secamente, viéndola a los ojos.
Dirán que soy estúpida, pero muchos en mi caso entenderían. Odio que me haga esto, odio que me trate como basura, y odio el hecho de que no me quiera como su hija.
Pero hay que saber ser diferente, si él es despreciable ¿tengo que serlo yo también? No, eso no es lo mío. No me rebajaré a su nivel, él tendrá la conciencia sucia por toda la vida.
—Pero él no te quiere, eres como un tumor para él. Sabes que si no estuvieras aquí, el sería mucho más feliz ¿Y tú quieres que él sea feliz?
—Entonces jamás me iré. —me reí, burlándome de ella.
—Si es verdad que lo quieres lo mejor es que te vayas, él ni cuenta se dará que no estás, porqué no te quiere. Él estará mejor sin ti. Métete eso a la cabeza, lárgate.
—Sólo me estás manipulando, pero ésta vez no voy a caer en tu juego. —su sonrisa se borra y pasa a una de enojo.
—Es tu problema —se dirige a la puerta y abre pero antes de salir voltea —Sólo te estoy dando una simple solución para ti, para papá, para todos.
—No necesito que me des soluciones. Yo manejo mi vida como sé me da la regalada gana. Así que métete tus soluciones por donde mejor te quepan. —su rostro se vuelve rojo.
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Editado: 03.02.2021