― ¡Despierta Margareth! tenemos que salir de aquí― ordenaba más que pedía Manuel, el aprendiz de Oscar.
― Muévete o no habrá tiempo―
Margareth saliendo de su ensoñación salió tras él con su camisón blanco cuadrado de tela tosca, hasta las rodillas, que junto con los zapatos de gel, eran lo único que tenía luego de su extraña huida de la granja.
―Pero, ¿qué pasa?― decía mientras recogía su larga cabellera en un moño desordenado.
―No hay mucho tiempo, al parecer la Abuela Carmen fue descubierta, ya Oscar está cerrando las entradas.
― ¿La Abuela Carmen está bien?, debemos regresara ayudarla
—No, no podemos, ella sabía lo que hacía, solo espero que Oscar llegue a tiempo—
—Bien, estoy lista salgamos―contesto Margaret ya en la entrada de la pequeña cueva.
―Ven es por aquí― dijo Manuel mientras habría una puerta simulada en la pared derecha justo al lado de la litera donde ella descansaba.
Al abrirse entraron en un vestíbulo atestado de gente, adultos y ancianos, en su mayoría, todos vestidos con la misma túnica blanca que le dan en la granja, solo uno que otro tenían el uniforme de la fabrica.
―Son los sobrevivientes de La granja, y la fabrica que aún no han sido ubicados en ningún sector. Yo mismo hui de la fábrica hace menos de un año― dijo Manuel con notable orgullo en su voz.
―Pero… se supone que…― mi cara debe haber sido todo un poema, no podía creer que fuesen tantos los que se fugasen.
― ¿Qué? Ha sí, que se los comen ¿no?, pues ya ves que no― había risa en su voz―, es un mito para que no se les ocurra salir―
― Entiendo pero ¿Qué ocurre Manuel? ¿Qué es todo esto, en donde estamos?― dijo Margareth sin salir de su asombro mientras corría junto con las demás personas, de todo tipo, hombres mujeres adolescentes.
―Nos consiguieron, pero tranquila ya Oscar está sellando las entradas y bloqueando las salidas, hay que bajar rápido ya que todo este nivel será destruido―dijo tomando a Margareth de la mano y sacándola del lugar por una puerta lateral.
Tras la puerta un pasillo largo y de forma tubular, completamente blanco la recibió.
―Ven sígueme― dijo Manuel mientras tomaba por la derecha la primera curva y tras esperar a ver que ella lo siguiera toco una pared aparentemente lisa y una luz brillante resalto su mano y una puerta se abrió.
Dentro una escalera labrada en la piedra se internaba en la oscuridad al bajar los primeros escalones se cerró la puerta tras de sí, y una fuerte luz blanca inundo un puente que daba acceso a lo que parecía ser una cancha, redonda y amplia llena de gente, morenos blancos, altos, flacos, rellenos, puertas en todas direcciones dejaban entrar cada vez a más personas.
― ¿En Serio? ¿Son tantos? Como es que esto no se sabe en la granja―Comento Margareth dándose cuenta que cada vez tenía más preguntas que respuestas.
― ¿Mmmm, ellos? ― dijo señalando hacia el grupo de personas― sí, son bastantes, son los sobrevivientes de la última masacre de Lunix, son los que se revelaron ante el sometimiento de los jefes de la comisión de salvamento hace unos días en la granja de Africa, que al atacar al miembro de Lunix que los fue a revisar fueron condenados a lo que ellos llaman...
—Desincorporación…—completo Margareth sin salir de su asombro— no puede ser… he escuchado de que desincorporan a aquellos espécimen que son defectuosos, pero desde hace años no se desincorpora a ninguno por lo menos no en la granja de America dónde vengo… me he encargado de la cuna desde hace algún tiempo y todos han sido seres genéticamente perfectos… espera un momento, ¿dices que la granja de Africa se revelo?― mi asombro iba cada vez a más.
―Sí, eso de la desincorporación de niños… harías bien en no comentar nada sobre eso con Oscar, él es uno de esos “especímenes desincorporados” y si, no fue sencillo, al parecer cuando llegaron a reclutar a los de la generación 19, ya los trabajadores de las fábricas, estaban listos, y atacaron cuando el representante del comité entro…
—Solo que no logramos llegar a la fortaleza, somos solo unos pocos los que pudimos escapar, enviaron a sus R-14 a perseguirnos, si no fuera por la gente de Alunix, no estaríamos aquí, Gracias Sr Manuel, muchas gracias— comento un señor que no aparentaba tener más de 35 años, y que estaba en el puente.
—Tranquilo, ya están a salvo y no tiene nada que agradecerme, ven Margareth, sigamos hay algunas personas que debo presentarte—
Al finalizar el puente debían bajar por una escalera igual que la anterior labrada en la piedra hasta que llegaron a la gran sala donde el piso, las paredes y el techo estaban todos labrados en dura piedra
― Estamos rodeados de roca, y el aire ¿de dónde proviene?, y la temperatura… es tan fresco y cálido al mismo tiempo― Comento Margareth mientras seguía con la mirada todas las paredes y las grandes puertas por donde no dejaban de entrar personas.
―Ya te lo explicaran mejor, la verdad yo tampoco lo entiendo todo muy bien, ha mira allá esta el Dr. Figueredo, él es uno de los más antiguos, o por lo menos ya estaba aquí antes de que yo llegase ―dijo mientras le tocaba el brazo para llamar la atención de un señor blanco y delgado de bigotes y lentes de pasta―