¡Joder! No tengo nada que ponerme. Siempre consigo vestirme fácilmente. Hoy cuando de verdad lo necesito, nada me gusta. Quizá sea porque estoy nerviosa, hoy quiero estar guapa. No sé por qué, para mí nunca ha sido algo importante el aspecto físico, soy más de personalidades. Al final logro encontrar algo con lo que me siento cómoda y me causa gracia, pues la camiseta blanca que elegí tiene en la parte frontal el coliseo romano y pone Ciao en grandes letras. Es una agradable coincidencia y espero que él la note.
—Papá, ¿tienes algo de dinero?—le pregunto. Está sentado viendo deportes y mete su mano en los vaqueros para sacar la cartera.
—¿A dónde vas?
—Al cine.
—Casi no te veo el pelo—es cierto, esta semana he estado ocupada. Me acerco y le beso la cabeza para despedirme.
—¡Te amo!—grito antes de salir por la puerta y unirme a Dean que me espera en su auto.
...
La entrada del cine está repleta para nuestra película. Es muy popular y es sábado en la noche, las personas buscan qué hacer para no estar en sus hogares. Hacemos la cola y esperamos para comprar los tickets de entrada.
—¡Wow! Hay mucha gente—comenta Orso al llegar con Georgie de brazo.
—Tío, es Rápido y Furioso, es obvio que estará repleto—dice Dean.
—Lo que yo digo, amigo.
Hacen una especie de saludo con sus manos. Dean y Orso han desarrollado una buena relación, diría hasta que son amigos. Quisiera que pasaran más tiempo juntos para que así me devuelva a Georgina.
—¿Y nuestro invitado?—me pregunta Dean con un tono de voz extraño.
—Aún no llega—respondo cortante.
Eso él ya lo sabía, puede ver que no está aquí, no es ciego. Es evidente que quiere generar preocupación.
—Uff, tarde en la primera cita—emite un silbido de reproche.
—No es una cita—aclaro poniendo los ojos en blanco.
—¿De quién estamos hablando?—pregunta Orso sin entender nada.
—Del “invitado” de Cami—responde Georgie con un tono risueño.
Decido no responder e ignorarlos mientras me molestan. Entonces lo veo venir, las manos metidas en su sudadera negra y sus rizos perfectamente definidos. ¡Qué guapo! Basta Camille, deja de babear. Me regaña mi subconsciente.
—Hola—saluda con una sonrisa.
Se acerca para besar mi mejilla y solo sé sonreír como una idiota. Georgina lo mira de la cabeza a los pies. Luego me mira con picardía y sonríe, ya ha aprobado su físico.
—Soy Adriano, mucho gusto.
Le da la mano a Dean, quien ni siquiera intenta sonreír. Está serio y aprieta la mandíbula cuando estrechan las manos. Adriano saluda a Orso con otro apretón y a Georgina con un beso en la mejilla.
—Tío, tienes acento—señala Orso con confianza.
—Sí, soy italiano.
—Genial.
Luego de esto hay un silencio incómodo y la mirada de Dean parece que apuñala a Adriano, esto no me está gustando. ¿Cuál es su problema?
—¿Compramos algo de comer?—propone Adriano para llenar el silencio.
—Claro. Dean acompáñalos—le digo con una sonrisa amable y él sale caminando hacia el puesto.
—Cuéntame, ¿qué crees de la actuación de Italia en el mundial?—le pregunta Oros al italiano con una mano en su hombro.
Orso parecía maduro y callado el primer día que lo conocimos, pero ha sacado a relucir su personalidad real. Es muy extrovertido, siempre con un chiste y ganas de divertirse.
—Muy guapo—me comenta Georgina cuando nos quedamos solas.
—Sí, ¿verdad?—no tengo porqué negarlo, es muy atractivo y soy consciente de ello.
—¿Qué edad tiene? No me digas que dieciocho.
—No, no. Veinticuatro.
—Mejor. ¿Crees que aguantará a Orso y su personalidad de niño de doce años?
Los miro por un momento a los tres. Dean está muy apartado con su celular, Orso se ríe y hace historias gesticulando a las que Adriano solo asiente y dice pocas palabras.
—Creo que mejor vamos a salvarlo—digo con una sonrisa y nos acercamos a ellos.
—¿Quieren algo, señoritas?—se brinda Adriano al vernos, tan educado como siempre.
—Un refresco—Georgina no pierde el tiempo y ordena con una sonrisa.
—¿Cami?—se dirige a mí con voz dulce.
—Palomitas.
Cuando el dependiente pone la comida sobre el mostrador y cada cuál agarra lo suyo, Orso saca su cartera pero Adriano le toca el antebrazo con una sonrisa amable.
—Ya lo hago yo—saca la suya y Dean sonríe con un bufido de exasperación.
—Creo que somos perfectamente capaces de pagar nuestra propia comida—dice con molestia evidente.
Pone un billete sobre el mostrador y se aleja a la entrada, solo. Le pido disculpas a Adriano con la mirada. Orso y Georgina se adelantan y nos quedamos detrás los dos solos.
—Al parecer que no le caigo bien a tu amigo—me comenta y no sé que decir, tiene razón.
—Dean es un poco... difícil. Pero cuando lo conozcas seguro te cae bien.
Prefiero decirlo de esa forma, es muy pronto para contarle lo sucedido entre nosotros. Es una historia larga y complicada, mejor en otra ocasión. Adriano cambia la vista hacia mí y sonríe entrecerrando los ojos.
—Estás hermosa, esa camiseta, ¿la usaste con algún motivo?
Quería que la notara, pero ahora me siento avergonzada al instante. Me sonrojo y miro al suelo mientras caminamos con lentitud.
—Siempre me ha gustado Italia—contesto sin mirarlo.
—¿Y los italianos?—me pregunta con picardía.
—No, dicen por ahí que tienen una personalidad horrible—bromeo y él agarra mi mano mientras seguimos caminando.
—Tengo que desmentir esa opinión.
Estar tomados de la mano no hace más que agravar el mal humor de Dean. Esto será un problema, pero me siento tan gusto con sus dedos entrelazados con los míos que prefiero ignorar a Dean.
La película está por comenzar y elegimos los asientos. No sé de qué forma quedo sentada entre Adriano y Dean pero así es. ¡Qué apropiado!
Georgina y Orso, como esperaba, se sientan en la última fila. El pobre Orso, tan emocionado que estaba, no sabe que no podrá ver la peli. Ya comenzó y el cine está en silencio absoluto, Adriano no está mirando a la pantalla sino que mira el cine de un lado a otro, o al suelo, o su celular. Le toco con mi hombro. ¿Acaso no quiere estar aquí?