La historia de Genevieve me dejó un poco asombrada. La mujer tiene unos treinta y dos años, estuvo con Adriano hace un año y duraron pocos meses. Según me contó Juliette, Adriano estaba muy enamorado de ella, obsesionado. Hasta que un día la encontró con otro en la cama. Quedó devastado y vino hasta Francia para no tener que estar cerca de ella.
Cuando le pregunté sobre el tema le dio muy poca importancia. Dijo que para él, ella solo fue una mala experiencia, le rompió el corazón y es una mancha que quiere borrar. De igual manera me queda un sentimiento amargo. ¿Qué pasa si aún la ama y solo soy un reemplazo? ¿Una distracción?
Prefiero no darle demasiadas vueltas a esos pensamientos. Hoy nos vamos a la casa en el lago y estoy feliz. Georgina entra a mi habitación con una maleta gigantesca.
—¿Lista?—me pregunta emocionada por esta escapada vacacional.
—Georgina, ¿sabes que son solo tres días no?—le recuerdo y pone los ojos en blanco, dejando la maleta en el suelo.
—No sabes el esfuerzo que hice para sacar algunas cosas. ¿Aún no has acabado? Adriano viene a las cuatro—me recuerda al ver que aún guardo ropa.
—Lo sé, lo sé. Ya casi estoy. Por cierto, ¿dónde está Orso?—pregunto doblando una blusa y poniéndola dentro de mi maleta.
—En el sofá.
—¿Solo?
—No, con Nugget.
—Georgina, dile que pase. El pobre allá solo.
Ella se pone de pie, haciendo un mohín y le grita desde la puerta.
—¡Orso, puedes venir!
—¿Por qué estás tan malhumorada con él?
—No estamos muy bien—suspira.
—¿Qué pasó?
En ese momento sentimos los pasos en el pasillo y ella hace un gesto, queriendo decir que luego me cuenta.
—Hola—saluda y se queda de pie en el umbral de la puerta.
—Cami, ¿Dean no ha llamado?—me pregunta Georgie ignorando a su novio.
—Aún no.
Decidimos invitar a Dean a última hora, para evitar malas vibras. Estuvo muy molesto luego de la cita doble. No deberíamos excluirlo solamente porque no tenga pareja. Espero que no haya tensión entre él y Adriano durante la estancia.
—Orso, deberías llamarlo, ahora que son tan amigos—le ordena Georgina sarcástica.
Acto seguido, Orso saca el móvil de sus bermudas y se lo lleva a la oreja.
—¡Tío!... ¿tardas mucho?... No.... Sí, a las cuatro. Vale, vale... no tardes—cuelga y nos mira a ambas.
—¿Y bien?—presiona Georgie.
—Dice que casi llega. Está ayudando a su madre con un armario o algo así.
—Ese “casi llega” me da mala espina conociendo a Dean—comento.
Termino de hacer mi maleta y nos sentamos a en la sala de estar mientras esperamos. Voy un momento a la cocina con disimulo, quiero dejarles un poco de espacio para que resuelvan sus problemas. Al mirar por la ventana veo el auto de Adriano aparcado. Se baja con elegancia del mismo y me tomo un momento para apreciar su belleza. Adoro su manera de caminar tan masculina. Es delgado y desde aquí se ve mucho más alto. Lo recibo en la puerta con un corto beso en los labios, no nos gusta mucho darnos muestras de amor tan cálidas en público. Estamos de acuerdo en que es un poco grosero.
—Hola, tío—lo saluda Orso mientras se estrechan las manos.
—¿Ya estamos todos?—pregunta. No le he mencionado que Dean vendrá con nosotros, fue algo de última hora.
—Aún falta Dean—comenta Georgina.
—¿Dean?—me mira con el ceño fruncido.
—Sí, Georgina creyó que sería buena idea invitarlo.
Ella levanta la vista y le pido con los ojos que me siga la corriente. No quiero que sepa que lo invité yo.
—Cierto, me siento mal por él. Está tan solo—dice ella.
—Ya, claro. ¿Tardará mucho?—pregunta muy serio.
—Ya debe estar por llegar—le contesta Orso.
—Mientras esperamos, Cami, ¿me das un poco de agua?—me pregunta.
—Claro, vamos.
Cuando entremos en la cocina me da la vuelta agarrando mi mano y posa su labios sobre los míos. Mis manos se desplazan por su cuello y acaricio su pelo mientras suspiro de alivio al sentirlo tan de cerca. Se separa y me da un sonrisa cómplice.
—Hola—susurra.
—Hola—le devuelvo con una sonrisa tonta en el rostro.
—Te extrañé—me dice y sonrío, es tan exagerado.
—Me ves diario.
—No es suficiente—añade y me besa la frente.
—¿En serio querías agua? ¿O era un excusa para besarme a solas?
—Un poco de ambas.
Me acerco al frigorífico y le doy un vaso de agua bien fría. Mientras la bebe Nugget se acaricia contra sus piernas desnudas, pues trae unas bermudas.
—¿Crees que tarde mucho tu amigo?—la forma en la que dice “tu amigo” es un poco sarcástica e incluso parece molesto.
—¿Por qué el tono acusatorio?
—¿Cuál tono?—se hace el desentendido.
—Adriano, te conozco. Te cambió la expresión desde que sabes que viene.
—Solo me molesta que no me avisaras—dice un poco molesto.
—Fue Georgina que lo invitó—me excuso.
—Olvidas, Camille, que yo también te conozco. Sé que lo invitaste tú.
—Vale, sí, lo invité. No veo el problema.
—El problema es que no me contaste.
—¡Qué más da! Estoy segura que si hubiera sido cualquier otra persona no te molestaría. Estás así porque se trata de él—alzo un poco mi tono de voz.
—¡Claro que sí! No me siento cómodo con estar tres días en una casa ¡con el ex de mi novia!—lo dice entre dientes, reteniendo sus ganas de gritarme de vuelta.
—Antes de ser mi ex, es mi mejor amigo—le digo más calmada.
—Eso no cambia el hecho de que aún tiene sentimientos por ti.
—No puedo hacer nada contra eso. Lo veo como a un hermano. Espera... ¿Estás celoso?—le pregunto con una media sonrisa.
Es extraño, pero me causa satisfacción. Por mucho que las personas digan que no, siempre es gratificante saber que tu pareja te cela.
—No es eso—camina emitiendo un suspiro largo y se para junto a la ventana. Me acerco y lo abrazo desde atrás, poniendo mi mejilla en su espalda.
—No tienes que estar celoso. Confía en mí, ¿sí?