Amalia, ocho años de edad.
Palacio del Sur.
Odiaba ser pequeña, no podía defenderme del acoso de las sirvientas, sus burlas e insultos. Escuchar el nombre de mi madre en sus boca, me ocasionaba dolor de estomágo. Seguí limpiando la pequeña cocina del palacio que había tenido mejores años. Según los libros de la biblioteca era un castillo especial para las reina, sobre todo para mi abuela y madre. Jamás las conocí, tenía una pequeña pintura de mi abuela pero no más que eso. Según escuché por la boca de los sirvientes, todas las pertenencias de mi madre había sido quemadas hasta las cenizas por la amante de mi padre, Rowenna. El hombre no se había enojado por ello sino que uso la madera de los muebles para crear una enorme fogata e hizo una fiesta que duró por una semana. Me dolía el corazón al pensar que festabajan la muerte de mi madre como si fuera un gran logró. Mi cumpleaños y un año más de su muerte, se acercaban con la luna en su punto más alto. Podía sentir el cosquilleo en mis dedos, la magia queriendo salir de mi cuerpo. Era el único día que podía estar en paz. La gente del reino; los aristocratas, festejaban la muerte de mi madre mientras que el pueblo a las afueras del reino; festejaban su vida y una parte de mi, creía que la mía también.
- ¿Qué mierda haces? ¿Soñando despierta de nuevo?
Lo escuche antes de sentirle, el pequeño látigo de la bruja; golpeando mi espalda con furia hasta que estuvo satisfecha y me dejo con el dolo recorriendo mi pequeño cuerpo.
Deje de contar mis cicatrices hace más de un año. Si no le importaba a nadie ¿Porque debería importarme?
Con mucho esfuerzo, pude levantarme del piso recién lavado. Levante mi pequeña cabeza para notar que no había derramado ni una gota de sangre, podría limpiar nuevamente pero tenía que descansar bocabajo y si me lastimaba más las rodillas por estar incada más horas, no podría dormir con el dolor.
Pasos lentos, un pie delante del otro. Llegue a mi habitación, estoy segura que era el ático pero no me pondría a esta edad a pedir algo mejor como la habitación de la bruja de Stella. Aquella vieja me odiaba a morir, no solo por tener que vivir conmigo. Sus gritos eran reveladores cuando se tomaba una o dos botella de vino ella sola.
-¡Debería estar con la reina, no contigo! Soy su mano derecha, yo la puse en el trono al lado del rey. Hice que la amará y esas pequeñas bestias, la adorarán ¡Hablo de tus hermanos, estúpida! Ja, tenían razón, eres defectuosa.
Cerre la puerta, y me acerque a mi pequeña cama; debajo de ella escondía una crema para mis heridas. Comí un pedazo de pan duro y me dispuse a descansar. Rezando a la luna por no ver el proximo mañana.
Oh, luna. Sé que te lo pido todas las noches desde que comprendí lo que era la muerte y comenzar a añorarla.
¿Me oyes?
Llevamé contigo y dejame ser abrazada por mi madre y abuela.
Te pido que está sea la última noche y no ver el proximo mañana...
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Editado: 28.03.2024