Sentí como mi teléfono vibraba en mi pantalón, al sacarlo vi que era un mensaje de Amanda.
“Ray, espero y no te esté molestando pero me podrías esperar en el centro comercial, el que está a un lado del canal. Necesito tu ayuda. Porfa”
La alegría brincó dentro de mí al darme cuenta que ella sentía que podía confiar en mí y que era su amigo y al mismo tiempo, que yo pasaría tiempo cerca de ella. Pedí un taxi, le dije la dirección y en menos de media hora ya estaba en el lugar indicado.
Inmediatamente tomé mi teléfono, y tecleé el siguiente mensaje.
“Ya llegué, ¿Dónde estás?”
Amanda:
“Estoy en el puesto de sushi en el segundo piso”
Me adentré en el edificio, parecía un laberinto lleno de ropa y artículos de todo tipo. Al llegar la noté triste y pensativa, estaba a punto de encender un cigarrillo, nunca habría imaginado que fumara. Me acerque y la oprimí contra mi pecho y le pregunté que sucedía.
– Ray, es que me he salido de la casa en la que vivía, y necesitaba un lugar donde quedarme y quería que me ayudaras a encontrar un lugar donde rentar y quedarme, tengo un poco de dinero, es solo visitar algunas casas y elegir una. Perdón parece demasiado tonto, pero no quería ir sola.
– ¿Y porque no invitaste a tu novio? – pregunté sin el menor tacto.
– Terminamos hace unos días – la frialdad con la que me respondió, me hizo entender que no le importaba.
Lo tomé sin importancia y proseguimos a buscar casas de renta por las diferentes redes sociales y en algunos sitios de internet. Encontramos algunas dentro del presupuesto y nos dirigimos a visitarlas. Fue muy cansado porque necesitábamos encontrar la indicada en la misma tarde e ir por sus pertenecías para mudarse ese mismo día. Buscamos por toda la cuidad pero no pudimos encontrar un lugar de su agrado.
– Lo siento – dije al salir de la última casa.
– No pasa nada, total mañana tendré tiempo para buscar un poco más. ¡Muchas gracias! Ahora tengo que irme al trabajo, ahí le preguntaré a mis compañeros a ver si alguien conoce algo. Por ahora me quedaré en un hotel. Además, las propinas son suficiente para pagarme un cuarto – dijo con una sonrisa confiada.
– ¡Suerte! Me avisas si logras encontrar algo.
Me regresó un gesto afirmativo y se subió a un taxi que la llevaría al restaurant donde trabajaba de mesera.