Amando entre mentiras [saga: Sin verdades – Libro #2]

*Capítulo trece: "La confesión de Yuu"

—¿Siempre has sido tan callada? —“Y lúgubre”, inquirió el anciano, percatándose del extraño comportamiento de Yuu.

Ella permanecía con la mirada gacha y los ánimos bajos. Su atención solo se dirigía al caldo de la sopa que comía desganada, llevando la cuchara a su boca sin convicciones.

—No suelo ser callada —respondió fingiendo estar atenta a la conversación que sostenían. Espabilando su mente de cualquier impertinencia que le costara una fractura más a su corazón. La jovencita no le daba la veracidad suficiente a lo sucedido una hora atrás. Todavía era incrédula, pero muy en el fondo de la maraña de sus sentimientos, una tensión calamitosa y pretenciosa la martirizaba con una oscura emoción, que nunca experimentó con tanta fuerza—. Estoy un poco agotada por el viaje —continuó, sonrojándose al percatarse que Tetsuhiro la miraba con intención de comprender qué le sucedía.

—Pierde cuidado, Yūme, cuando acabemos el almuerzo te podrás ir a dormir —le sonrió mostrándole un cariño con el que no se familiarizaba del todo.  

Para el anciano, no existía mejor momento que ese, le agradaba disfrutar de la compañía de la jovencita que tenía el poder de convertir su vida en algo con significado real y valioso. Recordaría sus vivencias en su lecho de muerte.  

—Le puedo preguntar el motivo por el cual nos trajo hasta aquí.

No pretendía ser una entrometida en asuntos que no le correspondía conocer; sin embargo, no lograba comprender su actitud, así empeñara su día entero en ello. No era muy astuta, lo admitía, mas saldría con el gusto de saber qué escondía ese sujeto de cabellos canos.

—Hice que vinieran a firmar un trato muy importante —con los ojos impasibles, dirigió su interés hacia Siwon, quien se levantó de la mesa a contestar una llamada de suma urgencia. Tras comprobar que se ubicaba a muchos pasos de distancia de la mesa, él prosiguió hablando con naturalidad—. Bueno, en realidad solo quería divertirme y librarme de la soledad —se encogió de hombros.

—No es nada convincente —sonrió Yuu—. Dudo que un hombre de su posición social quiera pasar tiempo con personas desconocidas.

La intriga burbujeaba en su corazón endurecido por los años, y al mismo tiempo se sentía alagado por la perspicacia de su querida nieta. Después de todo, con sus acciones inmaduras, le demostraba que no era nada de lo que aparentaba. ¿Qué más podía pedir? Ella era una mocosa que no comprendía la complejidad de la vida.

—Claro que no soy convincente —dibujó un gesto falso de alegría, confiado de su inteligencia traicionera. De manera involuntaria, acomodó su cuchara al costado del plato casi vacío—. Tengo intenciones muy ambiciosas que no puedo relatarte, porque todo se iría a la basura. Solo confía en que no hay nada oscuro con lo que quiero hacer —por más que Yūme quisiera cegarse con él, no tuvo ni un poco de fe en sus palabras—, así que puedes mantenerte tranquila —Tetsuhiro levantó una mano y el camarero se apresuró a conocer qué se le ofrecía.

—Usted a veces dice cosas que no comprendo, señor Tetsuhiro —manifestó sobre el hecho que siempre la confundía, hasta el borde de la locura. La hacía vacilar acerca del propósito principal del futuro socio.

—A veces soy demasiado incomprensible —cuadró los hombros, atento a las variaciones de expresión de su nieta—. Ya me acostumbré a ser raro a la vista de los demás —meneó la cabeza, conmovido por su infinita inocencia—. Mi forma de ser es una verdad que aún no puedes interpretar, pero ya habrá tiempo para que sepas todo, «Mo chailín beag» —Yuu arqueó las cejas, más confundida que asustada por lo que acababa de decirle en un idioma que no conocía.

No obstante, ella no añadió nada más, ya que escuchó unos pasos, que aunque sonara enfermizo, reconocía.

—¿Qué se le ofrece a su querido amigo el señor Cho? —Hurgó sin afán de que le contestaran con rapidez. El irlandés elevó su copa llena de vino y dirigiéndola a sus labios, lo miró a los ojos.

—Conocer los pormenores de nuestra conversación, mi querido futuro socio —respondió Siwon, desviando su rostro en dirección a cualquier lugar donde la curiosa inspección de Yuu no lo alcanzara con tanta premura y vivacidad. Prefería mantenerse al margen de lo que a ella respectaba, antes de hundirse en el precipicio marino donde los cascos de presión le quitarían la vida que le restaba.

—Todo está marchando muy bien ¡Qué no sea tan paranoico! —ese hombre lo exasperaba con su actitud inapropiada, que demostraba falta de amor propio, aun así no tenía ninguna alternativa más que soportarlo. Al menos por el momento, lo mejor era tenerlo de cerca—. Por cierto, quería decirles que esta noche organizaremos una fiesta muy cerca de aquí, y desde luego ustedes, mis queridos huéspedes, están invitados —Siwon resopló fastidiado por su despreocupación y un vertedero de injurias se quedaron atoradas en su garganta.

—Usted no nos habló de ninguna fiesta —protestó más incómodo que antes—. Además, estamos aquí para firmar un trato, no aguantaremos que nos trate como unos títeres que tienen que hacer lo que se le plazca —adicionó esa frase haciendo prevalecer lo que él creía correcto—, pienso que ya estamos soportando demasiado, señor —finalizó endureciendo las facciones de su rostro.

—Por favor, no sea tan cascarrabias —Tetsuhiro hizo un ademán con la mano derecha. Siwon comenzaba a comportarse peor que el insufrible de su socio—, guarde la compostura, que está frente a una pequeña damita —informó señalando a Yuu, quien rememorando lo acontecido, que no debía ni siquiera centellar bajo sus parpados, se bañó de una sensación adormecedora e impura, que la recorría hasta llegar al centro de su desprotegido corazón.




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