Yuu abandonó la casa de Choi Siwon agradeciéndole su enorme hospitalidad con un efusivo abrazo, cargado de emociones que juró, en nombre de su orgullo diminuto, nunca más padecer; así el mundo se acabase, no se enamoraría otra vez. Con los ojos empapados de sollozos inconsolables, Yuu supo que no olvidaría lo que Siwon hizo por un ser humano tan desamparado, ya que cuando él la llevó a su casa, era una completa desconocida. Irrumpió en los designios de su vida igual que la lluvia y él la recibió con una cálida bienvenida…
Además de su presencia inexistente y el fantasma de su jubilosa risa al despertar, ella también le dejó una carta de renuncia, que durante la semana que siguió viviendo allí, él intentó rechazar de todas las maneras posibles.
No consiguió persuadirla ni empleando medios convincentes e imposibles de rechazar, porque si Yuu tomaba una decisión, no existía poder humano, infernal o celestial, que la hiciera cambiar de parecer. Así su alma se deshiciera en cada negación, ella mantendría en pie lo emitido por su cerebro.
Viajando con las ilusiones primaverales y afanosas del arribo de un bello sol a su cielo, con sus maletas en la parte trasera del auto y hurón, que desde hacía días solo dormía —según el veterinario era normal que reposara en exceso, después de todo, estaba viviendo más tiempo del que se suponía—, la joven se rió de la locura que fueron sus últimos tres meses al lado del agradable Choi Siwon: compartió la casa con un extraño; sin saber si era un asesino, vendedor de órganos o violador; gracias a la providencia nada malo sucedió las semanas que se extendió su estadía; y Yuu reconocía ese respeto que se tuvieron el tiempo que se conocieron. Añadido a ello, recibió un trabajo que era inútil e inservible en favor del desarrollo de la compañía ¿Tanta lástima despertó en él al topársela en medio de la autopista?
Eso no era relevante en el curso de sus días. Lo importante fue que tendría una pacífica existencia a partir de ese instante.
Yūme debía dictaminar el rumbo agreste que tomaría su destino: regresar a la cueva del dragón endemoniado o ahogarse en el mar incierto de los retos que avecinaba su futuro. Ella suspiró recordando su eterna soledad.
Todavía le remordía la consciencia, y las buenas costumbres que recibió de niña, haber amenazado a su querido tío Donghae para que le diera más dinero. Se arrepentía en lo más profundo actuar como una chica egoísta, a quien no le interesaba mirar más allá de sus propias narices y velar por sus egocéntricos intereses; sin embargo, no le quedaba otra alternativa si procuraba mudarse a un lugar decente, donde no corriera ningún peligro.
—¿Tú qué opinas? —le preguntó al curioso animalito que se acurrucaba en sus brazos, acariciando su suave pelaje, sonrió agradeciendo su compañía. El hurón, con la respiración calmada, siguió durmiendo, le encantaba que su dueña fuera tan amable y cariñosa—. Supongo que te da igual; mientras esté contigo y te dé comida estarás en paz —se burló de su propio chiste. La realidad es que ella no entraría en desesperación si Urón continuaba con ella.
Aislando sus acentuados pensamientos al recinto más atezado de su razón, Yuu elevó una de sus manos en dirección a su boca y comenzó a morderse las uñas hasta sentir que la piel de los dedos le ardían a causa de las pequeñas heridas que se abrían en las yemas. Era menester conseguir un empleo con el que pudiera cubrir sus necesidades básicas.
Resopló entristecida por los recuerdos que bañaban sus positivas intenciones, Siwon se negó a aceptar su renuncia, pero no le quedaba más alternativa que decirle que sí y Yūme aplaudía su buena decisión, por el bien de ambos.
Ella no pretendía incomodarlo con su presencia, ni ponerse un antifaz de mentiras con el cual podría suponer que nada sucedía. No fingiría no sentir lo que su corazón anhelaba gritar. No se privaría del placer de amarlo.
En chofer, tratándola con delicadeza, ya que su expresión revelaba que era una mujer frágil, le indicó que ya habían llegado a su nuevo departamento. Yuu soltó una exclamación de alegría, porque podría llegar a dormir: todo estaba ordenado en su hogar provisional.
La joven que usaba una coleta rosa que apresaba su larga cabellera rubia, le agradeció al taxista por sacar sus cosas de la parte posterior. Tras estirar un poco sus músculos tensionados, Yūme bajó del auto con hurón todavía sumergido en el mundo de los sueños.
El edificio que los recibía era cómodo y contaba con los servicios que ella usaba en su vida cotidiana, no era lujoso, ya que el dinero de su tío y sus sueldos no le alcanzaban para costear algo digno de un magnate; no obstante, era algo que la hacía feliz, y eso, en aquellas circunstancias, era suficiente.
La joven, admirando los seis pisos de la construcción, le pagó al taxista y luego de un pequeño agradecimiento, tomó su maleta de ruedas e ingresó triunfante.
La mujer que la esperaba en la recepción la saludó, y sin quitarle su valioso tiempo, le dijo que arreglara sus cosas y en la noche conversarían de ciertos puntos que aún no tocaban. Yuu asintió a la petición y subió las escaleras al segundo piso.
Fue un verdadero desafío arribar allí...
En el último peldaño su pecho subía y bajaba con dificultada. Yuu no estaba acostumbrada a cargar cosas tan pesadas con usa sola mano. Con la frente empapada de sudor, la menuda mujercita caminó el tramo final del pasillo y amplificando una sonrisa de maratón, alcanzó su departamento.
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Editado: 25.07.2021