Amando entre verdades [saga: Sin verdades – Libro #3]

*Capítulo siete: "Decepción"

“Nos amamos lo que duró una canción”, una tonada delicada que conseguía atravesar el alma de quién oyera esa atrayente melodía romántica. Una canción que en los minutos que duró, permitió que los amantes impasibles mostraran absolutamente todo al ser amado.

“Nos amamos lo que duró una canción”, fue el primer pensamiento en arribar a la mente envarada de Yuu, que se dejó arrastrar por la intensa ventisca que la levantó del suelo, en el que reposaba con extrema debilidad. La letra de ese jazz era la única que se sabía de memoria en francés, después de todo, no podía ser indiferente a los gustos extravagantes de su madre, que la atormentó durante su adolescencia con Édith Piaf, y luego, con Madeleine Peyroux.

Y la corta extensión de ese sutil verso, escrito con lágrimas de dolor y tristeza por un amor perdido, reflejaba todo lo que nunca expresaría que guardaba para Siwon. Todo lo que la emboscaba contra una dura pared de concreto. Todo lo que cambió su forma agreste de mirar la vida.

—No puedo estar sin ti —la súbita confesión, aplazada hasta el final del delicado beso que se dieron, hizo que Yuu creyera que todavía se hallaba sumergida en el profundo mundo de los sueños; sin embargo, las palpitaciones de su corazón la convencieron de que ella no estaba reposando en la placidez de su cama—. Sé que he intentado alejarte de mí con miles de formas posibles… —hizo la promesa de mantenerla apresada en sus brazos por el resto de sus vidas, hasta que se desvanecieran y se convirtieran en parte del aire que revolvía sus cabellos—. Ya no puedo seguir observando cómo nos distanciamos cada día —Siwon tomó el mentón de Yuu entre sus dedos y obligó a que se miraran nuevamente. Las pupilas de la jovencita, temblaron con apremio, era la primera vez en su vida que se le declaraban de un modo insólito. Era la primera vez que sentía un nudo en la garganta por la falta de apacibilidad en sus terminaciones nerviosa—. Estoy diciéndote la verdad —argumentó al denotar temor en la lozana faz de su querida niña.

—Apestas a alcohol —sacó a relucir ese detalle vergonzoso para el hombre que, con la poca valentía que le quedaba, fue a declararle su amor, sabiendo que quizá se expondría al ridículo por enloquecer, al grado de contemplar el matrimonio como una opción de final feliz, y más a su edad—, y eso me impide creer en tus palabras —aprovechando el desconcierto de Siwon, Yuu descompuso su ligera unión.

—Estoy lucido, Yūme —la corrigió con suavidad para que supiera que él no estaba jugando con las frases que su cerebro le dictaminaba decir. La amaba con cada espacio de su ser y no había ninguna contemplación para un error tan de principiante—, y lo cierto es que te amo como si fuera un idiota.

—Dijiste que lo nuestro no podía ser, ¿qué te hizo cambiar de parecer? —Yuu se desconcentró del drama latente en su escena amorosa y bajó la mirada al percibir que su hurón comenzaba a morder su pantalón de dormir. Ese pequeño animalito despertó junto con ella.

—El darme cuenta que no voy a vivir tranquilo con la idea de que estarás con otra persona —le era inconcebible crear una imagen de un futuro, no muy distante, en el que podría encontrarse con Yuu, siendo novia o esposa de un hombre que no la valoraría tanto como él.

Porque él la adoraría con la devoción necesaria para bajarle los astros que ella tuviera la afición de adquirir. En los años que le quedaban de vida, él nunca permitiría que la alegría dibujada con efusividad en sus gráciles gestos, se esfumara como el viento ante el mar; no, él le daría todo lo que ella merecía. Gastaría sus energías con el objetivo de desbordar lo más excelso de su ser.

—Todo esto es porque me viste comiendo con alguien más —cuando los intentos de conseguir atención de Urón se volvieron insoportables, Yuu se agachó un momento para recogerlo entre sus brazos y darle el cariño que exigía—. Eres un hombre muy idiota —lo condenó por eclosionar la misma exaltación que la dirigía a su antojo—. Solo actúas porque sentiste celos —la decepcionaba el modo en el que Siwon decidía aceptar que necesitaba del amor mutuo para alcanzar el sentimiento que por años quiso disfrutar.

—No estoy actuando por celos —se defendió. Siwon, poco a poco, empezó a perder los efectos secundarios del alcohol. Se desvanecían las fantasmales esperanzas de tomarla de la mano, al ver que la reacción de Yuu no era nada similar a lo que imaginó en sus más profundas fantasías.

Él, ahogado por el amargo sabor del whisky, pensó que ella lo recibiría con los brazos abiertos, aceptando la vivencia de su amor. Y que juntos gritarían, por el hermoso prado abarrotado de flores en el que él le prometería amor eterno, su unión sempiterna.

—Yo creo lo diferente, Siwon —la muchachita reprimió, apoyándose en la protección de su hurón, todo rastro legible de sus emociones, que pudieran refulgir en una expresión difícil de controlar. No quería ceder ante los impulsos que le decían lo bueno que sería dejarse seducir ante el deseo, sucumbir a la caída de sus alas—. Al darte cuenta que me podía ir con otra persona, sentiste miedo y decidiste actuar; y eso, en lugar de alegrarme, me causa decepción —apretó los labios.

—Y ese es el problema —exclamó Siwon, alzando las manos en señal de desilusión por la falta de cordura mostrada por esa mujercita—, tú piensas que las relaciones son fáciles porque nunca has tenido una —Yuu abrazó a su mascota contra su pecho al oírlo tan distinto a lo habitual—. No es fácil —reiteró—, menos cuando nos llevamos tantos años de diferencia —temor al olvido y a ser abandonado; sus amigos no lo culparían por miedo tan válido—. ¿Eres consciente de ello? —Yuu fue manipulada por el amor inconsciente que sentía por Siwon y había dejado ese detalle como una estupidez en la que nadie debía fijarse. ¿Por qué el amor era amor? Eso aprendió en la más tierna infancia—. Cuando tú naciste, yo ya iba en mis veinte años y había tenido muchas experiencias —le informó para que tuviera noción del problema que los acarreaba, impidiendo la realización de un amorío nulamente convencional—. Comprendes eso —la trató como sí ella no supiera nada de la vida, y en cierta manera, contaba con la razón absoluta: ella no poseía ni la menor idea de lo que era mantener un noviazgo—. No es que aceptemos que nos amamos y toda la vida se nos va a solucionar —le recordó—. No es un cuento de hadas.




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