Amante de la muerte

CAPÍTULO 6: LA REUNIÓN.


 

Los policías llegaron inmediatamente, el sobreviviente Héctor no estaba, en su lugar, la sangre los guiaba a la ventana, una enfermera había perdido el conocimiento al ver terrible brutalidad. Misteriosamente el rastro de sangre doblaba por el hospital y desaparecía en la carretera, dando a entender que se lo habían llevado en un automóvil.

Mientras tanto Franco Nievas era interrogado inútilmente por miembros de la policía, hasta la llegada del detective Barroso, quien se  sentó delante suyo, mirándolo detenidamente; mirada perdida, manos esposadas, labios palpitantes, estaba aterrado.

—¿Cómo estás? Franco ¿verdad?—Preguntó Barroso aunque en verdad sabía su nombre.

El hombre asintió con la cabeza nervioso.

—¿Qué intentabas hacer en el hospital, Franco?—Preguntó dudoso.

El hombre permaneció en silencio unos segundos, Veintisiete, veintiocho, veintinueve, treinta. El comisario contaba aburrido su silencio, la cabeza de Franco temblaba nerviosa, como si estuviese haciendo fuerza para recordar, suspiró con fuerza, liberando todo el aire de sus pulmones, comenzó a respirar agitado luego de ello.

—No me acuerdo—Comenzó a llorar tirando con fuerza su cabello—. Por más que hago fuerza no recuerdo que estaba haciendo allí.

—¡Miente!—Gritó un policía a su lado.

El detective giró su cabeza lentamente para mirar al policía, luego notó lo magullado que estaba el hombre.

—Le pido que se retire de aquí "policía"—Mencionó con ironía el detective—. Este es mi caso, las personas no hablan a golpes, idiota. No tiene porqué trabajar como fue criado.

El policía se retiró avergonzado, cerrando con fuerza la puerta, el detective suspiró cansado, miro a los ojos que se encontraban bañados por sus propias lágrimas, Barroso sabía que Franco no mentía, de alguna manera él había sido inyectado con la misma droga que borró la memoria del resto de sobrevivientes, dándole a entender tres cosas:

¤ Había sido secuestrado luego de la fiesta.

¤ La droga tarda en hacer efecto luego de ser inyectada.

¤ Si había sido secuestrado, la posibilidad de que las dueñas del salón también lo estuviesen era una probabilidad.

Llegando a aquellas conclusiones se quedó paralizado mirando a su interrogado, o más bien a la nada que lo rodeaba, lentamente todo comenzaba a tener sentido para él, tal vez Franco había sido amenazado, tal vez la navaja no era suya. Barroso recordó cuando miraba a través de las cámaras la situación, aquello que Franco gritaba:

~¡Tienen que saberlo!~~¡Tienen que saberlo!~

El detective seguía perdido en sus pensamientos mientras escuchaba los sollozos de Franco. 

《Tal vez tenía orden de matarlos》pensaba《Pero al saber que la droga ya estaba corriendo por sus venas decidió intentar decir la verdad》continuaba 《El asesino se escudaba en que lo olvidaría todo si lo intentaba y no lo lograba》finalizó.

—No puedo creerlo—Barroso suspiró—. Quien sea el culpable de todo esto debe ser una mente maestra, capaz de adelantarse a todo, incluido mis propios pensamientos.

—Espere...—Suspiró Franco—. Recuerdo algo, un cuarto muy oscuro, con un fuerte olor a humedad y abandono.

Efectivamente había sido secuestrado, el interrogado se lo estaba confirmando de una vez, los recuerdos parecían salir con facilidad al exponerlos a pensar en la situación, por lo cual una reunión con todos los sobrevivientes crearia una reacción en cadena que traería sus memorias con más facilidad.

—Bien, Franco—Dijo Barroso—. Vamos a traer a el resto de sobrevivientes a la comisaría, llevaremos a cabo algo no visto, pero estoy seguro podrá resolver este caso.

Mientras el detective Barroso convocaba a los policías para que se dirigieran al hospital y escoltaran a los sobrevivientes a la comisaría, un grupo de oficiales armados buscaba a Héctor o a lo que quedaba de él, la reunión sería durante la noche, debían estar todos para que funcionase.

Tamara abrió la puerta del cuarto donde Mía se encontraba, viéndola dormir desnuda en su cama. La oficial se aproximó a ella evitandola ver aunque quisiera, despertandola, ésta asustada se tapó con las sábanas y miró a la oficial con rostro sorprendido.

—Debemos irnos—Le dijo la oficial.

Mía cerró sus ojos con fuerza, un dolor atravesó su cabeza en un instante, era un recuerdo muy borroso, podía escuchar "debemos irnos" viendo a una sombra rodeada de cuerpos bañados en sangre.

—¿Estás bien?

La mujer asintió con la cabeza, luego de que está se cambiara, ambas se fueron hasta la patrulla. Mía logró ver que había varias patrullas en las afueras del hospital.

—¿Por qué hay tantas?—Preguntó desorientada.

—El detective a cargo del caso nos dijo que los llevaramos en lapsos de tiempo distintos y en distintas patrullas—Contestó la oficial abriendo la puerta del automóvil—. Sube.

Mientras Mia era llevada a la comisaría por la oficial Tamara, quien sentia un gran afecto por la sobreviviente, Héctor despertaba en oscuridad, pálido, con un charco de sangre a su alrededor, estaba atado en una silla bastante incómoda, y sin importar cuánto gritaba, parecía que sus gritos se desintegraban en el vacío del lugar.

Un pequeño foco comenzó a titilar, escucho pasos por fuera, logró ver a un hombre pasar por la ventana del lugar, estaba caminando por todos los cuartos siguientes, en uno estaba Héctor, al borde del desmayo, en otro las dueñas del salón la dystopie y en el último Pablo Bravo, quién despertó al oír la puerta abriéndose, un poco de luz ingresó al lugar, la luz de la luna permitía que la silueta del hombre misterioso resultara en la puerta, un fuerte olor a humedad inundaba el lugar abandonado. Pablo lo miraba asustado, había recordado todo.

—¿Como puedes hacer esto tú?—Le gritó desgarradoramente.




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