DESPIERTA
Nos paramos frente al sobre que hay pegado en la pared y el cual necesitamos para entender la prueba. Las imágenes con lo que ha sucedido hace pocos minutos aun resuenan en mi cabeza. Aun siento el roce de sus labios contra los míos y como sus manos viajaban por mi cuerpo.
Cato agarra el sobre y lo abre para leerlo en un susurro, de esta forma nadie nos puede oír, nadie sabe dónde estamos.
“Queridos Clove y Cato,
Os encontráis en un simulacro de los juegos del hambre.
La tarea que se os encomienda es muy sencilla. Tenéis que permanecer unidos hasta el final, ayudaros en todo momento y, lo más importante, sobrevivir.
Solo puede quedar una pareja en pie, por tanto, debéis reducir al resto de parejas que hay. No os cebéis mucho, ya sabéis que solo tenéis que herirlos, nada más. No es momento de ajustar cuentas pendientes.
Os estaremos observando en todo momento.
Cuando termine, elegiremos a los mejores para que pasen a un nivel superior, dónde se os dará la oportunidad de conseguir un billete para los juegos.
Solo hay un ganador, una pareja.
Que la suerte esté siempre de vuestra parte.
Atentamente,
Cissy”.
Cierra la hoja cuando termina y nos miramos entendiéndonos a la perfección. Si realmente queremos ganar, debemos unirnos, dejar a fuera nuestras diferencias y salvarnos el pellejo mutuamente, por más que nos odiemos. Aunque sinceramente, yo ya no estoy muy segura de si nos odiamos o no.
Cato no me dice ni una palabra pero lo veo moverse por la sala buscando algo. No le pregunto, creo que sabe lo que hace. Él ya ha participado dos veces en estos simulacros así que debe saber qué hacer. Finalmente encuentra una puerta secreta en una de las paredes. Al abrirlas nos encontramos con dos espadas y un chaleco repleto de cuchillos. Sonrío ampliamente mientras cojo el chaleco, saben cuáles son nuestros puntos fuertes y quieren ver nuestras habilidades. Con estas herramientas no van a poder vencernos.
El entrenamiento especial que estamos llevando a cabo suele durar toda la noche y el día siguiente entero, para que se asemeje lo máximo posible con la realidad. Sin embargo puede durar menos si una de las parejas logra ganar demasiado pronto, pero sucede muy pocas veces.
De repente oímos un ruido cerca de donde estamos. Nos miramos a los ojos y sabemos qué hacer. Nos escondemos para que nadie nos vea y agudizamos los oídos a la espera de que alguien venga. Los pasos se oyen más fuertes y veo como Cato se mueve agachando y me indica con un dedo sobre sus labios que me quede en silencio. Lo último que veo antes de que desaparezca de mi campo de visión, son sus músculos tensos. Está alerta.
Me quedo quieta, en silencio, escuchando todo lo que hay a mi alrededor, esperando una señal de su parte para poder salir de mi escondite. Pero lo que oigo me pone los pelos de punta, está luchando con alguien y al cabo de unos segundos resuena en las paredes un grito de dolor. Mi instinto me dice que salga, que vaya junto a él. ¿Qué coño hago ahora? ¿En qué narices estoy pensando? No puedo exponerme así, pueden atacarme. Pero no puedo quedarme quieta, no puedo, el sentimiento que me recorre es de desesperación, es una necesidad imperiosa por saber que está bien. Mi corazón se me encoge por lo que puedo llegar a encontrarme, tengo que mantener la mente fría pero no puedo dejar de pensar en él. ¿Estará bien?
Ando buscando el origen de los ruidos hasta que finalmente lo encuentro. Cato está rasgando el torso a una chica. Creo que se está pasando pero la verdad es que no me preocupo mucho por la chica, en seguida vendrán a buscarla para llevarla a la enfermería y no le quedará ninguna secuela. Lo que de verdad me preocupa es el chico corpulento, supongo que el compañero de la chica, que se acerca por la espalda a Cato.
—¡CATO CUIDADO! —grito mientras saco uno de mis cuchillos de mi chaleco.
Lo lanzo desesperadamente y se clava en el costado derecho del chico, justo en el momento en el que Cato reacciona, se gira y descubre al chico. El compañero de la chica cae al suelo y Cato alza la mirada para mirarme. Después una sonrisa se dibuja en su cara.
—Gracias enana —me dice en tono burlón mientras se levanta del suelo.
—Mira, de verdad que no te entiendo —respondo exasperada por su actitud—. Eres desesperante —me acerco a él— ¡Te acabo de salvar el culo imbécil! —alzo la voz enfadada y a la vez ofendida por la forma de llamarme.
Se ríe silenciosamente por si alguien nos descubre y camina en mi dirección pero su sonrisa se borra se su cara, dando paso a una mueca de dolor. Lo miro preocupada, analizando cada parte de su cuerpo, hasta que me doy cuenta del corte que tiene en su brazo derecho. Acorto la distancia a paso lento mientras me mira sin entender nada. Con cuidado toco su brazo y observo detenidamente el corte profundo que tiene y la sangre que cae al suelo descontrolada. Me quito la camiseta que llevo, quedándome con el top de deporte que llevo debajo.