Keren observo el pálido rostro de su esposa adormecida. Sus facciones tranquilas, como si la furia de Keren no fuera un problema para ella, y es que no lo era hasta el momento.
Los minutos pasaron, y con ello la impaciencia de Keren. Quería respuestas, quería escuchar de sus labios por qué le había hecho aquello, el la quería y ella solo había jugado, sabia que estaba embarazada y era esa la razón por la cual había tomado la decisión de querer volver a Liverpool.
—Keren…—murmuró la suave voz de Dafne, Keren levanto la mirada de sus manos y observo la mueca que hacia en sus labios al sentir la intravenosa en su brazo.
—¿Cómo te sientes? —se obligó a preguntar, levantándose del lugar donde estaba y acercarse al borde de la cama.
—Un poco cansada, creo que tal vez es por el desmayo. ¿Sabes porque me desmaye?
—Si —espetó en tono de voz ronco —. No es necesario que continues tu mentira, si lo que tu buscas es engañarme, lo has hecho, pero aquí termina todo.
—¿De que hablas?
—Estas embarazada, Dafne. ¿Es por eso que buscabas volver? Querías volver con el tipejo del lugar donde vives, esa es la realidad. Y, aun así, quisiste verte la cara todo este tiempo.
El rostro de la mujer palideció al escuchar que estaba embarazada, instintivamente, sus manos fueron a su pequeño vientre, el cual nunca había tomado el tiempo de tocar ni de pensar que podía estar embarazada. Su entrecejo se arrugo al comprender algo; Keren estaba enfadado y la acusaba de engaño, algo que aún no entendía, él era el padre, no recordaba haber estado con otro árabe que no fuera el.
—Estas dudando, ¿verdad? Si tu memoria no falla, estuve encerrada en una habitación donde solo podía apreciar la entrada de la mansión —respondió con sarcasmo.
Keren golpeo con fuerza la pequeña mesa con los medicamentos, haciéndolos rebotar y a Dafne respingar del susto al verlo en aquel estado.
—¡No te hagas la tonta! Tienes tres meses de embarazo. Si tu memoria no falla, solo te toque hace una noche atrás, aquí en Arabia. No creo que haya tenido tanta suerte de embarazarte en un día —exclamo con ironía, caminando por la habitación como león enjaulado.
Dafne comprendió cual era el problema, su embarazo era de tres meses, lo cual, solo estaba dos meses en Arabia sin darse cuenta del tiempo pasado.
Sus mejillas volvieron a color cuando recordó la primera vez con Keren, él le había dicho que se cuidara y ella lo prometió.
—Keren, esa noche cuan….
—No me mientas que es mío, te dije que debías cuidarte la noche después y tu me dijiste que lo hiciste. Eso descarta que el niño sea mío, dime de quien es, Dafne —amenazo, llegando hasta su costado e inclinándose a su altura.
—¿Era solo mi responsabilidad cuidarme? —interrogo, tratando de calmar su miedo—. El bebé es tuyo.
La mandíbula de Keren se endureció, levantando la mano y apretarla en un puño. La rubia siguió su acto con temor, tratando de relajar su cuerpo al ver que volvía a bajar la mano empuñada.
—No me mientas, no me hare cargo de un bastardo. Te lo volveré a preguntar, ¿Quién es el padre? Cuando firmamos el acta, te pregunte y me dijiste que te cuidaste para no haber futuros incidentes.
El rostro de Dafne se calentó del enfado, ese día ella había mentido, jurando que luego tomaría la pastilla, ese luego se fue al olvido cuando supo de la falsa relación de Wilson y Maggie.
—Te mentí, nunca tome nada—trago el nudo en su garganta, y aparto la vista, sin dejar que las lagrimas salieran de sus ojos—. Es tu hijo, pero si no lo quieres ver como tal, no lo llames bastardo porque tiene una madre.
Keren se incorporo y respiro hondo, tratando de calmar su enfado. Se negaba a aceptar que era suyo, ese día ella se veía segura de sus palabras, ¿Por qué ahora mentir? No tenia sentido sus palabras, pero ¿Qué si era de el? ¿Qué haría? No podía aguantar imaginar que el bebé no era suyo.
En ese momento, la misma enfermera que le informo del embarazo, llego a la habitación.
—Dele los medicamentos necesarios, me la llevare a casa —informo, Keren. En un acto impulsivo.
—Es mejor que la paciente se quede por esta noche, señor…
—Dije que me la llevare, ¿No es entendible esa frase para ti? —espeto, en forma brusca. La enfermera de inmediato asintió y salió de la habitación.
—¿Por qué lo haces? Solo me quedare esta noche.
—Tendrás una enfermera que te cuide en la mansión y en el viaje. —Dijo, calmándose.
—¿El viaje? ¿A dónde iremos?
—A donde tu iras —corrigió—. Volverás a Reino Unido.
El corazón de la rubia se aceleró al saber que esa frase no lo incluía a él, tomando la decisión por ella sin saber que es lo que quería.
—¿Qué hay de ti? ¿No vendrás con nosotros? —nosotros, ya no eran dos, sino que tres. No era cuestión de solo pensar en ella ahora, sino también en el niño. En nueve meses no seria solo ella, seria ambos. O como ella lo había llamado; nosotros.
—No, volverás sola.
(…)
Al llegar a la mansión, el matrimonio se sorprendió al ver a Jara junto a Rehyan en la sala, tomando té. El viejo levanto la mirada y sonrió al verlos llegar.
—Que bueno que llegaras, Keren. Tal parece que pasaron muchas cosas interesantes en este tiempo que estuve de viaje, ¿No crees? —dijo, hablando en árabe para que solo su primogénito entendiera
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Editado: 15.02.2022