Ahora ocurrió que cada vez que me encontraba con Stella, hablábamos o caminábamos juntos, nunca tocábamos temas importantes, pero esos momentos fueron de los más felices que tuve.
Es extraño como podemos vivir largas horas en muchos días sin sentir realmente nada y en un solo momento podemos encontrarnos disfrutando la vida sin pensar si lo estamos haciendo bien o en que pasara mañana.
La felicidad puede ser loca y solitaria, alejada del mundo.
Me estaba enamorando cada vez más de ella, ya no podía evitar sentir la necesidad de verla, aunque sea solo una vez en un día.
Pero no podía revelar mis sentimientos, me faltaba valor, no quería perder aquello que tenía con ella. Sentía que a su lado era dueño de un mundo hecho solo para mí.
Andaba con Stella todo el tiempo que podía, recordaba todas sus palabras, sus acciones, sus gestos, lo que me decía su voz de hada y lo que sólo su mirada me transmitía.
Pero aún así no podía dar el paso a través del abismo para alcanzarla, mi miedo me decía que estaba por caer, ante lo inevitable.
Aquel domingo, las nubes anunciaban un aguacero, el viento caía con brutalidad haciendo que todos en las calles se apuraran a encontrar refugio, antes de que la tempestad se desatará.
Y ahí estaba yo, un pobre tonto, andando por esa frías calles, lejos de mi casa con un paraguas, esperando encontrarme con ella.
En mi mente tenía extraño escenarios donde la encontraba indefensa en la calle, bajo la lluvia y yo llegaba para salvarla ofreciendo mi paraguas como un techo contra la tempestad del cielo. Caminarianos en aquellas solitarias calles y reiriamos de lo ridículo de la situación y entonces se lo dirían.
Le diría lo que sentía por ella, mi voz la alcanzaría. Mi alma se presentaría ante ella.
Se que suena ridículo, pero no pensamos todos igual en muchas situaciones similares. Esperando lo que queremos, sea el momento perfecto para confesar lo que sentimos.
Es irreal e ingenuo, pero siempre le rogamos al cielo y al destino por un milagro.
Pero todo fue un desastre, subestime al clima y lo desastroso que puede hacer.
Al instante de andar vagando por las calles por donde sabía la podía encontrar. La lluvia cayó con su helada forma sobre mi, rápidamente traté de alistar el paraguas, pero el un viento mañoso me impedía abrirlo por completo. La lluvia se hacía más fuerte, se arrojaba con furia desatada por un viento huracanado. El paraguas no soporto más y se rompió como una triste rama seca, esto me asusto y en un descuido ese remedo de objeto para el agua, salió volando hasta perderse fuera de mi vista y es que la lluvia era tan fuerte y sinuosa que apenas y podía ver más halla de unos cuantos metros.
Estaba empapado y no encontraba donde refugiarme, no había un solo negocio abierto, el ciudad era como un pueblo abandonado, habitado por un único loco que era yo.
No podía esconderme ni si quiera debajo de la saliente de un techo, el viento se encargaba con sus ráfagas de lanzarme cubetasos de lluvia.
-¿Que rayos estoy haciendo?
Me pregunte rendido bajo la luz de un poste. Estaba tan empapado que sentía que me derritía.
Solo un ridículo tonto saldría con este clima, para buscar a una chica.
El momento perfecto que quería crear con ayuda del destino para declarar mi amor a Stella había sido fracrasado.
Creí que moriría ahogado, aquel clima no era más que mi melancolía que había tomado una forma real. Y desee rendirme y déjame caer... Una sombra me cubría.
-¿Eres un pez acaso?
Una voz a mis espaldas me hablo, una voz que me pareció salida del mismo sol. La sombra sobre mi no era otra cosa que un paraguas que intentaba resguardarme de la lluvia, este era sostenido por Stella.
-Hola- Musite torpemente
-Hola, joven héroe ¿Que hace aquí frente a este diluvio?
—¿Que haces tu?
Desvíe su pregunta, Stella me sonreía con extrañeza, llevaba un plástico a manera de capa que cubría a medias su cuerpo, pero estaba casi tan mojada como yo.
-Tuve un presentimiento que me hizo salir-respondió
-¿Un presentimiento?
-No te lo puedo decir
Me repuso con una sonrisa de sus azulados labios celestes.
-Vamos tenemos que huir, la estación de autobuses está cercas y ahí nos podemos resguardar
Me sugirió, la seguí, no se por que después de todo ya estaba mojado.
-Solo espero que el gordo y atlético guardia de los autobuses no nos reconozca
Comentó de forma pícara.
Avanzamos, el paraguas era nuestro techo y a treves de la lluvia eranos como un vote que flotaba contra una tempestad de la mar.
Le pedí el paraguas y me impuse la misión de lleva rla a la estación, ella no estaba totalmente mojada aún tenía esperanza de salvarse un poco. La protegería, deseaba hacerlo.
-Es un día realmente... Un momento... extrañamente
Me decía ella pero no lograba escucharla bien, sus palabras se cortaban con el ruido de la lluvia y el viento.
-¿Que? Le preguntaba a menudo
Yo solo la veía reír, cubriendo su boca con la pala de la mano, y pareciendo silbar una tonada que no podía identificar era como un: Fu fuu, fi, Fu, Fu fu
Intenté descifrar, lo que decía pero entonces ocurrió un nuevo incidente sobre mi persona. El viento nuevamente me arrancó el paraguas. Amos lo miramos desaparecer entre la borrosa llovía hasta, nos miramos mutuamente. Estaba por disculparme por mi torpeza. Pero en eso ella rompió en risas y acercando su rostros al mío tomo mi mano y dijo:
-Rindamonos
Y salió corriendo entre la lluvia, silbando y gritando. Llevandome a mi confundido y asombrado.
El huracan de lluvia parecía querer arrojarnos de regreso sobre nuestros pasos. Varias veces sentíperder el equilibrio. Pero si mano sobre la mía, me daba fuerza, me sostenía frente al abismo.
Me dejé, llevar corrí a su lado, en mi rostro se formó una sonrisa y sin darme cuenta me uno a sus gritos desenfrenado, llenos de locura, de emoción de vida.