SEAN
El desconsolado llanto de Dalia me devuelve a la realidad. Ian intenta tranquilizarla mientras yo subo al máximo el volumen de los parlantes del televisor.
La batería de los audífonos con bloqueador de sonido había muerto hacía unos diez minutos. Mientras la tormenta seguía en su apogeo, la tranquilidad que habíamos logrado mantener en Dalia no duró mucho más. Con la llegada de un fuerte trueno, se volvió a alterar.
Los pequeños audífonos con cable de Ian no habían resultado tan eficaces, más aún cuando le resultaban incómodos a Dalia. Esta situación era, definitivamente, un llamado de atención para conseguirle a Dalia sus propios audífonos con bloqueador de sonido.
Un nuevo trueno se aproxima cuando volteo a verlos. La cara de Dalia se encontraba encogida, sus orejas rojas y sus mejillas húmedas con un rubor idéntico al de sus orejas. Sus ojos, llenos de lágrimas, buscaban consuelo en Ian, quien intentaba tranquilizarla sin éxito.
Permaneciendo de pie, los observo mientras trato de que mi cerebro trabaje a mil por hora. No consigo formular ninguna idea para tranquilizar a Dalia. No había querido aceptar el biberón, lo cual hizo que Ian y yo nos miráramos a los ojos.
-"Tal vez no esté lo suficientemente cómoda"-, replico.
Soy consciente del deseo de Ian de poder traer a nuestras vidas una "little", pero el hecho de que Dalia no quisiera aceptar dicho artefacto, sabía que destruía sus esperanzas de que en algún momento ella se pudiera convertir en lo que tanto anhelaba.
"Pásame la manta, por favor", pide Ian. Mi cerebro inmediatamente detiene cada uno de mis pensamientos: la manta de Dalia. No controlo mis piernas al bajar las escaleras, tampoco cuando camino hacia el lavandero. Tres minutos es lo que falta para que la secadora finalice su ciclo de secado.
Tomé la manta en mis manos, cálida y acogedora. "Dalia", llamo a la llorosa jovencita, que aún recostada en el hombro de Ian dirige su vista hacia mí. Frescas lágrimas continúan cayendo por sus mejillas. Al menos tengo su atención.
"Mira", señalé la manta que había traído consigo desde que llegó. Arropándola con ella, observo como una de sus manos toma en puño una de las esquinas de la manta, como si esto fuera una forma de evitar que le sea quitada de nuevo.
-"Un intento más"-, pienso, tomando de nuevo el biberón. Sí lo vuelve a rechazar, no volveré a insistir. Lentamente y sin decir ninguna palabra, acerco lo suficiente la tetina a los labios de Dalia. Ella eleva los ojos a Ian, esperando algo.
"Abre la boquita, conejita", dice él instantáneamente. Después de sus palabras, ella despega un poco sus labios, permitiendo que introduzca la parte superior del biberón. Tardó unos segundos en comenzar a succionar. Poco a poco, sus labios se movían mientras sus cachetes se encogían, tomando del contenido del biberón. Al llegar a la mitad del líquido, sus ojos empezaron a parpadear lentamente, indicando la llegada inminente de las consecuencias del cansancio. Aún con los ojos cerrados, seguía succionando la tetina. Ian estaba extasiado viéndola y, a decir verdad, yo también.
(...)
Observando el reloj de mi celular, achico los ojos. Son las cuatro y quince de la mañana. Hace exactamente una hora había logrado separar a Dalia de Ian, quien a pesar de haberse dormido no deseaba separarse de ella.
Ella aún se encontraba en nuestra habitación, concretamente en el medio de nuestra cama. Ian de un lado de esta y yo exactamente en el otro lado. La tormenta eléctrica había disminuido lentamente, ahora lo único que quedaba era pura lluvia, a cántaros. Dalia no había estado mucho tiempo dormida, ahora permanece con los ojos abiertos de par en par. Dado a sus facciones y al hecho de haber permanecido tanto tiempo llorando, asumo que se encuentra cansada. Sin embargo, no logra encontrar la relajación necesaria para volver a dormir.
El rítmico movimiento de Ian en las fibras enmarañadas de su cabello le proporciona un poco de confort, pero no el necesario. Sus ojos caen un poco e inmediatamente vuelven a subir, alertas al entorno. Algo debe estar ocurriendo para que no se esté permitiendo dormir. ¿Cómo podríamos hacerla dormir de nuevo?
Manteniéndome sentado en la cama, trato de pensar. Ya tiene su manta, ya no hay truenos que la sobresalten, incluso Ian la mantiene acurrucada en sus brazos.
Dalia sigue mis movimientos cuando me levanto de la cama. Ian se mantiene profundamente concentrado en su cabello... debemos llevarla a la peluquería.
Tomando el biberón, bajo las escaleras por décima vez. Me tomo mi tiempo para calentar nuevamente otro sabor de suplemento, manteniendo en mente el factor de que Dalia había logrado dormitar un rato después de tomar del biberón. Tal vez otro logre el mismo objetivo.
Dalia pasó gran parte de la noche llorando. Su garganta y su estómago deben estar enfurecidos. A pesar del líquido ofrecido, ya habían pasado varias horas. Espero que esto sea el factor clave para que se permita descansar después de tales alteraciones. Machacando media pastilla de melatonina, la coloco en el biberón y, colocando la tapa, agito el líquido arriba y abajo. Dalia tenía que dormir. Nosotros también. Esto no le haría ningún daño.
Al volver a la habitación, observo a Dalia. Sus ojos están fuertemente rojos y sus facciones lucen cansadas. Al principio la ayudo a sostener nuevamente el biberón, luego ella sola lo toma y yo me alejo esperando que termine de beber el contenido. Tarda un poco en hacerlo, pero finalmente lo logra. El amanecer ya es visible cuando cae dormida, agotada por los acontecimientos de la noche. Ian y yo somos los siguientes en caer.
Todos nos encontramos agotados.