IAN
El desayuno lo preparo de una forma completamente minuciosa, como lo he hecho en los últimos días. Esto, a pesar de haberle preguntado a Dalia si conocía otra alergia y que su respuesta fuera negativa. No planeábamos exponerla a otro posible alérgeno, por lo que, ahora y hasta nuevo aviso, Dalia permanece sin tener contacto con leche de vaca, huevo, pescados y frutos secos. Cruzando los dedos porque otro alimento no presente urticaria o cualquier otro síntoma, pasan lentamente los días.
En este semestre, Sean había conseguido un horario completamente compatible con el mío, por lo que en los días que él tenía que dar clases en la universidad, yo debía ir al restaurante a trabajar. En su momento fue algo que nos encantó. Este horario nos permitía tener los mismos tiempos libres para disfrutar de la compañía del otro, pero ahora con la llegada de Dalia, la situación se complicaba.
No planeábamos dejarla sola en casa, ni mucho menos traer a alguien para que la cuidara. Lo único que nos quedaba era llevarla con nosotros, al menos hasta que organizáramos por completo nuestra vida ante su llegada.
Mientras camino de acá para allá en la cocina, mantengo un ojo en Dalia. Es la tercera vez que viene conmigo al trabajo y aún no parece estar cómoda del todo, pero permanece en la silla alta en la que la dejé al llegar, sus manos sostienen su manta.
"Mi hermano es alergólogo, chef", platica Francis. "Él estará encantado de atenderla". Girando en mi propio eje, doy una vuelta sosteniendo un platillo recién preparado.
"Gracias por la información, Francis. Pero no planeamos volver a exponerla hasta que tengamos todos sus papeles en orden", suelto el platillo junto a otros listos para que los meseros los entreguen.
"¿Exponerla a qué chef?", su pregunta me deja mudo. No planeo contarle esa situación a nadie más, no hasta que tengamos todas las pruebas en contra de esa institución.
"A las instituciones del gobierno", soy frío ante mi respuesta. No quiero hablar más de lo debido. No debo hablar en el trabajo, estoy trabajando.
"No está entendiendo, es mi hermano del que hablo", Francis repite insistentemente.
"Sí, tu hermano, el alergólogo", suelto. "Trina, necesito el pato rebosado en tres", dirijo mi atención al mesón del centro donde se aglomeran las especies mientras que con el rabillo del ojo observo a Dalia, aún sentada en la esquina despejada de la cocina. Mueve lentamente sus piernas, las cuales permanecen colgando. A su lado se encuentra el platillo, a medio comer, que le he preparado.
"Chef, mi hermano trabaja en clínica privada", Francis continúa hablando. Tomando la albahaca fresca, me dirijo a otra parte de la cocina con Francis detrás de mí, persiguiéndome.
"Sí, y por obvias razones Dalia no tiene CDV para ser siquiera tratada", suelto mientras hago mi trabajo. Francis debe estar haciendo su trabajo y no hablando.
"Es mi hermano", vuelve a repetir, "puede ver a la niña sin necesidad del CDV". Me detengo, volteando la mirada y le presto mi completa atención.
"Francis, sabes que eso es ilegal, ¿no?", suelto manteniendo la vista fija en él.
"Chef, no puede privarla de tantos alimentos porque tiene miedo de que tenga alguna reacción alérgica", suelta. Un argumento completamente válido que incluso hasta hoy en día me sigo cuestionando.
Dalia luce feliz con los alimentos que le doy, pero inclusive hasta cierto punto ya se empiezan a repetir, más de lo que me gustaría. Ella come poco, pero lo hace, o al menos eso es algo que hemos estado tratando de solucionar: su poca ingesta de alimentos.
Esa pequeña jovencita es para nada exigente. Acepta cualquier cosa que se le dé sin rechistar. Dalia es... una hermosa persona, que hasta hoy en día no se ha terminado de soltar a nuestro alrededor, y eso aunque no lo quiera admitir, es lo que más me duele. Ella vivió en la calle por un periodo de tiempo indefinido y fue víctima de un pasado definitivamente tenebroso. Ella no habla de su pasado, parece mantenerlo profundamente cubierto en su interior. Lo único que no puede cubrir: las marcas dejadas en su piel, irregulares betas narradas por Sean, que hasta hoy en día no he logrado ver y que desearía nunca conocer, no por el hecho de huir de eso, es más cercano al sufrimiento que tuvo que haber pasado Dalia para que marcas de tal gravedad se encuentren tatuadas en su piel. Me pone enfermo siquiera pensar cómo fueron hechas.
"Hablaré con mi hermano. Él podrá verla extraoficialmente, no generará problemas para él ni para ustedes", finaliza Francis. Asiento con la cabeza y le agradezco. Inmediatamente, volvemos al trabajo, como si nuestra conversación no hubiese pasado. Como si no me preocupara que Dalia siga sin CDV, por esa razón no hemos podido dejarla al cuidado de nadie, profesionalmente hablando.
El primer día que traje a Dalia, todos estaban confundidos, pero ninguno tuvo el valor de preguntarme acerca de ella, excepto Francis. Ese joven estaba lleno de dudas que yo simplemente no deseaba responder. En ese momento, Dalia se encontraba un tanto incómoda, pero al final todo salió a la perfección. Otra cosa que transcurría por mi mente era la decisión tanto de Sean como mía de adoptarla, algo muy apresurado a decir verdad. Dalia nunca fue partícipe de la misma, sin embargo, con el paso de los días, tanto Sean como yo encontramos su llegada a nuestras vidas como algo necesario. El papeleo se está haciendo, seremos sus tutores temporales por un tiempo, pero la decisión final la tendrá Dalia. Ella es la única que puede decidir eso, su futuro. Ahora puede decidir por sí misma. Por más que nosotros deseemos quedarnos con ella, Dalia es la que tiene la última palabra. Ella es la que tiene que decidir. Pero eso aún no será posible. Queremos recuperarla y cuando ya se encuentre bien, poder darle opciones, opciones que no incluirán retenerla en ninguna institución.