Amarte, Dalia

Capítulo 28

DALIA

¿Qué si entendí lo que estaba ocurriendo al principio? No.

Me sentía incómoda y asustada. Al menos la psicóloga no presionó tanto como aquella vez.

Pero luego todo se puso más extraño aún, ¿por qué necesitaba yo otro nombre si ya tenía uno?

Desde mi posición, detrás del sofá y sentada en el piso, había escuchado todo lo que decían. Ellos estaban verdaderamente preocupados y eso me hizo sentir mal porque sabía por alguna razón que era mi culpa. Ellos habían parecido tan emocionados cuando yo les pedí aquello, pero aparentemente no había sido buena idea porque ahora no dejaban de hacer preguntas donde yo estaba involucrada, incluso sonaban estresados. ¿Había sido culpa mía todo esto?

¿Y sí, tal vez no le hubiera dicho nada? Ellos estarían tranquilos ¿Verdad?

Sin embargo, luego entendí un poco más. Las cosas no eran como yo lo había pensado en un principio y eso me confundió un poco. ¿Transicionar? ¿Grande Dalia y Pequeña Dalia? ¿Juegos de roles y edad?. Esto estaba bastante confuso, pero me emocionó a gran medida lo que dijo de cocinar.

¡Tal vez podía aprender a cocinar como lo hace Ian! Mi emoción me impulsó a salir de mi escondite, aunque temerosa, apoye mis brazos y luego mi barbilla en él borde antes de los cojines. Aún cuando quería decir que sí me gustaría cocinar, esperé hasta que ella dejara de hablar.

Ahora, tanto Sean como Ian, estaban lanzando nombres al azar, bueno, “apodos”, unos eran lindos y otros no tanto. Todos me involucración a pesar de haber estado escondida la mayor parte de la conversación. Se sentía lindo.

“Daliita” Sean soltó. Ian rió y yo moví la cabeza de lado.

“Suena a Dolar, pero pequeñito” Ian respondió haciéndolo bufar. Sean no estaba enojado, lo sabía por la sonrisa que tenía ante el comentario de Ian. Era gracioso.

“Ali” soltó Ian ahora, no estaba mal, así que solo me encogí de hombros.

“Linda Lia” Esta vez Sean parecía verdaderamente orgulloso que sí me hubiera gustado. Sonaba lindo, aparte tenía el “lindo” en la palabra. Pero la emoción de que esto hubiera terminado se desplomó cuando la psicóloga mencionó que era mejor «dejarlo simple». Así que ellos volvieron a lanzar apodos de nuevo.

“Bunny” Suelta Sean de nuevo, Ian sonríe y yo lo veo confundida. ¿Bunny?

“¡Me encanta!” Ian, emocionado, deja el lápiz y el papel a un costado.

“¿Qué es?” Pregunto confundida, nunca había escuchado algo así, y menos un apodo para mi nombre con letras que no tenía siquiera.

“Significa conejito en inglés” Un Ian sonriente responde.

Y así fue como terminó esa semana. Me gustaba mucho este nuevo apodo.

(...)

Expectante y llena de temor, sostengo la mano de Ian con toda la fuerza que tengo. He vivido cosas peores, mucho más… dolorosas. Me encojo al sentir como me he ido volviendo más blanda, más asustadiza y mucho más llorona. Cierro los ojos cuando la cuenta llega hasta tres, el pinchazo en mi dedo es rápido, fugaz y no tan doloroso. La expectativa de que me iba a doler fue lo peor de todo esto, cuando abro los ojos una lágrima solitaria cae. Este señor aprieta mi dedo como si quisiera asfixiarlo, cuando en la punta se acumula una gota grande de sangre, dobla mi dedo y hace que lo presione sobre el papel blanco, cuando lo quité la gota queda atrapada en la hoja. Él pasa una pequeña bola suave por la punta de mi dedo para que no sangre más, a pesar de no ver la herida, cuando suelta mi dedo introduzco la punta en mi boca.

Aunque es una acción sin sentido, logra tranquilizarme. Ian frota mi espalda mientras me dice lo valiente que he sido. Sean despide al chico.

Fue raro. Ambos me habían explicado que venía a hacer él, pero no comprendí la mayoría de lo que me dijeron, no entendí el porqué de querer fotografiar mi ojo, pasar un palo por mi boca que me dio muchísimas cosquillas, hacerme sangrar del dedo o hacerme hablar por un extraño aparato cuadrado y negro que hacía que mi voz sonara muy extraña.

Él también preguntó cosas que no sabía o que no quería responder. Por más que trataron de animarme a hablar con él, no lo hice. También hizo que mi pie quedará marcado en otra hoja blanca. Todo eso fue muy extraño, si hubiera estado sola no creo haberlo dejado hacerlo, pero junto a mí siempre estuvo Ian, Sean también, pero él estaba más atento en lo que hacía aquel chico.

Al final de cuentas todo fue bien, pese a mi nerviosismo.

Anoche cenamos burritos, ese nombre me dio risa. Sean me explicaba mientras lo hacía, yo me mantuve muy entretenida en eso, me gusta esta nueva vida. Me gusta vivir con ellos.

Ahora íbamos a salir, llevaba mucha ropa encima y tampoco entendía por qué. Reí por mis adentro al recordar el burrito, me sentía como uno ahora mismo.

“Toma, conejita” Ian me acercó mi manta, la tomé feliz, pero luego mi sonrisa cayó. No quería perderla… ahora tenía mucho miedo de sacarla de casa y que ella se me perdiera. Dudo si sería mejor no traerla, pero también me siento extraña al pensar en no tenerla conmigo.

“¿Pasa algo, Lia?” Sean preguntó. Ahora me llamaba así, también me decía Linda Lia y eso me daba risa, pero también me gustaba mucho.

Yo quería llamarlos de otra forma, como ellos hacían conmigo, pero no se me ocurría nada. Tampoco sabía si les gustaría que los llamara de una manera diferente a sus nombres.

“¿Dalia?” Esta vez dijo mi nombre, haciendo que volviera de mis pensamientos.

“Solo… Mm… yo no quiero perderla” respondí después de un poco de silencio, cuando preguntó a qué cosa me refería levante mi mantita, él pareció entenderlo.

“Creo que tengo algo que funcionará para eso” Dijo con una sonrisa, antes de irse tomó mi nariz con sus dedos, haciéndome cerrar los ojos y fruncir la cara.

Luego Ian llega a mí con el nuevo bolso que compró hace unas semanas.

“Conejita, vamos a ir montándonos en el carro” pidió animándome a tomar su mano, sin mucha duda la tomé y empezamos a caminar fuera de casa. Cuando el aire me golpeó las mejillas supe la razón de tanta insistencia por hacerme sentir como un burrito. Hacía mucho frío.




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