Narrador omnisciente
El penúltimo día del crucero el ambiente tenía aires de tristeza y pesadez. Siendo el segundo día de navegación ni Alisson ni Alessia tuvieron ganas de salir de sus camas. Mientras el televisor enfrente de ellas estaba prendido, ambas pretendían estar escuchándolo pero la realidad era otra. Ninguna fue capaz de hablar desde que despertaron. La noche anterior Alisson le contó todo lo sucedido con la galería de artes a su mejor amiga, así como lo que Dylan le había estado ocultando.
Alessia, apenada, no pudo ayudarle mucho, debido a que ella también tenía cosas que decirle sobre Alex. El día anterior, cuando bajaron al puerto del último destino estuvieron juntos. Sin embargo, la comunicación no fue la misma y Alessia notó perfectamente como el chico a su lado se encontraba distante, frío y casi irritado con su presencia. Ninguno de los dos mencionó la discusión en el teatro, como si nunca hubieron pasado continuaron su turbio viaje. Para cuando la chica no soportó más la indiferencia del joven lo confrontó.
—¿qué pasa Alex?—Dijo Alessia.
Eran las 5 de la tarde, el día acababa, estaban abordando de nuevo. —La he pasado bien.—Fue lo único que dijo.
—Me refiero a que ayer te comportaste extraño y hoy también.—Se atrevió a decir. Alex la miró por encima de su hombro.
La cabeza del joven también estaba dando mil vueltas. Decirle o no decirle. —No vas a entenderlo.
Alessia sujetó su hombro. ¿por qué no podía confiar en él? Se quedaron dos madrugadas hablando hasta dormir. Claramente la chica se equivocó, nunca conoces realmente a alguien.—No puedo entenderlo si no me dices. Me subestimas.—Explica mientras va subiendo la pasarela para entrar al barco. Cuando llegan, ambos entregaron sus pasaportes.
Una vez adentro, las personas, la música, el ambiente que todos tenían de felicidad iluminaron a Alex. Se tomó unos segundos para admirar todo a su alrededor, mirando asombrado y recordando los maravillosos días que había pasado. Tomó la mano de Alessia y la llevó al borde de la cubierta. En la popa, con el atardecer de testigo y una vista de un millón de dólares decidió hablar.
—Te he ocultado algo importante. Sé que he sido egoísta pero pensé que haciéndolo de esta manera habría menos dolor.—Humedeció sus labios, viendo a la linda chica con la que había pasado sus días.—Me equivoqué. No va a dejar de doler.—Su mano comenzó a temblar.
Alessia la vio.—¿Estás bien?—Se preocupó e intentó calmar su temblor, pero le fue imposible. Este aumentaba, y la resignación de Alex también.
—Esto es lo que te he estado ocultando.—Le cuesta decir, saca su teléfono y le muestra una imagen de una radiografía.
La chica pelinegra no comprende por qué Alex le muestra una radiografía de un cerebro que tiene una gigantesca mancha en medio de los dos hemisferios. —¿Qué..—Tartamudeó. Entrecerrando los ojos.
—Soy yo. —Le aclara.— Hay otro en mi espina. Una bola con cinco centímetros de radio. —Expresa, mirando el atardecer. No puede mirarla a ella, porque sabe que llorará y no quiere. Desea vivir sus últimos días con felicidad, lo más que pueda.—Por eso los temblores, que cada vez empeoran más. Hace un par de noches cuando dormimos juntos, todo mi cuerpo se quedó paralizado. Pasa a menudo debido al tumor. Yo... creí que me quedaría tetrapléjico ahí mismo. Tuve mucho miedo de que cuando despertaras aún no sintiera ninguna parte de mi cuarto. —Casi se le quiebra la voz.— La llamada de ayer fue de mi doctora. Necesito volverme a someter a tratamientos...
—No te preocupes.
Alessia no estaba enamorada de Alex. Era muy pronto, sin embargo si existía una fuerte atracción entre ambos. La joven conoció en un viaje inusual a una persona noble de alma alegre. Comprendió por qué ocultó la verdad pero para ella Alex ya no debía preocuparse, ella le ayudaría si él se lo permitía en su proceso, como amiga o como algo más, pero eso sería lo que haría.
—Yo te ayudaré.—Lo abrazó.
Alex nunca esperó esa respuesta. ¿Qué chica haría eso por él? Ninguna. Solo ella.
Fue ahí cuando supo que Alessia podría llevarse la peor parte de todas: una verdad dura de asimilar.— No.—Negó él apartándole un poco.—La he pasado increíble contigo en este crucero, no fuiste solo una chica de una noche.—Explica.
—Tú tampoco. Entiendo por qué lo ocultaste.—Le calma viendo como el temblor de su mano se ha reducido.— Pero lo superarás porque sé que eres fuerte.—A Alex esto le hace sonreír.—Y tienes mi apoyo si lo necesitas, no tenemos que dejar de hablar después de este crucero. Total... vivimos en el mismo país, a pocos kilómetros de distancia.
El optimismo de Alessia quebró a Alex.— No voy a hacerme los tratamientos.— Soltó el chico.
Alessia le miró confundida y esta vez ella le rechazó. Soltó su mano y vio la vista. Por más que quiso que todo fuera mentira lo que Alex le dijo después fue peor que lo que ella estaba pensando.
—Iré a Suiza cuando baje de este barco en dos días. Me alegra haberte conocido.
A Alex le dolió, mucho, ver como el rostro de con quién había compartido tanto en los últimos cuatro días se llenaba de lágrimas. Pero a la vez, sabía que no podía limpiarlas. Lo empeoraría todo.
Muchas veces dos personas coinciden por milésimas de segundos para después separarse por el resto de la eternidad. Esto justamente es lo que sucedió con este par de jóvenes. ¿Es posible crear conexiones en 4 días? Sí. Ellos muy bien lo saben, Dylan y Alisson también.
—¿Lo qué me quieres decir es que te vas a dejar morir?—Su voz, temblorosa, resonó en los tímpanos del enfermo.