La luz me hace abrir los ojos.
Los entrecierro al percibir la claridad inmensa del sol que entra por la ventana frente a mí. Intento moverme, pero no lo logro. Estoy sentada en una silla, me siento cansada, agotada, y me duele un montón la cabeza, cuando le pido a mi cerebro algún movimiento, descubro unos pies pálidos y pequeños. ¿Son míos? Vuelvo a repetir la orden a mi cerebro y los pies se mueven en respuesta. Descubro que sí lo son. Me quedo unos segundos observando mis uñas pintadas con esmalte, intento recordar si fui yo quien pinto las uñas del pie derecho con esmalte blanco y las del pie izquierdo en color negro.
Vuelvo a pedirle a mi cerebro que mueva mis manos, y lo hace, pero no alcanzo a verlas, apoyándome en el respaldo de la silla descubro que las tengo atadas a mi espalda.
Me duele la cabeza. ¿Por qué me duele tanto?
Comienzo a recorrer la habitación con la mirada. ¿Dónde estoy?
Paredes. No reconozco estas paredes, tienen un efecto de paredes de antaño, están viejas y algo… vacías. Son de un color verde grisáceo que resalta las marcas de filtración y moho en ellas. En el suelo, en un rincón junto a la ventana esta uno de esos aparatos de ventilación. Pero creo que no funciona porque tengo frio. Giro un poco más la cabeza para notar dos colchas apiladas a un lado de la otra pared, hay un dibujo y unos recortes en esa pared. Incluso un cuadro de fotografías de una chica pelirroja.
Al otro lado hay una mesa de madera pulida muy pequeña, está vacía. Como todo aquí. También hay un sofá que seguramente alguna vez fue blanco.
¿Qué es este lugar?
Intento zafarme de la cuerda que oprime mis manos, pero el roce de la cuerda en mis muñecas me provoca un gran ardor, debo de estar herida ya de tanto intentar… ¿Tanto? Pero, no recuerdo.
Intento buscar en mi cabeza recuerdos, señales, algo. Pero solo logro que esta me duela más y causarme un estado de desesperación. Intento respirar. El aire de pronto se me hace más pesado, la cabeza me da vueltas y el dolor hace que quiera gritar y llorar. Ya en desesperación comienzo a buscar con la mirada algo en este lugar que me ayude a cortar la soga de mis manos, pero no encuentro nada.
Nada.
Bien, si no te calmas no lograras nada.
Me apoyo nuevamente en el respaldo de la silla y me obligo a calmar mi respiración. Bajo la mirada a mis pechos y descubro un rizo rojo de cabello sobre ellos. Me pregunto de Me apoyo nuevamente en el respaldo de la silla y me obligo a calmar mi respiración. Bajo la mirada a mis pechos y descubro un rizo rojo de cabello sobre ellos. Me pregunto de inmediato si se tratara de mi cabello o no. La cabeza vuelve a darme vueltas y las preguntas surgen de pronto:
¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este? ¿Qué hago aquí?
¿Quién soy yo?