Among Us

17

–Hola, Jurgen...

Jurgen Li me observaba como si el tiempo no hubiese pasado. Como si no hicieran cinco años que no me veía, sino sólo cinco minutos.

Esbozaba la que yo sabía era su sonrisa usada para la conquista. La misma sonrisa que me producía mariposas en el estómago cuando era un adolescente. Y la misma sonrisa que acabó haciéndome llorar muchas veces.

Me felicité en silencio, mientras caminaba con él, de que aquella sonrisa ya no provocara ningún efecto sobre mí.

Me volvía con la mirada cada dos ó tres pasos hacia el puerto buscando aquellos ojos, mientras Jurgen parloteaba sin parar. Pero Mew Hunter no estaba allí.

Y para cuando llegamos a la camioneta de Jurgen, comenzé a dudar de que realmente había visto aquellos ojos, escudriñándome.

Jurgen miró su flamante camioneta y esperó.

Lo conocía muy bien para saber que me estaba presumiendo su juguete nuevo. Pero una partede mi mente seguía en el puerto y la otra parte escuchaba como en un eco interminable las palabras de rechazo que había oído durante todo el día.

–Gulf...,¿estás bien? ¿Necesitas algo?

–¡Necesito un maldito trabajo!– hablé más agresivamente de lo que pretendía.

–Por eso vine a buscarte...Supe lo que pasó.

Lo miré de reojo.

–Sabes Gulf que Lilloet es un infierno muy pequeño y tiene ojos y oídos por todas partes... El viejo Giorgio quiere ayudarte...

Mi primer impulso fue negarme rotundamente. Mi soberbia no me permitía ni siquiera considerar trabajar en una cafetería mugrosa a la entrada de la ruta. Pero en un movimiento inconsciente, me topé con mi reflejo en el vidrio pulcro de la camioneta, y entonces mi palidez y mis ojeras me recordaron quién era yo realmente: un total y completo fracasado...

Asentí enérgicamente mientras me tragaba el orgullo y lo sentía caer en mi estómago vacío.

Diez minutos depués, me encontraba con la camisa, la única buena que tenía, arremangada hasta los codos, fregando unos vasos llenos de grasa y tosiendo compulsivamente cada vez que el humo negro de la cocina lo invadía todo.

Sentí la mirada del viejo Giorgio sobre mí y también lo miré.

El viejo Giorgio, con dos dedos menos y una cojera que apenas lo dejaba moverse, asaba la carne y preparaba los sandwiches con una habilidad asombrosa.

–Tu madre ha sido una de las pocas amigas que he tenido.– me había dicho– Por eso quiero ayudarte.

Me volví a la pileta llena de grasa y jabón, recordando sus palabras. Y me tragué varias lágrimas.

Cinco horas después, el viejo Giorgio me dio la paga de la jornada, me pidió que sacara la basura y me dijo que si quería volver  al día siguiente,  él me esperaría.

Y mientras yo ataba las bolsas negras malolientes y las arrojaba al contenedor, ensusiándome en el proceso, la ropa con un líquido fétido amarillento,lo vi...

El viejo Giorgio, literalmente arrastrando su pierna, se acercó a una sombra que estaba semi-escondida detrás de unos camiones estacionados. Me pareció que susurraba algo y entregaba un paquete.

La figura asintió y salió hacia la ruta con paso largo y urgido.

Una ráfaga de viento helado le movió por un instantes la capulla. Y entonces su cabello platinado quedó al descubierto.

No sé porqué pero todo lo que yo deseaba en ese momento era estar cerca del pequeño Mew Hunter. Me urgía. Era una necesidad imposible de rechazar, como si fuera respirar...

 Así que como hipnotizado, salí corriendo detrás de él...




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