El despertar de esta mañana fue distinto. Desde hace tres años que no tenía esta sensación, mi sueño frustrado, lo que pensé que nunca llegaría, estaba por cumplirse.
Con anticipación tomé un baño y me vestí para este día.
—¿Qué te parece? —le pregunté a mi madre, quien se encontraba en su habitación junto con Anne.
—Estar perfecta, ve e impresiónalos. Eres una excelente repostera.
Al regresar a casa le conté a mi madre sobre la gran noticia, ella estaba feliz al igual que yo. Omití alguno detalles sobre la entrevista, por el ejemplo el mar rato que pasé con el Grinch Dampierre. Ya ni siquiera importaba, puesto que obtuve el trabajo.
—Si todo va bien, este mes podremos pagar las cuentas sin necesidad de contar cada centavo. Todo va a cambiar mamá.
Los sueldos en el restaurante no eran nada malos, todo lo contrario sabía que pagaban muy bien y eso era bueno para esta familia.
Le di un abrazo a Anne. —Deséame suerte pequeña. —besé las mejillas de Anne. Todo esto también era por el bienestar de mi hija, de mi princesa.
Tomé mi bolso y me despedí de mi madre. Bajé las escaleras y abrí la puerta principal. En ese momento mi hermana apareció. Empujó la puerta e ingresó a la casa.
No tenía para discutir con ella, así que me apresuré a salir. Mi hermana no estaba contenta, estaba furiosa.
Tomé un taxi, sería solo por esta ocasión mientras organizaba mi horario para tomar el transporte público y tal vez después tener un auto.
Tenía una enorme sonrisa y nada podía borrarla. Llegué justo a la hora que me indicó Anais. Admiraba el restaurante desde fuera. Era un edificio grande de tres plantas, en su entrada una gran puerta de vidrio estaba colocada. A un lado se encontraba la bombonería y pastelería del restaurante.
Solo de imaginar que pronto mis postres estarían detrás de esas vitrinas me emocionaba.
De pronto un auto se estacionó frente al restaurante. El vidrio de la ventanilla del asiento de copiloto bajó.
—La entrada de los empleados es por el otro lado. —indicó Anais, quien manejaba el auto.
—Gracias, ya me encamino hacia allá.
El auto de Anais avanzó hasta un portón grande, a lado se encontraba una puerta pequeña por la cual ingresé. En ese instante Anais bajaba de su auto. Avancé hacia su dirección. Ella abrió una de las puertas y embas entramos.
—Muy bien señorita Fournier, felicidad por su nuevo empleo. Pero no todo es tan bello como parece —inició—. Somos el mejor restaurante de Francia por ende de París. Aquí nos visitan famosos, artistas, deportistas y políticos, todas las personas que trabajan aquí deben ser profesionales y si es necesario dar más de lo que se les exige. Somos los mejores por tener reglas estrictas dentro de nuestra cocina. Bruno es el chef principal, y yo soy la Sous Chef, la segunda al mando, tú vas a ocupar el puesto de chef repostero, vas a encargarte de todo tipo de masas y por supuesto los postres.
»Tu horario laboral será de cuatro de la tarde a diez de la noche, en ocasiones será necesario que ocupes horas extra; claro se te pagaran, además del servicio de restaurante, ofrecemos servicios privados y en ocasiones tendrás que acompañarnos. Espero que no tengas inconveniente con eso. Es recién graduada, está desde su pasantía con nosotros, está en proceso de aprendizaje, pero ya conoce el sistema del restaurante, te va a ayudar con eso. Las relaciones íntimas están prohibidas, así que te recomiendo que no te involucres de manera sentimental con ninguno de los empleados. Tendrás un locker para guardar objetos personales, En este momento ya se encuentra tu uniforme, en pocos minutos todos los empleados se harán presentes y Paula va a seguir dándote instrucciones.
Aún estaba procesando el hecho de estar aquí y Anais, me llenó la cabeza con un sin fin de explicaciones.
—Gracias…eh, ¿en dónde puedo encontrar mi locker y qué número es?
—La puerta al fondo —señaló—. Ahí vas a encontrarlos, el tuyo es el quinientos dos. Nadie puede entrar a la cocina sin el respectivo uniforme. Está prohibido.
Reglas, reglas y más reglas.
Me dirigí hacia la habitación en donde me indicó Anais. Busque el locker con el número que me indicó. Estaba al final, tenía un candado puesto y junto con él la llave del mismo. Lo abrí y me encontré con una bolsa transparente que llevaba adentro un uniforme. Lo saqué con cuidado. Desdoblé la filipina en el lado izquierdo tenía una bolsa la cual llevaba grabado mi apellido.
Fournier
Pasé las yemas de mis dedos en la tela. Esto era realmente emocionante. El gorro llevaba grabado el logo del restaurante.
Una gran sonrisa se marcó en mi cara.
Ocupé uno de los vestidores que se encontraba en la habitación y me coloqué mi nuevo uniforme. Me sentía como una adolescente con su primer beso. Pero esto era mucho mejor.
Salí del vestidor y me di una última mirada. «No estaba nada mal»
En ese momento tres chicas ingresaron a la habitación, iban riendo, pero al verme se quedaron en silencio.
Fueron a sus lockers y después se dirigieron a los vestidores. Aproveché para guardar mis cosas y salir para dirigirme a la cocina. Todo estaba limpia, todo brillaba como plata. Era una enorme cocina.
Mientras observaba la cocina, Bruno apareció por una de las puertas.
—Buenas tardes, señorita Fournier.
—Bruno, buenas tardes.
Ambos caminamos hasta llegar al centro de la cocina.
—Es mi primer día, espero que no se note lo emocionada que estoy.
—También estoy feliz de que estés aquí. Ninguno de los postres que probé durante la entrevista, estaban tan deliciosos como tus postres en la fiesta de mi sobrina. Mi apoyo siempre fue para ti.
—Gracias, en verdad no tienes idea de lo mucho que necesito esto.
—Pues desde ya, bienvenida. Ya eres parte del equipo del Restaurant Dampierre. ¿Anaís ya te puso al día?
—Me dio a conocer las reglas básicas.
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Editado: 03.07.2023