—¡Quedan solo treinta minutos! —anunció el anfitrión.
Me quedaban pocos detalles para terminar con el postre, decidí hacer un tiramisú, un bizcocho que combina café, crema y cacao. Coloqué un poco de azúcar glass para decorar y darle ese toqué dulce que se necesitaba.
Tenía listos mis tres platillos, como entrada elaboré una bruscheta con mozarrella y como plato principal una de las sopas típicas de Italia y la cual le encantaba a mi madre; una sopa de minestrone. Tenía un apego especial a esta receta, ya que de pequeña mi madre me la preparaba, a mí me encantaba, ella lo colocaba su propio toque y quedaba deliciosa, podía decir que era la mejor de toda Italia y del mundo.
Tomé su receta para esta competencia.
Coloqué los tres platillos al frente de mi mesa y empecé a limpiar mi espacio de trabajo, algo esencial en este tipo de concursos, los jueces tomaban en cuenta el orden y la limpieza. Verifiqué mis mangas, para que también estuvieran limpia, no se podía considerar a una persona como chef, si tenía alguna mancha en su traje, sobre todo en las mangas.
Miré alrededor, la mayoría estaba terminando, algunos otros se apresuraban para colocar los últimos detalles. Miré hacia Adriano, estaba colocando el último detalle a su postre. Detrás de él vi a don libertino, estaba de brazos cruzados y con una enorme sonrisa hipócrita y altanera, me observaba de manera burlesca.
Regresé la mirada a mis platos y noté algo en mi sopa, mi madre siempre le colocaba unas hojas de cilantro y yo lo había olvidado por completo, aunque no estaba incluido en la receta original, su uso le daba un sabor único.
Lavé unas pequeñas hojas y corrí a ponerlas sobre la sopa. Ahora si todo estaba listo.
Me quedé de pie a lado de mis platos en espera de los jueces. Mis manos sudaban y esperaba con ansias su llegada. Entre tanto, observaba al público. Me encontré con la mirada de Cecile quien me sonrío y levantó su pulgar hacia arriba. Le devolví una sonrisa ante su gesto.
—¡Qué interesante! —habló uno de los jueces. Los tres estaban delante de mí y observaban con curiosidad mis platillos —Quisiera escuchar su presentación. A los tres jueces lo acompañaba el hermano de Stefano, Alessio de Rosa y su madre Stella—. Señorita Bianco.
Sonreí e inicié mi presentación. Expliqué cada una de las recetas, su elaboración y algunos aspectos importantes de cada una. Al finalizar di una pequeña muestra a cada uno. Vi a todos saborear mis platillos y marcar una gran sonrisa.
—Señorita Bianco, tenía años de no escuchar ese apellido. —mencionó la señora De Rossa.
—No es muy común en Italia.
—Si, lo sé muy bien. Muchas felicidades, tus platillos están muy deliciosos.
La Allegra interior daba saltos de felicidad por las felicitaciones. Noté que la señora De Rossa, susurraba algo a su hijo, quien solo asentía. Esperaba que fuera de mis platillos. No quería ilusionarme, pero me sentí ilusionada con estar en los primeros lugares de esta competencia e incluso con la posibilidad de vencer a Stefano.
La espera se hizo larga, pero los jueces debían pasar con cada participante, éramos veinte en total.
Después de una hora, los jueces terminaron su recorrido. Había media hora de receso para esperar la lista de ganadores. Tenía los nervios a flor de piel y eso solo significaba una cosa, necesitaba un baño con urgencia.
Busqué con la mirada hasta encontrar el servicio sanitario, caminé de prisa hasta que ocupé uno de los cubículos. Me sentí tan aliviada de descargar mi nerviosismo. Salí a lavarme las manos para regresar a al salón.
—Así que también eres chef —habló una mujer que se colocó a mi lado. La miré y recordé que se trataba de la misma persona que me dio la bofetada por culpa de Don Livertino. Ignoré su comentario, sequé mis manos y decidí salir—. Stefano no te quiere, no quiere a nadie y te hará lo mismo, lo vas a encontrar en un sanitario, en un bar, en la cocina o en el lugar en donde menos te imaginas con otra mujer engañándote.
—Usted está equivocada, Stefano no me interesa.
—Dije lo mismo hace meses y me enamoré como tonta pensando que sería la mujer que lo haría cambiar, pero él no ama nadie, solo así mismo es un narcisista de lo peor.
Ella me dio la espalda y salió del baño. Sus advertencias fueron dadas a la mujer equivocada, pero mis esfuerzos eran inútiles tratando de aclararle que estaba confundida.
No tenía porque preocuparme, después de esta competencia esperaba no volver a verla.
Salí del servicio y regresé al salón.
—¿Hay alguna noticia? —pregunté a Adriano.
—En cinco minutos darán los resultados, tengo el presentimiento de quedaremos en los primeros lugares, lo que significa que tenemos nuestro boleto para el próximo año.
—¿Crees que estaremos en los primeros diez?
—No, estaremos en los mejores cinco lugares. Vi la sonrisa de los jueces cuando probaron tus platillos, quedaron encantados. Pero al parecer hubo una riña entre ellos y tuvo que intervenir la familia De Rossa.
Las palabras de Adriano me motivaba aún más y me llenaban de ilusión solo de pensar en estar en los primeros lugares, además del reconocimiento a nivel nacional, se recibía un premio monetario, el cual no le caía mal a nadie.
Los jueces aparecieron en el escenario y todos hicimos silencio, se notaba la ansiedad del público y los participantes de conocer los resultados.
—Como todos los años es una decisión difícil y este ha sido uno de los más complicados —habló uno de los jueces—, pero ya tomamos nuestra decisión, no sin antes agradecer a todos por participar y felicitar desde ya a los ganadores. Daremos a conocer los primeros cinco lugares, los cuales serán merecedores de un premio de dos mil euros cada uno, a excepción del primer lugar que recibe tres mil dólares y un puesto en el mejor restaurante de Roma.
Editado: 13.08.2022