Jamileh miraba al imponente hombre parado frente a ella, con los brazos cruzados y las piernas ligeramente abiertas bajo la chillaba blanca que vestía (especié de bata que usan los árabe, tanto hombres como mujeres), quien la estaba fulminando con la mirada.
Relamente la chica pensaba que iba a morir, a pesar del supuesto trato que tenía su país con los talibanes. Ella no confiaba para nada en las palabras de esas personas. Eran palabras de terroristas, aunque ellos dijeran que ya no apadrinaban esos movimientos de asesinos en masa.
Respiró profundo para tratar de calmarse y comenzó a pensar en el modo, que parecía casi imposible, de salir de esa situación, se incorporó un poco apoyándo los codos en el cómodo colchón, y se dijo que debía seguir mintiendo.
Farah y ella habían dicho una pequeñita mentira piadosa, al decir que ésta era funcionaria del gobierno americano, la verdad era que los padres de su amiga sí eran diplomáticos de los Estados Unidos, pero Jamileh era una simple maquillista.
Desgraciadamente, se había dejado convencer de su amiga para hacer ese viaje a Afganista, con la finalidad de dar unos talleres a las mujeres miembros de la OMLIGA (Organización de Mujeres por la Libertad De las Afganas), idea que en su momento había sido realmente genial, pues ya que éstas sólo podían mostrar su rostro, el llevarlo maquillado con ligereza pero con exquisitez, había ganado mucha populridad entre ellas, en los tres meses que Jamileh y su amiga llevaban en el país árabe.
Nunca se imagino que seguir sus sueños podría llevarla a la muerte, y tan sólo por las ideas extremas de un grupo de hombres inescrupulosos, que al parecer, odiaban a las mujeres…
-bien mujer, quiero que me escuches muy atentamente- escuchó decir la joven al apuesto bárbaro árabe, en un perfecto Inglés. Jamileh se quedó boquiabierta al escucharlo hablar en ese idioma y con semejante perfección, tanto que no pudo contestarle nada.
-por tú bien, te diré las reglas básicas de comportamiento por las que se deben regir las mujeres en mi país...- hiso una pausa y la miró con sus hermosos ojos, como para comprobar que ella le estuviera poniendo atención. Una vez que aparentemente estaba satisfecho, prosiguió con su letanía sin sentido:
-Debes usar burka en vez de hijab, pues nadie debe ver tu rostro. No debes hablar con ningún hombre que no sea tú familiar o tu marido…- en ese momento Jamileh pensó que se iba a quedar muda, pues en ese lugar no tenía ni familiares y mucho menos esposo… bueno, en ese momento tenía enfrente a su hombre ideal, “claro, siempre y cuando se le realizara una lobotomía”, se dijo casi dejando escapar una nerviosa risita; pero sólo casi.
Se removió para volver a la realidad tan inverosímil en la que estaba viviendo y puso más atención a lo que decía el llamado Bashir, para escuchar las estúpidas y misóginas reglas.
-…sin un Mahram, que es como se les dice aquí a los acompañantes antes mencionados, tampoco puedes salir a la calle, por lo tanto debes entender que no debes conducir. No tengo idea de a que has venido a mi país, pero debes saber que aquí no puedes salir a hacer turismo y mucho menos trabajar...Escuchaste bien todo lo que te dije?- le preguntó mirándola fijamente.- Asiente con la cabeza si es así- Ante su silencio, la miró con atención, como tratando de comprobar si ella le estaba comprendiendo…”Claro”, pensó Jamileh, “como si fuese posible “comprender“ semejantes reglas de machismo radical!”
Él achicó los ojos y la estudió de arriba abajo. La chilaba gris que tenía puesta Jamileh, se le había subido casi hasta medio muslo por la agresiva forma en que él la había tirado en la cama, y ella no lo había notado, hasta que sintió su mirada quemándole la piel por donde iba pasando, desde sus blancos y delicados tobillos, hasta sus bien formados muslos, donde comenzaba la tela de su vestimenta.
Jamileh sintió un escalofrío recorrele todo el cuerpo y se reprendió a sí misma.
Era cierto que ese era el hombre más bello que había visto en sus 25 años, pero debía recordar que también era todo un patán… por no llamarle algo peor. En ese momento, la profunda y sexi voz del hombre la sacó de sus locos pensamientos.
-eres estúpida, mujer? ahora no eres capaz ni de asentir y como estamos solos, no hablas? Será porque no puedes tratar de avergonzarme, en vista de que no estamos enfrente de mis hombres? De verdad estás decidida a morir en esta tierra?-
Bashir descruzó los brazos exasperado, e hizo ademán como de acercarse a la cama. Sólo eso bastó para que la chica saliera de su trance y le preguntara, apenas pensando lo que salió de su boca:
-eres americano?- al parecer habría sido mejor apuntarlo con un arma, pensó la joven, al ver la reacción del hombre. De una zancada se acercó a ella y la tomó por la barbilla con fuerza, para levantarle el rostro.
-que dijiste?- le preguntó Bashir con voz aterradoramente suave y pausada, contrastando con sus fieros ojos grises.
-cómo me has llamado mujer estúpida?-
-yo…hee, no sé… -la verdad era, que la capacidad de expresarse con coherencia, había desaparecido de las facultades de Jamileh, por todo lo que estaba pasando… o será por tener a ese hombre que olía increíblemente masculino, tan cerca de su cuerpo? No tenía claro que pasaba con ella, pero se sentía flotar fuera de sí…
El bello rostro masculino, estaba muy cerca del de la chica. Ella podía ver con toda claridad, sus largas pestañas así como también los puntitos verdes de sus bellos ojos. “Ese hombre realmente no parecía un villano”, pensó Jamileh.
-eres muy bello…- estás palabras se escaparon de los rosados labios de la chica, casi como sin poder evitarlo. Ella se llevó una mano a la boca y habrió los ojos como platos, sorprendida al segundo de decirlas y vio con verdadero pánico, cómo el rostro masculino, se iba llenando de cólera; aunque en lo profundo de sus ojos, también se podía atisbar otro sentimiento, el cual la chica no pudo identificar.