Bashir estaba muy enfadado con cómo había salido toda esta situación. La verdad no había planeado sacar a Jamileh y a su amiga de forma tan estrepitosa del palacio de su padre, pues este de seguro no se lo iba a tomar nada bien.
Por supuesto que no pondría a su propio hijo en peligro, pero algunos talibanes eran extremadamente radicales y crueles, y de seguro no escatimarían esfuerzos para evitar que las americanas se les escaparan. Si tenían que matarlo en el intento, de seguro que lo harían.
Pero por su puesto que él no era tan fácil de matar y no conocía la palabra miedo.
Cuando Bashir había regresado a Afganistán con su padre, empezó a entrenarse en combate, en tiro y en lucha, y había sorprendido a todos, inclusive a sí mismo, al ser increíblemente bueno en todo lo que tenía que ver con defensa y ofensiva de la guerra.
Había resultado ser también un excelente estratega, así que su padre había estado encantado y no veía la hora de ver a su hijo en acción, pero llegado ese momento, Bashir no había podido matar a los que él consideraba inocentes.
No había podido dispararle a nadie en pos de unos ideales religiosos y mucho menos para castigarlos por alguna “irreverencia”, como su padre le llamaba a romper las muchas y rígidas reglas de su religión.
Su padre siempre le decía que ellos no eran terroristas, pero Bashir sí había escuchado a uno que otro de su grupo, decir que por Alá podrían matar y morir; es decir, algunos de los talibanes tenían instintos suicidas en nombre de su dios y esto a Bashir no le parecía tan correcto.
Su entrada y convivencia con los talibanes, lo había confundido aún más de lo que ya estaba, al no saber nada de su pasado y enterarse que llevaba sangre talibana, lo tenía muy contrariado.
Sentía que le estaba fallando a su padre, pero que si hacía lo que esté esperaba de él, le fallaría a unos principios de los cuales no tenía idea de donde habían salido.
Las costumbres aprendidas en América, al parecer, estaban muy arraigadas en su sub conciente, pues su padre le había dicho que a él lo secuestraron cuando tenía apenas más de diez años de edad, pero que ya a esa corta edad él era un talibán en toda regla, así que no sabía porque esos recuerdos que deberían llacer en algún lugar de su mente, no bullían hasta la superficie y lo hacían compenetrase con su gente.
Al fin y al cabo estaban peleando por su país y su cultura, los cuales, habían sido secuestrados por extranjeros que no tenían nada que ver con ellos, y con esa parte, Bashir sí sentía que podía estar de acuerdo con su progenitor.
Miró por el retrovisor y comprobó que nadie los seguía. Entonces miró a la hermosa mujer que tenía a su lado, la cual aún tenía la cabeza recostada en el asiento del pasajero, con sus hermosos ojos cerrados.
Se había bajado el velo de la cabeza y lo tenía enroscado en el cuello, dejando su hermoso cabello color miel, flotar libre al rededor de su rostro y cayendo en una suave cascada hasta sus brazos.
Esa mujer era condenadamente bella, como su nombre lo afirmaba y lo ponía muy nervioso, pues le despertaba sentimientos de querer protegerla y llevársela al fin del mundo, donde nadie le pudiera hacer daño.
En ese momento, Jamileh abrió sus grandes ojos y lo miró como sintiendo su mirada, y para su sorpresa le sonrió.
Él se cansaba de ablarle con dureza para alejarla, pero ella seguía tratándolo como si él fuese el amor de su vida.
La escuchó hablar con voz muy suave:
-Bashir, de verdad no me vas a decir hacia donde vamos? Yo… estoy asustada…-
Él sintió que el corazón se le estrujaba en el pecho al escucharla hablar con titubeos, teniendo en cuanta que ella era una chica muy aguerrida. El hombre soltó un suspiro y le dijo sin mirarla:
-En vista de que se te ocurrió la genial idea de escapar de una fortaleza para militar, no me queda de otra que tratar de ponerte a salvo, si quiero cumplir con lo que tácitamente les prometí a tu amiga y a ti; que las sacaría de este campo de batallas. No se si estás consiente de que ya han habido algunos ataques suicidas en la ciudad y están muriendo personas inocentes, pues los grupos terroristas han entrado en acción- Ella lo miró horrorizada y le dijo:
-Pero Bashir, porque no unen fuerzas con mi nación para que los sigan ayudando a proteger a su país, claro si lo que quieren es tener un gobierno más inclusivo y mantener la paz de su gente, como escuche a algunos decir en el harem.-
Bashir la miró pensativo.
Lo curioso era que él mismo se había echo la misma pregunta una y otra vez y hasta se la había externado a su padre, ganándose de este unas que otras reprimendas.
Su padre le decía que en los Americanos no se podía confiar, pues lo que querían era las riquezas de su país, dígase petróleo y opio. Su país era uno de los principales productores de la poderosa droga, de la cual se hacía medicamentos, tales como la morfina, entre otros poderosos calmantes.
Para Bashir la opinión de su pade sobre ese sentido podría tener algo de lógica, pues era sabido que las grandes potencias no daban paso sin tener razones egoístas… pero estaba muriendo gente inocente.
Eso inquietaba sobre manera a Bashir y a Farid, el cual luego de conocer al amnésico hombre, había cambiado bastante su talibana forma de pensar.
Jamileh aún seguía a la espera de una respuesta de su parte, pero él no quería discutir, así que sólo subió sus fuertes hombros para hacerle creer, que lo que ella pensaba lo tenía sin cuidado, y siguió conduciendo.
Entonces Jamileh le soltó en ese momento, con voz insegura:
-s.si te pido que… umm… bueno; si te pido que te vallas de este infierno conmigo, lo harías, Bashir? - El hombre se quedó de piedra y faltó poco para salirse del serpenteante camino que conducía hacia las montañas, por lo sorpresiva de la pregunta de la joven. La miró fijamente por unos segundos.
La verdad no sabía qué pensar de su propuesta.