Clover
Lunes 14 de noviembre 2016
—Hola…
—Hola, soy Theo —aquel jodido niño extraño me mira con una adoración que no entiendo, ¿Acaso sabe quién soy yo? Porque de saberlo de verdad él mantendría distancia—, soy tu hermano.
Ahí en la camilla tengo mi cabeza bien lejos, específicamente en él. Luego de que se fue entraron Hayes y Cleveland, me hicieron venir al cuarto y por los nervios de todo lo sucedido apenas podía mantener quitas mis manos.
Miro a Theo… no puedo creer que tenga el nombre del abuelo Theodore.
Se para de la silla en la que estaba sentado, se acerca y me da su mano. Al contacto me da la nostalgia de malditamente verme. Es como yo. Solo que yo tenía el pelo rubio de niña, como mamá. Este niño tiene el pelo negro, pero los mismos ojos que yo. Nuestros ojos son azules como los de Cleveland.
—Eso ya lo sé —miro a mi progenitor tras de él—, se hace un poco evidente.
—Clover —advierte Hayes.
—Yo mejor me largo —dice Mikal—, no sé ni por qué me quedé.
Todos los chicos de la zona muerta decidieron irse.
Cecile y Petra faltaron a la escuela, para quedarse conmigo. ¿Adam también faltó por mí…?
—Volviendo al tema —continuo—, ¿Qué edad tienes, chiquillo?
—Tengo trece, cuatro años menos que tú —se sienta a mi lado
—Tenía cuatro cuando nació… y te fuiste a los trece… Theo tenía nueve años en ese entonces… —Cleveland baja la mirada avergonzado— Te perdiste cuatro años de mi vida, pero yo he perdido trece de la de él.
—¿Sabes? —cuando Theo habla mi mirada recayó en él— No los perdiste por completo, siempre te he mantenido presente. Estaba muy emocionado de conocerte. Papá siempre me habló de ti. Es como si fuéramos… uno, siento que ya te conozco. Ya sé tú color favorito; el morado. Tú banda favorita; Soda Stereo, aunque no sabes hablar en español. También sé tu comida favorita; la pizza. Incluso sé que te gusta un tal ogro. Aunque eso me lo dijo la chica bonita de pelo rojo.
—¿Qué? —miro a todos los de la sala—, ¿Quién coño?
Cecile sonríe.
—Mamá dice que no debemos decir malas palabras.
—La mía dice que no debemos robarle el marido a otra —le respondo con cinismo—. ¿No sabías?
—Mamá dice que no se le roba una persona a otra —me devuelve, al parecer el mocoso tiene carácter—, primero porque las personas no son objetos, no se pueden poseer y segundo, porque quién se va, lo deseaba desde hace mucho.
—Me vale mierda.
—Clover, no digas malas palabras frente a Theo.
—Lo siento, Cleveland —suelto con agridulce veneno—, olvidé lo cuidadoso que eres con tus hijos.
Me recuesto en la cama. Con todo lo que consumí, más la adrenalina del momento, no sentía el dolor antes. No hasta ahora, igual me dolía hasta el culo, pero solo lo sentí en el instante en que me recosté.
—¿Dónde está Adam?
—Salió disparado luego de declararte su amor.
—Él no hizo eso.
—¿No? —miro a Hayes y casi lo crucifico por hablar—, “Si mi vida fuera un examen, lo reprobé por ti”. Resaltador, está muy obvio todo.
Cierra los ojos y dejo la conversación.
—Que conste que la única razón por la cual estoy aquí es porque el doctor me tiene casi sedada, porque estoy cansada y porque me duele hasta el culo —digo—, no es como que me sea jodidamente placentero esto.
No es mentira.
El doctor me ha vuelto a poner algo por la intravenosa y me siento un poco mareada, sin contar la mierda que me inyecté; no sabía si lo que consumí aún me hacía efecto. Incluso siento que no podía moverme completamente bien.
—Estás aquí porque sabes que el señor Henderson quería esto —dice Petra con un poco de ternura—, está bien aceptarlo, Clov.
Ruedo los ojos sin evitar una sonrisa.
—¿Podríamos hablar a solas, hija?
—No.
Me recuesto mejor, sigo tarareando una de mis canciones favoritas de Soda Stereo.
Me pierdo un maldito rato, pero cuando abro los ojos todo el mundo ha salido, incluso Theo mísmo. Solo están Hayes y Cleveland.
Sentir que la conversación se aproximaba me daba ciertas ganas de llorar.
—Brujita… —inicia Cleveland.
—No me llames así.
—Escuché al profesor Adam llamarte Bruja, no te molestaba.
Callo a mi hermano solo con mirarlo.
—Hija —levanto la mirada, y termina enfocándose en la suya—. Te extraño, brujita.
—Es lo que suele pasar cuando te alejas de alguien por ¡Cuatro años!
Se me acelera el corazón al subir la voz.
—¿Me extrañaste? Ja, ¿Esperas que sea tan idiota como este imbécil? —señalo a mi hermano— Cuatro años, ¿Sabes todo lo que pasa en cuatro años? —se ve diferente, más delgado, con más barba, un par de arrugas que ni divisaba de niña… ojeras… cansado, así luce —De todo, lo que pasó en las malditas vidas de tus jodidos hijos no lo sabes. No te haces una idea. Así que no me vengas con “Te extrañé”. Porque por lo visto estabas jodidamente cómodo con Tamara y Theo.
—Clover…
—No, no digas mi nombre. ¡No te atrevas a decir mi nombre mirándome así! ¡No me mires como un padre que ama a su niña, no me mires como si…!
Su labio inferior tiembla.
—Porque no lo eres, no me mires como mi padre lo hacía, porque adivina, tengo cuatro años sin verlo.
—Perdóname…
—¿Qué te perdone? —sonrío amargamente—. Es lo más cínico que he escuchado y créeme, creí que malditamente yo sería siempre la que se llevaría ese puesto.
—Déjalo hablar, Clover.
—Para ti es fácil.
—Yo sé que estás dolida, pero…
—¿Dolida? No, yo no estoy dolida. Estoy muchas cosas, pero no dolida. Estoy asqueada, enojada, ofendida, cabreada. Siento de dolor, lo que tú de lealtad. Así que no se atrevan ustedes dos…
—Lo siento…
Mi corazón para sin más.
Cleveland está de rodillas.
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Editado: 30.09.2023