El Amor Prohibido
En los días que siguieron al encuentro en el campo de batalla, Ángela y Damián se encontraron en secreto, lejos de las miradas curiosas de sus compañeros celestiales y demoníacos. En las sombras de la noche, sus corazones se abrieron el uno al otro, compartiendo sus pensamientos, anhelos y temores más profundos.
—¿Cómo es posible que nuestros caminos se hayan cruzado de esta manera, en medio de la guerra y la destrucción?—susurró Ángela, con los ojos brillando con una mezcla de tristeza y esperanza.
—El destino es caprichoso, Ángela, y a veces nos lleva por caminos inesperados—respondió Damián, con la voz llena de una melancolía que ella percibió en el fondo de su ser.
En ese momento, Ángela tomó la mano de Damián entre las suyas, sintiendo el calor de su piel y la fuerza de su corazón latiendo en sintonía con el suyo. Sin palabras, se miraron a los ojos, y en ese silencio compartido, supieron que estaban destinados a estar juntos, a pesar de todas las barreras que se interponían en su camino.
—te entrego mi cuerpo y mi alma, Damián—Ángela con voz temblorosa, sintiendo la intensidad de su amor arder en lo más profundo de su ser.
—Y yo te entrego mi corazón y mi lealtad, Ángela—respondió Damián con una determinación que resonó en cada fibra de su ser.
En ese momento de entrega y pasión, Ángela y Damián sellaron su amor con un beso ardiente y eterno, uniendo sus destinos de una manera que desafiaba todas las leyes divinas y demoníacas. En ese instante de plenitud y éxtasis, supieron que su amor era más fuerte que cualquier fuerza en el universo, y que juntos podrían enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.
Pero mientras el sol se alzaba en el horizonte, iluminando su amor prohibido con una luz dorada y fugaz, una sombra se cernía sobre ellos, anunciando la llegada de la tragedia y el sufrimiento que aún estaban por venir. Ángela y Damián se abrazaron con fuerza, sabiendo que su amor era un fuego que ardería por siempre en sus corazones, incluso en los momentos más oscuros y desesperados que aún estaban por llegar.