Amor chiquito

Capítulo 2. Huellas dactilares

Algo no estaba bien.

No lo decía por el pequeño que se encontraba sentado frente a mí, sollozando y con los ojos, nariz y orejas rojas. Tampoco me refería al hecho de que vestía una camisa blanca que le quedaba extremadamente grande de las mangas y que se arrastraba por muchos centímetros sobre el suelo.

Lo decía porque el niño, bueno... parecía ser alguien que he conocido durante un par de años.

—¿A qué hora vendrá mamá por mí? —preguntó mientras se restregaba las manos sobre las rodillas.

Llevé mis manos a la cabeza y dejé salir un alarido que provocó que el niño saltara en su lugar y se ocultara detrás del sillón. Tomé un par de respiraciones tratando de calmarme, ya lo había asustado lo suficiente y la verdad no quería que se pusiera a llorar... otra vez.

—Bien, creo que tu mamá... —me quedé con las manos en el aire tratando de encontrar una explicación que fuera lo suficientemente razonable para un niño que parecía estar en edad preescolar, cuando me di cuenta de algo importante— ¿Cómo sabes mi nombre?

Él se quedó pensativo durante unos segundos y luego se rascó la cabeza.

—No lo sé —contestó—. Sólo sé que te llamas Jade.

—Bien... y ¿no recuerdas nada más? —Insistí, él negó y abrió mucho los ojos cuando miró a Hoshi restregarse contra mis piernas— ¿Cómo llegaste aquí? ¿A mí casa? ¿Al baño?

—¡Esa cosa peluda me asusta! —dijo sin contestar a mis preguntas, se llevó las rodillas contra su pecho y se tapó la nariz— Mamá dice que no puedo estar cerca de los gatos, son malos para mí —dijo con voz gangosa—, me salen espinas y cosas feas en la piel...

—Sólo eres alérgico a los gatos, lo de las espinas es una completa... —dejé la última frase al aire dándome cuenta de lo que acababa de hacer.

—¿Entonces puedo tocarlo? —preguntó emocionado.

—¡Por supuesto que no! —tomé a Hoshi entre mis manos y lo saqué al jardín por la ventana corrediza de la sala— No quiero que te enfermes, tu situación sería difícil de explicar sobre todo porque tu archivo de hospital dice que tienes veintiséis años.

—¡Tengo seis! —exclamó.

—Puedo notarlo —contesté mientras me sentaba frente a él—. Entonces ¿cómo se llaman tus padres?

Alzó la cabeza y sonrió... como un gatito pequeño.

—Mi mamá se llama Margaret —dijo con alegría, juntó sus manos sobre sus rodillas y continuó—, pero le gusta que le digan "Maggie". Y papá se llama Andrew, pero a él sí le gusta su nombre.

Bien, los padres de Charlie eran Maggie y Andrew.

—¿Y tienes hermanas? —pregunté tratando de confirmar mis sospechas.

—Hailey... —contestó, frunció los labios y jugueteó con sus dedos— Nunca me deja jugar con ella porque dice que soy demasiado pequeño y siempre me hace caras feas.

—¿En serio? —pregunté anonadada.

—Sip —dijo dejando sonar la "p" más de lo normal

Y sí, al parecer su hermana siempre fue una verdadera perra.

—¿Tienes hermanas menores? —busqué en su mirada tratando de encontrar la respuesta, pero él miró a la nada y negó con rapidez.

—Soy el más pequeño de mi familia —contestó—. ¿Por qué me preguntas tantas cosas, Jade?

—Curiosidad.

El sonido del timbre siendo tocado con impaciencia me hizo levantarme del sillón, caminé con pasos pesados hasta la puerta y la abrí de un tirón. Un grito extremadamente agudo me hizo saltar hacia atrás pero unos brazos me lograron salvar de estampar mi cabeza contra el suelo.

—¡¿DÓNDE ESTÁ!? —gritó— ¡ESPERO QUE SE VEA BONITO!

Izzy cerró la puerta con su pie y tomó mis manos, palpándolas con rapidez. Le dio vueltas a mis dedos buscando algo con impaciencia, cuando se dio cuenta de que no había nada las dejó caer con fuerza y me miró con seriedad.

—¿No te lo dio? —preguntó, sus ojos azules irradiando furia total— Lo voy a matar, siempre supe que era un niño rico presuntuoso...

—Izzy, puedes bajar la voz —rogué.

—¡Creo que es hora de poner en práctica mi habilidades de taekwondo! —se arremangó las mangas de su camisa de seda y dejó su bolso sobre el suelo— ¿Está el idiota en casa?

—No es nada de lo que te imaginas —dije tratando de calmarla.

Ella se llevó una mano al pecho y dejó salir un sonido de disgusto.

—¿¡TE DEJÓ!?

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! ¿A dónde vas? —comenzó a caminar hacia la sala de estar e hizo caso omiso de mis palabras.

Izzy se detuvo de golpe y yo me estampé de forma estrepitosa contra su pequeña espalda, estaba a punto de lanzarle unos dos que tres insultos cuando una vocecita me interrumpió.



#20619 en Fantasía
#4373 en Magia
#44656 en Novela romántica
#7159 en Chick lit

En el texto hay: fantasia, comedia

Editado: 01.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.