Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 9

Escuché atentamente las palabras de mi estudiante estrella, aunque en realidad era la única que tenía, así que era tanto la mejor como la peor dependiendo del día. Ese día concretamente Lucy era la mejor, repetía las respuestas a las preguntas que le había preparado y fue capaz de responder todas y cada una de ellas. Y la mayoría de sus respuestas eran correctas.

—Bien, con esto debe alcanzarte para los exámenes —declaré dando por finalizada nuestras clases particulares.

—¡Sí!, no fue tan difícil —dijo ella con un tono de satisfacción en su voz.

Últimamente podía distinguir muy bien los tonos de mis amigos, por lo que se me había facilitado el saber si estaban felices, tristes o mintiendo. Y por el tono de Lucy sabía que estaba dándose demasiados aires de grandeza y confianza, algo típico en ella, pero que en esa situación no era del todo justificado. Pues en el tiempo en que ella había estado estudiando junto a mí, había podido notar por qué estudiar no era su fuerte.

Lucy era muy inteligente e intuitiva cuando se lo proponía, pero pecaba de ser igual de terca, y si un tema no le gustaba, o se frustraba intentando entenderlo, era poco probable que lo aprendiera. Por suerte su terquedad podía usarse a su favor, si la retaba a aprenderlo en un tiempo determinado, ella se motivaba y lo intentaba. En cierto sentido era un fastidio, pero era… mi trabajo.

—Al fin se terminó —suspiré con alivio, pero en cuanto lo dije sentí un golpe en mi hombro que me hizo tambalear de la silla.

—No engañas a nadie, te encantan nuestras sesiones de estudio. Sobre todo, porque soy tu mejor estudiante —aseguró con orgullo.

—Eres la mejor y la única.

—Detalles, detalles… —Lucy se detuvo repentinamente a mitad de su frase, parecía disgustada con lo que acababa de decir, como si le hubiera robado las palabras a alguien.

—Sí, lo que tú digas. Iré al baño, recuerda pagarme la sesión.

—Sí maestro —dijo con tono sarcástico.

Sentí un verdadero escalofrío con las palabras (nada honestas) de mi amiga, «¿Y se supone que ella será maestra? Pobres niños» bromeé para mí. Me levanté y salí de la habitación, pocos segundos después escuché a mi amiga llamarme desde el comedor.

—Oye, no encuentro tu alias ¿cuál era?

—Puedes revisarlo en mi celular —le contesté desde allí.

—Tu contraseña…

—No tengo —exclamé desde el baño.

Unos momentos después volví al comedor, me senté en la mesa y le pregunté si había podido encontrar mi alias, pero no me respondió nada; Lucy estaba completamente en silencio, algo verdaderamente inusual en ella. Me concentré en su respiración, era bastante débil, pero se la notaba un poco agitada, me empezó a incomodar el silencio, por lo que traté de hablarle nuevamente.

—¿Lucy, estás bien?

—¿Eh?, oh, sí. Solo estaba pensando en ¿qué clase de persona deja su celular sin contraseña?

—Pues yo para empezar —dije extendiendo la mano. Ella me entregó el dispositivo.

—Allá tú. Bueno creo que debería irme.

—Oh, te acompaño.

Acompañé a Lucy fuera del departamento y hasta la entrada del complejo, por el camino hablamos de varias cosas, entre ellas, los planes de ella para organizar una reunión entre sus compañeros después de los exámenes, aunque a mí no me llamaba mucho la atención. No estaba del todo ocupado, pues Lucía era mi única estudiante por el momento, pero la idea de convivir con mucha gente que no conocía, no era de mi agrado.

—Vamos, tienes que divertirte en algún momento de tu vida —insistió ella.

—Paso, de verdad.

—Bea irá.

—Sabes, solo porque digas eso no significará que cambie de opinión —sentencié, aunque estaba empezando a considerarlo.

—¿Al menos puedes decirme el por qué?

—No lo sé, no me gusta estar con extraños. Y aparte de Bea y tú solo conozco a otra persona en este pueblo. 

—Pues invítala, mientras más seamos mejor. ¿De quién se trata?

—Pues…

—¿Alex?, ¿eres tú? ¡y estás con Lucy! —escuché detrás mío la inconfundible voz de mi amigo. «Hablando del diablo» pensé con una sonrisa.

—Ay no… dime que no es él —suplicó la chica con un tono muy desanimado que me sorprendió enormemente.

—Jim, ¿cómo estás?

—Bien ahora que te encontré amigo —dijo abrazándome fuertemente. Luego se dirigió hacia Lucy y agregó —Hola Lucy, ¿cómo estás?

—Bien hasta que llegaste, pesado.

—De acuerdo, estoy muy confundido en este momento ¿ustedes se conocen?

—Por desgracia. Fuimos a la secundaria juntos.

—Ella estaba locamente enamorada de mí —mintió el joven.

—Claro que no —le corrigió ella.

—Por supuesto que sí.

—Literalmente te le echabas a cualquiera de nuestro curso.




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